Hacer cola puede resultarnos agotador y una pérdida de tiempo. Pero la cola es como la vida, en ella nos encontramos con personajes diferentes, con sus anhelos y sus problemas. En las colas de esta obra nos topamos con el mundo, el nuestro y el de los demás y nos enfrentamos a la dura realidad de otras vidas que en muchos casos ignoramos. En La Cola se ríe y se llora. En La Cola también se vive.
Personajes:
Gabriel Gutiérrez- Ejecutivo de agencia de valores
Ernesto- Administrativo
Tina- Joven adinerada
Vagabundo- Sin techo aficionado al alcohol
Binta- Mujer joven
Aminata- Mujer madura
La Cola
POR MILA OYA
Primera escena
En el escenario hay una cola orientada hacia la izquierda. En ella vemos dos hombres. El primero, con bigote y traje, se halla sentado sobre una silla de pesca leyendo un periódico económico (color salmón) de cara al público. Es Gabriel. Tras él, formando cola, se encuentra Ernesto. Está en pie, evidentemente nervioso, estrujándose los dedos y moviéndose todo el tiempo, pero sin alejarse de su puesto.
Permanecen en silencio durante unos segundos. Uno sentado, leyendo tranquilamente y otro en pie, inquieto y expectante.
De repente, Gabriel baja el periódico, se vuelve y levanta la cabeza para hablar con aquel que supuestamente le precede en la cola.
Gabriel- ¡Oiga, por favor! ¡Tengan un poco de cuidado! Estoy intentando leer el periódico y no hacen más que darme patadas. ¡Conservemos, señores, la calma y llevémonos bien, que nos queda todavía mucho tiempo por delante! Y lo mejor es evitar conflictos. (Se da la vuelta de nuevo y mira para Ernesto) ¿No cree usted que sería lo más inteligente? Esta gente es muy impaciente. (Se refiere a los que están delante de él en la cola) ¿Se piensan que montando jaleo y protestando van a conseguir que la cola avance más deprisa? ¡Pus eso no va a suceder! Nos queda todavía mucho que esperar. (De nuevo se cubre el rostro con el periódico de hojas rosadas)
Ernesto- (Preocupado) ¿Usted cree entonces que esto va para largo?
Gabriel- (Asoma de nuevo tras el periódico) ¡Pues claro! Yo de usted me relajaría, porque tenemos para toda la noche. Eso está más que claro. (Regresa a la lectura)
Ernesto recibe la noticia con evidente contrariedad. Se pasa las manos por la cabeza, se estruja los dedos, da vueltas sobre si mismo.
Ernesto-(Dice entre dientes) No puede ser. ¡Es que esto no puede ser! (Al fin levanta la voz nervioso) ¡Es que yo tengo mujer!
Gabriel- (Oculto detrás del periódico) ¡Pues muy bien! Aunque no sé si felicitarlo o darle el pésame.
Ernesto- Me refiero a que tengo responsabilidades. ¡No puedo permanecer toda la noche al raso haciendo cola! ¡Suena ridículo!
Gabriel- (Dobla el periódico y lo deposita sobre sus piernas) ¿Ridículo? Pregúntele a este centenar de personas que nos preceden en la cola.
¡Pregúnteles si les parece ridículo hacer noche en la acera en espera a que les llegue su turno! Le aseguro que la respuesta sería negativa.
Ernesto- ¡Usted no lo entiende! ¡Tengo problemas!
Gabriel- ¿Problemas? ¡Pues está usted de suerte! ¡El mundo entero está repleto de problemas y usted ha dado con un profesional de los problemas! Gabriel Gutiérrez, uno de los más notables ejecutivos de Standars and Standars, para servirle.
Sin levantarse de la silla de pesca, Gabriel le tiende la mano a Ernesto. Este recibe el intensísimo apretón con evidentes gestos de dolor. Cuando al fin recupera la mano, sopla sobre ella para aliviarla al tiempo que se dirige a Gabriel.
Ernesto- Yo, Ernesto (Musita todavía dolorido), administrativo, no tan notable. ¿Es usted un profesional de la resolución de conflictos?
Gabriel- ¿Conflictos? ¡No, hombre, no! Yo soy un profesional de los problemas, porque los conozco de todo tipo. En Standars and Standars lo sabemos todo del mundo. ¡Todo! No se nos escapa ni un detalle. (Abre el periódico de páginas rosadas y recita las cabeceras de las noticias.) “La especulación con las materias primas provoca una terrible hambruna en el mundo. Millones de niños mueren por desnutrición cada día.” “La guerra del coltán que ya se ha cobrado más vidas que las que se perdieron durante la segunda guerra mundial, continúa provocando enfermedad, miseria y muerte.” “La crisis económica mundial expulsa del mercado de trabajo a millares de personas, condenándolos a la miseria” (Levanta la mirada hacia Ernesto) ¿Está incluido su problema en alguno de estos titulares?
