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El tiempo de las marionetas
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El tiempo de las marionetas


por Mila Oya

•eBook de teatro juvenil para títeres en pdf de 30 minutos aprox.
•Lee aquí 10 minutos aprox.

•Sinopsis

Dos marionetas amigas, Ana y Marta, vecinas de un bloque de pisos, descubren que el tiempo ha sido trastocado. La confusión y el miedo es grande, pero ambas, armadas de buen humor y rebeldía, lucharán para seguir adelante con sus vidas. Las complicadas preguntas que se plantean, en esta tarde aciaga, nos animan a cuestionarnos también la realidad en la que vivimos.

•Personajes:

Señor Manuel: Vecino del quinto piso
Señora Teresa: Vecina del primero
Ana: Joven estudiante, vecina del tercero
Marta: Estudiante, amiga de Ana, vecina del sexto

El tiempo de las marionetas
POR MILA OYA

Escena primera

Un cartel que solicita aplausos aparece en escena. Entra Marta pegando saltos preparada para una jornada deportiva.

Marta: ¡Lo siento, llego tarde, llego tarde y solo tenemos una hora para correr! ( De repente se da cuenta de que está sola) ¿Ana? ¿Ana, dónde estás? ¡No me digas que todavía no ha venido, si ya es muy tarde! (Empieza a dar vueltas de un lado a otro sin dejar de dar saltos) ¡Uno, dos, tres! Pero cuándo va a venir. ¡Esto no puede ser! Ella que siempre es tan puntual. Seguro que sigue deprimida. Desde que se le ha dado por reflexionar sobre la realidad está hecha polvo. ¡Qué preocupación! ¡Es que no levanta cabeza! Necesita estas vacaciones de verano más que yo. (Siempre saltando nerviosa de un lado al otro del escenario) ¡Uno, dos, tres! Y si no consigo el título de monitora deportiva, no reuniré el dinero necesario y no podremos irnos juntas. ¡Qué desastre! El tiempo corre y Ana no da señales de vida. ¡La voy a llamar! (Marta manipula el teléfono que tiene pegado en la mano.)
Ana: (Se oye la voz de Ana) ¡Hola, Marta!
Marta: ¡Hola! ¿Dónde estás? Llevo una hora esperándote en el jardín del edificio. ¿No recuerdas que quedamos para que me ayudaras a preparar la prueba de monitora deportiva?
Ana: ¿Llevas una hora esperando? Pero si no han pasado ni dos minutos de la hora de la cita.
Marta: Bueno, chica, quien dice una hora dice unos minutos. La cuestión es que tu siempre eres la súper puntual, la que siempre llega antes de la hora y desde que te pasas el día reflexionando sobre asuntos filosóficos te olvidas de todo lo demás. Eso de “de dónde venimos y adónde vamos” está muy bien, es fundamental, pero como no te centres en lo importante, no vamos a ir de vacaciones este verano y lo necesitas más que yo.
Ana: Es verdad que desde que se ha revelado la verdad de que somos marionetas, no dejo de darle vueltas a la cabeza, porque no termino de creérmelo. Pero no me he retrasado por eso. Es que mi madre aún no ha regresado del hospital. Cuando termina su turno, hace la compra y yo la espero para ordenarlo todo antes de salir. Es extraño que aún no haya llegado.
Marta: Seguro que está atrapada en un atasco.
Ana: Es posible. Tengo que esperarla. Bajaré tan pronto llegue.
Marta: ¡Está bien! No tardes y deja de darle vueltas a la cabeza al asunto de las marionetas. Yo me lo creo y estoy tan feliz como siempre.
Ana: Es que tú eres así. Te lo tragas todo.
Marta: Vale, como quieras. Pero baja cuanto antes.
Ana: Te lo prometo. Tan pronto termine con mi madre, nos ponemos con los ejercicios de tu prueba de monitora deportiva. ¡Hasta ahora!
Marta: ¡Aquí te espero calentando! ¡Adiós! Ojala que mientras espera a su madre no se le de por darle más vueltas a lo de las marionetas o va a terminar perdiendo la cabeza. (Una vez ha colgado, sigue dando saltos) ¡Uno, dos, tres!

