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¿Cenan las marionetas?
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¿Cenan las marionetas?


por Mila Oya

•eBook de teatro juvenil para títeres en pdf de 30 minutos aprox.
•Lee aquí 10 minutos aprox.

•Sinopsis

El humor es el protagonista del despertar consciente de un grupo de marionetas que habitan un bloque de pisos de una ciudad cualquiera. En este episodio nos plantean sesudas y profundas preguntas filosóficas que nos harán reír y pensar al mismo tiempo. El teatro de títeres para jóvenes nos invita a la reflexión para comprender el mundo en el que vivimos. y nos ayuda a abordar la realidad con pensamiento crítico.

•Personajes:

Anciano: Señor Manuel, vecino del quinto piso
Señora Teresa: Vecina del primero
Ana: Joven estudiante, vecina del tercero
Madre de Ana: Enfermera, vecina del tercero
Marta: Estudiante, amiga de Ana, vecina del sexto

¿Cenan las marionetas?
POR MILA OYA

Escena primera

Un cartel solicita aplausos.
Un anciano entra en escena y se dirige al público.

Anciano: ¡Hola a todos! Yo soy Laozi, aunque también me llaman Lao Tze, un filósofo chino que vivió en el siglo IV antes de Cristo. Es decir, que han trascurrido 24 siglos desde que les expliqué a todos la realidad en la que vivimos; de eso va la filosofía. Porque la mayoría de la gente no sabe exactamente de qué demonios va este mundo que miramos y tocamos. Así que me puse a reflexionar, me empapé de los pensamientos de otros que me precedieron y llegué a la conclusión de que la realidad es el Tao. Una totalidad en la que nos encontramos inmersos, que es siempre cambiante y a la que nos debemos adaptar para evitar el sufrimiento. ¿Os ha quedado claro? ¡Ja, ja, ja! Por las caras que ponéis, parece que no. Sin embargo, en China esta idea ha impregnado toda la cultura y a la misma sociedad, hasta tiempos muy cercanos a vosotros.
En occidente también tenéis filósofos muy famosos. Mi coleguita Platón es un ejemplo de ello. ¡Menos mal! Parece que este tipo sí que os suena. Será porque os cae más cerca, ya que sus teorías de dos mundos en uno: El mundo Sensible, el de la realidad individual, y El mundo Inteligible, el de las ideas universales, aún parece más complicado. A lo mejor es por eso que en occidente la filosofía se ha quedado relegada a su campo y en general pasáis demasiado de ella. Claro que vuestra afición por confrontarla con la ciencia puede tener algo que ver. ¿Ya volvéis a poner cara de confusión? En este punto podría hacer un chiste confuso sobre Confucio para relajaros un poco, pero paso. ¡Ja, ja, ja! Apuesto mejor por agobiaros con preguntas del tipo: ¿Qué es entonces la realidad que nos rodea y de la que somos partícipes? ¡Ji, ji! Ya estoy oyendo al listillo diciendo que la realidad es lo que toco y veo. Una mesa, por ejemplo, es solo eso: una mesa. ¡Siempre hay un listillo en oriente, en occidente y hasta en la cola de la panadería! Y yo le diría al listillo: ¿Mesa? ¿De verdad mesa es una realidad o tal vez es un concepto inventado por nosotros? Al fin y al cabo, si nunca has visto una mesa, pensarás que mesa no es más que madera con una determinada forma. ¿Entonces lo que vemos es madera y no una mesa? ¿Es entonces la realidad la madera? ¿Y si no conociese la madera, qué sería la realidad? ¡Allá al fondo ya hay alguien que se ha desmayado! ¡Ja, ja, ja! Y caerán más, por supuesto. Es la falta de práctica. ¡Es que no pensáis nada! ¡Tenéis la cabeza solo para llevar peinados y piercings! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué simples! ¡Me parto! ¿Es que acaso sois tan simples como una simple hormiga? Este bichito es muy trabajador, obediente y ordenado. Pero cuando se encuentra con un guijarro lo toma por una inmensa montaña y cuando se topa con un charco, no puede distinguirlo de un lago. ¿Es esa vuestra percepción de la realidad? Bueno, no quiero ser injusto. Ya sé que entre vosotros hay muchos que disfrutan dándole a la pelota y no me refiero a los futbolista. ¡Vaya, el que se había desmayado ya despertó al oír hablar de fútbol! ¡Ja, ja, ja! Mira que sois divertidos. Pero a mi me divierten más esas teorías curiosas que pretender aclarar el sentido de la realidad. Me gusta esa a la que llamáis Matrix. Humanos cultivados, mantenidos vivos, pero engañados y obligados a vivir en un mundo que solo está en sus mentes. ¡Desde luego que me gusta! Y la encuentro complicada, pero como hay una peli a vosotros ya os resulta más sencilla de aceptar. ¡A ver si alguien se anima y hace una película conmigo y así ni tendríais que desmayaros, como aquel del fondo, ni dormiros, como este de aquí delante que se está pasando con los ronquidos. ¡Por favor! Qué alguien le de un codazo y lo despierte. ¡Gracias! Y ahora que ya estamos todos con los ojos abiertos y los oídos en disposición de escuchar, os voy a revelar la verdad de la realidad que estáis viviendo, sin saberlo, engañados como en Matrix. Y la realidad es: (¡Redoble de tambores, por favor!) La realidad es que todos y cada uno de nosotros somos marionetas o títeres, movidos por hilos o manos ocultas que dirigen nuestra existencia sin que nos hayamos percatado. ¿Qué os parece? ¿Raro? Os pediría que reflexionarais un poco sobre ello. Creo que todos, hasta los que se durmieron y los que se desmayaron, me darías la razón.

