Unas marionetas que viven en un bloque de pisos se enfrentan a la existencia de la física cuántica. El desconcierto es total en el vecindario. Nadie sabe exactamente cuál es el significado de estas revelaciones. La preguntas se suceden, pero las risas también. Tal vez aprendamos algo de ellas y nos planteemos también nosotros preguntas sobre nuestra realidad.
•Personajes:
Señor Manuel: Vecino del quinto piso
Señora Teresa: Vecina del primero
Ana: Joven estudiante, vecina del tercero
Marta: Estudiante, amiga de Ana, vecina del sexto
Marionetas cuánticas
POR MILA OYA
Escena primera
Un cartel que solicita aplausos aparece en escena.
Tras las cortinas del escenario, asoma la cabeza de Ana. De inmediato, se oculta. Repite la acción varias veces. Está vigilando el escenario.
En la siguiente ocasión, en lugar de una sola cabeza, asoman dos. Una sobre otra. Ana se gira desde abajo y descubre la cabeza de su amiga Marta sobre la de ella. Ana grita y Marta empuja a su amiga hacia el escenario.
Ana: ¡Marta! ¿Estás loca? ¡Me has dado un susto de muerte!
Marta: (Burlándose de su amiga) ¡Marioneta, marioneta, marioneta! ¡Ja, ja, ja!
Ana: ¡Déjalo ya! No me llames más marioneta. ¡No lo soporto! (Enfadada)
Marta: ¡Vamos, Ana, no te enfades, por favor! Creí que ya habías asumido que todos somos marionetas.
Ana: Pues no. No puedo con eso. Y no entiendo como tú lo llevas tan bien. ¡Es algo horroroso!
Marta: ¡Qué exagerada eres, Ana! ¿Qué tiene de malo que seamos marionetas? A mi me parece una novedad divertida.
Ana: ¿Divertida? (Perpleja) ¿En serio? Yo lo encuentro espantoso, además de una mentira cochina.
Marta: Ya te dije que fueron los investigadores de Harvard los que han llegado a la conclusión de que no somos más que marionetas.
Ana: ¡Yo no puedo creerlo! Me puedo tragar que somos marionetas de la vida, de la sociedad, esclavos del dinero y de lo políticamente correcto, vale. Pero de ahí a admitir que estamos hechos de tela y serrín y que tenemos una mano que nos mueve en nuestro interior, va un trecho muy largo.
Marta: Pues los científicos de Harvard…
Ana: ¡Vale ya con Harvard! ¿Cómo voy a creer lo que digan un puñado de ridículas marionetas por muy universitarias que sean?
Marta: ¡Ja, ja, ja! Entonces, en el fondo sí que crees que somos marionetas.
Ana: ¡De eso nada! ¡No trates de confundirme! A ver, dime: ¿dónde está tu mano?
Marta: ¿La derecha o la izquierda? (Dice levantando alternativamente una y otra)
Ana: Ninguna. Me refiero a esa mano interior. La que dirige a las marionetas ¿Tu la ves?
Marta: ¡Claro que no! ¡Menuda bobada!
Ana: ¿Lo ves? Me das la razón. (Ana avanza hacia su amiga y le da un cachete en la cara)
Marta: ¡Ah! ¿Pero qué te pasa? ¡Me has hecho daño!
Ana: ¡Claro que te he hecho daño! ¡Por supuesto! Si tuvieses la cara hecha de tela y serrín, ¿te habría dolido?
Marta: Tengo la piel muy sensible. Aunque me hubieses dado un poco menos fuerte también lo habría sentido. ¡Te has pasado, tía!
Ana: No te enfades. Es un estudio científico de mayor calidad que el de Harvard.
Marta: No comprendo porque te resistes tanto a aceptarlo. Después del revuelo inicial, todo el mundo lo ha admitido con naturalidad. ¡Somos marionetas! ¿Y qué pasa? Es estupendo. ¡Mira! (Empieza a saltar) Puedo pegar saltos que lleguen al cielo. Puedo caerme para atrás así. (Lo hace) Y puedo lanzarme para delante como una loca sin un solo rasguño. ¡Es la bomba ser marionetas!
Ana: (Levanta los brazos atónita) ¿La bomba? ¡Es lo peor! Si somos marionetas estaremos, desde luego, en un teatrillo. Eso significa que alguien escribe el guion de nuestra vida.
Marta: Pues sí, parece probable.
Ana: Y cuando termine la obra ¿a dónde vamos? ¿Qué pasa con nosotros?
Marta: Supongo que llega la noche y nos dormimos, claro.
Ana: ¡Eso es una bobada! Y cuando mi madre tiene guardia en el hospital, regresa a casa y me despierta, ¿ella está actuando en el teatro de marionetas y yo estoy en un almacén de marionetas embalada? ¿Es eso lo que me quieres decir?
Marta: ¡Yo que sé! Es posible. No todos estamos en escena a la vez, sería un verdadero lío. ¡Ja, ja!
Ana: ¡Todo eso es una locura! Estamos en el jardín de nuestro edificio. ¿Dónde están las cortinillas del teatro? ¿Dónde está el público? ¿Tú puedes verlo? ¿Y quién demonios es la mema que está escribiendo toda esta chorrada? ¿Lo sabes acaso? ¡Me va a dar un soponcio! (Dice tirándose de los pelos)
Marta: ¡Ánimo, Ana! Te veo muy mal y no es para tanto. Hay muchas cosas que existen y que no podemos ver. Los ojos no lo captan todo.