De repente, se detiene y observa la lejanía.

Marta: Mira quien viene por ahí ¡Lo que nos faltaba! Como lo vea Ana se va a poner de los nervios. Ella lo culpa de todo el lío de las marionetas. Me voy a esconder por aquí a ver qué pasa.

Marta se oculta en un rincón del escenario. En el extremo opuesto aparece el señor Manuel, avanza hasta la mitad del escenario y se enfrenta al público. Marta observa atentamente al hombre.

Señor Manuel: ¡Hola, soy Albert Einstein, un físico alemán. Realmente soy el científico más importante y popular del siglo XX. Yo soy el máquina de la relatividad, el mastermind del depende, el enemigo de lo absoluto. Ya veo que todos me conocéis. ¡Genial! ¡Es que soy un verdadero icono pop! Y hoy he venido hablaros del tiempo. ¿Por qué? Pues porque tengo tiempo. ¡Je, je! ¡Qué chispa la mía! ¡Ja, ja, ja! ¿Alguien sabe qué es el tiempo? ¿Acaso existe realmente el tiempo o es un invento humano para encajar la realidad con su forma de pensar? Antes de que yo apareciera en el mundo, el tiempo solo era una magnitud física que medía la duración o separación de los acontecimientos y nos permitía organizar los sucesos en pasado, presente y futuro. Esto lo tenéis claro, ¿no? Quedamos a las cinco y no apareces hasta las seis. Me cabreo, te digo que he pasado una hora insultándote. Esa es pasado. Te echo una bronca de campeonato, en el presente, y en el futuro te irás a la mierda, porque yo me largo. ¡Explicación brillante! Es que yo soy así: un grande. Pero a mi todo esto me parecía demasiado sencillo y, por lo que sabemos, la realidad no tiene nada de simple. Así que, tras estrujarme las meninges, llegué a la conclusión de que esa idea de tiempo absoluto era una chorrada de campeonato y que el tiempo no podía estar separado de las tres dimensiones espaciales, largo, ancho y alto, sino que igual que ellas depende, atención a la palabreja: depende, depende pues del observador. ¿Soy o no soy el mastermind del depende? ¡Claro que sí! Y por eso me inventé el espacio tiempo: ¡La cuarta dimensión! Y me quedé tan ancho, alto y largo en mi espacio tiempo. ¡Je, je , je! ¿Y qué conclusiones sacamos de esta cuarta dimensión del espacio tiempo? Muy sencillo. Si un astronauta abandona la nave nodriza y desciende a un planeta sometido a una intensísima gravedad por estar cerca del un agujero negro, cuando regrese tras una hora, en la nave nodriza habrán transcurrido veintitantos años. Bueno, esto realmente lo vi en una peli, pero así es, porque yo establecí no solo que en el universo el espacio y el tiempo son inseparables sino que a mayor velocidad el tiempo se ralentiza. Y no pasó mucho tiempo, del espacio tiempo, Ja, ja, ja, hasta que unos sujetos mandaron al espacio unos satélites con relojes muy tochos y cuando regresaron vieron que estos se habían retrasado y no porque nadie les hubiese dado cuerda, o cosas así, sino porque a mayor velocidad el tiempo se ralentiza. Osea que yo tenía razón. ¿Acaso alguien lo dudaba? Pues hasta yo dudaba, pero hoy es un hecho incontestable. ¿Qué tal? ¿Os ha quedado claro?

En ese instante Marta que se hallaba oculta, avanza rápidamente para encontrarse con el señor Manuel.