Entra en escena a toda prisa una mujer que se lleva las manos a la cabeza al encontrarse con el anciano.

Señora Teresa: ¡Cielo Santo, Señor Manuel! ¿Qué hace usted en el jardín a estas horas y en pijama hablando con las plantas? (Le mira los pies) ¡Y descalzo! ¿Es que se ha vuelto usted loco? ¡Ande tire para casa! Suba de inmediato a su piso y abríguese bien. Como venga su hija y lo vea aquí de esa guisa le va a montar una bronca de campeonato.
Anciano: Hoy no le tocaba venir, señora Teresa.
Señora Teresa: ¿Y ese es su pretexto para estar a estas horas pegando la hebra con las plantas? ¿No se da cuenta de que no entienden nada?
Anciano: Hay que hablarles a las plantas. Eso lo sabe todo el mundo.
Señora Teresa: Yo creo que no conduce a nada. Pero si quiere charlar con las plantas venga mejor a otra hora y bien abrigado, que si no no va usted a pasar de este invierno. ¡Venga, vamos! Le acompaño a su piso.
Anciano: ¡Adiós, plantas! ¡Reflexionad sobre lo dicho!
Señora Teresa: ¡Y ahora se despide de las plantas! ¡Vaya por Dios! A este hombre se le ha ido la olla. ¡Vaya por Dios! ¡Vaya por Dios! ¡Vaya por Dios!
Anciano: Ya lo hemos entendido: ¡Vaya por Dios!
Señora Teresa: (Suspira hondo muy preocupada) ¡Ay, vaya por Dios este hombre! ¡Venga, venga! ¡Subamos, que se hace muy tarde!

Los dos personajes abandonan el escenario. Un letrero se eleva para solicitar aplausos.

Escena segunda

Una muchacha ataviada de auriculares realiza sus ejercicios cotidianos en el jardín de un bloque de pisos.

Ana: ¡Arriba, abajo, arriba, abajo! ¡Uno, dos, uno dos!

Su madre entra en escena y desde lejos llama a su hija.

Madre: ¡Ana, Ana! ¡Hija! ¿Me oyes? ¡Ana, por favor!

La muchacha continúa con sus ejercicios y no escucha a su madre a causa de los auriculares. Por ello la mujer se aproxima a ella por la espalda.

Madre: ¡Pero, Ana, atiéndeme de una vez!

Como la joven no escucha, la madre le quita los auriculares. Ana se sobresalta y da un paso en falso hacia atrás.

Ana: ¡Mamá! ¡Qué susto me has dado!
Madre: ¡Cuidado con las plantas! ¡Las estás pisando!
Ana: Si no me hubieses dado ese susto no hubiese pisado las plantas. ¡Mira que eres pesada!
Madre: ¡Déjate de pesada o pesado! ¡Venía a contarte la gran noticia! Aunque imagino que como estás con los auriculares ya te habrás enterado.
Ana: ¿Enterarme de qué? Por supuesto que no tengo puestas las noticias, mamá. No tengo ni idea de lo que me hablas.
Madre: (Atónita) ¿En serio? ¡Todo el mundo está opinando de lo mismo! ¡La ciudad entera está revolucionada! ¡El mundo entero, creo yo!
Ana: Bueno, vale. ¿Qué es lo que pasa?
Madre: Yo estaba en la cocina, toda eléctrica yo, porque no tengo ni idea de qué voy a hacer de cena, porque se nos han acabado los huevos. ¿Sabías que no teníamos huevos?
Ana: Ni idea.
Madre: Pues eso, que no tenemos huevos. Y yo buscando que preparar para esta noche y con la tele de fondo. Ya oía la polémica. Todos los tertulianos hablaban de lo mismo. Pero como no tenemos huevos, pues no les prestaba suficiente atención.
Ana: (Sarcástica) Todo muy lógico.
Madre: ¡Claro! Así que decidí salir a comprar.
Ana: Huevos, supongo.
Madre: ¡Claro! Salí a comprar huevos. Y cuando llegué a la tienda, pues me encontré de golpe con todo este revuelo. La clientela al completo discutía el asunto. Había opiniones para todos los gustos. Pero te digo que la gente está fuera de sí. ¡Como enloquecida!
Ana: Venga, mamá, ánimo. ¡Tú puedes!
Madre: ¿A qué te refieres? ¿Te burlas porque me he olvidado de comprar los huevos?
Ana: (Ya nerviosa) ¡Déjate ya de huevos y dime de qué discute todo el mundo!
Madre: (Molesta) ¡Claro, a ti te da igual lo de los huevos, porque no tienes que preparar la comida, si no ya verías que no es un tema baladí!

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