Ana: ¡Desde luego! Y menos sin son ojos de marioneta. Te recuerdo que pueden ser un botón o ojos de plástico. Lo que está claro es que no ven ni un pimiento. (Enfadada)
Marta: A lo mejor tienes razón en lo de los ojos, pero yo te advierto que a ti te veo de pena.
Ana: Porque tus ojos no ven nada.
Marta: O porque tus neuronas están desconcertadas.
Ana: ¿Cuáles? ¿Las neuronas de serrín? ¡No! No voy a creerme una teoría tan loca.
Marta: Creo recordar que tu teoría sobre la realidad aún era más descabellada. Te refresco la memoria: llegaste a decir que, en realidad, todos nosotros no éramos más que el sueño enloquecido de la naturaleza. ¡Espera! Fuiste más concreta: el sueño loco de las plantas del jardín. ¡De estás plantas! ¡Ja, ja, ja! Y lo de las marionetas te parece inverosímil.
Ana: Pues sigue pareciéndome lo más sensato. Tratamos tan mal el medioambiente que me parece normal que las plantas nos castiguen con toda esta confusión. Es su modo de vengarse. Al menos yo veo las plantas (Dice señalando ante ellas) ¿Tú no?
Marta: ¡Claro que veo las plantas y lo hago con mis ojos de botón o de plástico! Y con mis pies las pisoteo así. (Comienza a pisarlas) Quiero ver también como se vengan.
Ana: (Angustiada) ¡No! ¡Para, por favor! No lo hagas, te lo suplico. Ellas también son seres vivos. ¡Las estás matando!
Marta: ¡Tranqui, tía! ¿No te das cuenta de que si nosotras somos marionetas de serrín y tela, esas plantas no son más que simple atrezo?
Ana: ¿Atrezo?
Marta: ¡Pues claro! Son plantas tan falsas como nosotras. ¡Ja, ja, ja!
Ana: ¡No sabes de lo que hablas! La naturaleza es lo real, estoy segura. Mucho más real que todo lo que digan los científicos marionetas de Harvard y con tu comportamiento se van a enfurecer y se va a montar una gorda.
Marta: (Termina de pisotear) Esta ya no creo que pueda enfurecerse. ¡Ja, ja! ¡Para que te enteres, planta, de como nos las gastamos las marionetas!
Ana: ¡Has perdido la cabeza por completo!
Marta: A lo mejor es que se me sale el serrín. ¡Ja, ja, ja!
Ana: No veo tu serrín por ninguna parte. Ya te lo he dicho.
Marta: Tampoco yo veo las ondas hertzianas y te aseguro que existen las radios.
Ana: ¿También entre las marionetas hay emisoras de radio?
Marta: Por supuesto. Las marionetas tenemos de todo. Los que nos escriben los guiones nos proporcionan hasta obligaciones, por eso te recuerdo que tenemos que ir a la biblio para el trabajo de ciencias.
Ana: ¡Cielos, es verdad! Con todo este lío de descubrir la realidad en la que vivimos se me había olvidado.
Marta: ¿Y también has olvidado que si no aprobamos no nos dejarán ir de vacaciones solas este verano?
Ana:¡Jo, tía, como tengo la cabeza!
Marta: ¿Llena de serrín? ¡Ja, ja, ja!
Ana: ¡Déjalo, ya! No estoy para bromas.
Marta: Entonces, Ana, vámonos a la biblio de una vez. Deja de pensar en todo lo que no percibes de la realidad y concéntrate en que no nos pongan un real cero.
Ana: Bueno, por una vez tienes razón. Supongo que puedo seguir dándole vueltas al asunto en otro momento.
Marta: ¡Genial! ¡Andando! Me tenías muy preocupada. Empezaba a creer que con tantas dudas sobre las informaciones de los científicos ibas a terminar convertida en una terraplanista. Una de esas personas que creen que el planeta Tierra es plano.
Ana: Ya sabemos, gracias a Newton, que estoy segura de que no era una marioneta, que la fuerza de la gravedad hace que los planetas sean casi esféricos. Y yo, para que te quede claro, ni soy terraplanista ni soy marioneta.
Marta: Lo que tu digas. No le demos más vueltas. Coge el móvil y reserva el puesto en la biblio que vamos a hacer el mejor trabajo de ciencias de nuestras vidas. ¡Nuestras primeras vacaciones sin familia se lo merecen!
Ana: Tendrás que llamar tú. Me he quedado sin batería.
Marta: ¿En serio? ¿Cómo es posible?
Ana: Es que mi teléfono ya está viejísimo y no le dura nada la carga.
Marta: ¡Increíble! ¿Y con semejante problemazo aún te preocupa si eres marioneta o no? ¡Eres una joven sin un móvil operativo! ¡Eso sí que debería preocuparte!
Ana: Si nos ponen buena nota en el trabajo de ciencias, tal vez mi madre me compre otro.
Marta: Cada minuto que pasa ese trabajo de ciencias se vuelve más importante.
Ana: ¡Tienes razón!
Marta: ¿Tengo razón? ¡Eso es música para mis oídos! ¡No lo olvides!
Las dos muchachas se disponen a abandonar el escenario cuando Ana se detiene en seco.
Ana: ¡Espera! Por ahí viene el señor Manuel.
Marta: ¿Quién? ¿El viejo del quinto?
Ana: ¡El mismo! Yo estaba aguardando a que llegase. Quiero saber qué le dice a las plantas. Estoy segura de que él conoce la verdad de la realidad en la que vivimos.
Marta: ¿En serio? ¿Otra vez con lo mismo? ¿Una marioneta entrada en años y con problemas de riego sanguíneo es la que conoce la verdad?