Marta: A mi no mucho, señor Manuel. Pero ya me ha dado un susto de muerte. ¿En qué va afectar todo ese lío del tiempo que ha contado a la cita con mi amiga? ¿Si me muevo muy deprisa ella va a tardar más, señor Manuel?
Señor Manuel: ¡Cómo que señor Manuel! ¿No te ha quedado claro que soy Albert Einstein? ¿Y tú quién eres, la hija de la enfermera del tercero?
Marta: No. Esa es Ana, mi amiga. Yo vivo en el sexto, señor Manuel. Me llamo Marta.
Señor Manuel: Y dale con el señor Manuel. ¡Soy Einstein! Claro, como no puedo echar la lengua no me reconoces.
Marta: Perdóneme señor M… Einstein. Yo estaba escuchándole y quería saber qué terribles consecuencias tendrá ese asunto del tiempo relativo a la posición y velocidad del observador en nuestra vida. Usted sabrá que cada vez que baja al jardín del edificio a soltar una chapa, perdón, a hablar con su público, después, en nuestro mundo, se monta la gorda, al menos eso es lo que dice mi amiga Ana.
Señor Manuel: ¡Qué público ni qué público! Estoy aquí hablando con las plantas. ¿Qué tiene eso de malo?
Marta: ¡Anda! Así que usted sabe que no hay público y que solo le habla a las plantas.
Señor Manuel: (Entre dientes) Esta chica no es muy lista que digamos. (En voz alta) ¡Cómo se te ocurre que el gran Albert Einstein no distinga las plantas de las personas!
Marta: ¡Lo siento otra vez! Es que la señora Teresa, la del primero, dice que anda usted un poco mal de salud. Algo sobre problemillas de riego, ha dicho.
Señor Manuel: Claro, como lo dice la señora Teresa, la del primero, pues ya ponemos en cuestión el riego del cerebro del científico más importante del siglo XX. Pues sabrás, jovencita, que mi cerebro no tiene ningún problemilla, como tu dices, es excepcional y por eso está conservado en un frasco para su estudio.
Marta: (Murmura) Así le va sin cerebro.
Señor Manuel: ¿Cómo dices? Habla más alto que no te oigo que tengo un problemilla de sordera.
Marta: (Gritando) Le decía que me interesa saber en qué nos afectan sus descubrimientos sobre el tiempo. ¿Tiene algo que ver con que una clase de mate se haga larguísima y una peli chula parezca que termine demasiado pronto?
Señor Manuel: ¡Puf! (Resopla) Eso tiene que ver con tus neuronas, jovencita, y no con mi teoría de la relatividad. Con tu cerebro, que no tendrá “problemillas” de riego, claro, pero tiene problemillas de conocimiento. De poco conocimiento, me refiero. ¡Je, je! Pero aún así cuentas con un reloj circadiano en el núcleo supraquiasmático de tu cerebro para sincronizarlo con el sol. Además de otras colecciones de células cerebrales para gobernar el tiempo inferior al segundo y otros procedimientos complejos para afinar los milisegundos.
Marta: ¡Menudo rollo! (Musita y en alto dice) Todo eso está muy bien, señor M.. Albert Einstein, pero para serle sincera lo que me preocupa son las consecuencias de sus peroratas aquí, en el jardín del edificio. Supongo que ya sabrá que tras cada una de sus famosas charletas con las plantas todo nuestro mundo se pone patas arriba. Le recuerdo que dicen que es por su culpa que se ha corrido la noticia de que todos somos marionetas.
Señor Manuel: ¡Ja, ja, ja! Eso he oído por ahí.
Marta: A usted le hará mucha gracia, señor M. Einstein, pero, por ejemplo, a mi amiga Ana le ha sentado fatal. Se pasa el día reflexionando sobre quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
Señor Manuel: ¿Y qué tiene eso de malo? Se llama crecimiento personal.
Marta: Tal vez sea muy estupendo, pero tanto reflexionar no le deja tiempo para atender asuntos urgentes como nuestras primeras vacaciones sin familia. Esto, señor Eisntein, es un asunto crucial, aunque no lo parezca. Por eso necesito saber qué gran misterio se va a revelar ahora que le ha contado a las plantas que el espacio tiempo es la cuarta dimensión y que no es absoluto, porque depende de la velocidad y posición del observador.
Señor Manuel: A lo mejor te refieres a esas teorías que hablan de que como el espacio y el tiempo están unidos formando la cuarta dimensión, en realidad el tiempo está fijo en el espacio como una serie de fotogramas estáticos a los que eventualmente podríamos visitar.
Marta: ¿Pero qué me está diciendo? ¿Qué todo existe a la vez?

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