Ernesto- ¡No, claro que no!
Gabriel- O sea que su problema ni tiene que ver con la especulación de las materias primas ni con el coltán ni con la pérdida del empleo.
Ernesto- El coltán no tengo ni idea de qué es. Pero sobre la pérdida del empleo será mejor ni hablar. ¡Por si las moscas!
Gabriel- ¡Es increíble de lo poco que se entera la gente de a pie de lo que sucede a su alrededor! ¡Es fantástico! Y aunque como uno de los más notables ejecutivos de Standars and Standars, no tengo especial interés en que las clases populares descubran la realidad del mundo en que vivimos, yo, en deferencia a usted como compañero de cola,- ¡qué no de colita!-, ¡Ja ja ja! y como profesional de los problemas, puedo aclararle lo del coltán. Si le parece bien, por supuesto.
Ernesto- (Dubitativo) Bueno, yo. Es que tengo mujer en casa. Ya sabe, responsabilidades. Y el tiempo pasa, corre, quiero decir. Y yo, claro, estaría mejor en mi sofá que aquí al raso.
Gabriel- Pues se lo aclaro todo en un momento. (Recita en tono solemne de maestro) El coltán es una mezcla de los minerales columbita y tantalita.
Ernesto- Me parece bien. Está muy bien sí, eso del coltán. Pero es que yo… Mi casa….
Gabriel- Sí, claro. Hay coltán en su casa, por supuesto. Material fundamental para la telefonía móvil, para la fabricación de ordenadores, teles de plasma, GPS, aeronáutica, video juegos, armas, equipos de hospitales… Resumiendo: para todo aquello que lleve un condensador electrolítico, que según parece, es todo aparatito que veamos a nuestro alrededor. Hasta en los piersings de esos que con los que se recubre el cuerpo la juventud encontramos coltán. ¿No llevará su mujer un piersing también y de ahí sus problemas?
Ernesto- ¡No, por favor! ¡Nada de coltán y nada de piersings! Mi mujer está en casa sin problema alguno.
Gabriel- ¡Pues entonces relájese, hombre! ¡No tiene usted problemas! Ni especula con las materias primas, ni ha perdido su trabajo y ni siquiera está involucrado en las guerras del coltán. ¡Es que es usted la envidia de la calle, amigo mío! ¡Aproveche, hombre, y sea usted feliz! ¡Qué la vida son dos días! (Se vuelve para hablar de nuevo con el resto de la cola que lo precede) ¡Por favor, relájense un poquito, que me están machacando los riñones a patadas! ¡Qué nadie les va a quitar el turno! (Se gira hacia Ernesto y musita confidencialmente) Estos nos van a dar la noche.
Ernesto- (Aterrado) ¿Es que vamos a pasar aquí la noche? ¿La noche entera?
Gabriel- ¡Amigo Ernesto, lo veo a usted mal! Haga caso del consejo de un buen amigo y tómese la vida con más calma. Haga como yo. (De debajo de la silla saca un termo) ¡Aquí tengo café calentito para enfrentar el frío! ¿Qué le parece mi termo de alta tecnología? ¿Adecuado para un alto ejecutivo agresivo de Standars and Standars, como quien le habla? ¡Seguro que también contiene coltán!
Ernesto- (Continúa en pie y cada vez más nervioso) ¡Muchas gracias, pero paso de café y de coltán también! Ya estoy suficientemente nervioso sin nada de eso.
Gabriel- Es verdad. Hace usted muy bien en evitar el café y el coltán. El primero produce insomnio y pone los nervios de punta, todo el mundo lo sabe, y el coltán, en África ya ha matado a más de cuatro millones de personas, o sea que, muy saludable no debe ser.
Ernesto- Yo lo único que deseo es regresar a casa con mi mujer.
Gabriel- Entiendo. Su mujer, que no tiene piersings.
Ernesto- ¡No, por favor, nada de piersings! Solo está embarazada.
Gabriel- ¡Vaya, ahora le entiendo! Nada de coltán entonces.
Ernesto- ¡Ya se lo estoy diciendo! ¡Nada coltán! ¡Solo un embarazo!
Gabriel- Pues me pone de nuevo en un compromiso. No sé si felicitarlo o darle el pésame.
Ernesto-(Escandalizado) ¿Cómo puede decir algo así? ¡Nosotros estamos encantados! ¡Estamos como locos con esta noticia! ¡Somos felices!
Gabriel- Perdone que se lo diga, amigo mío, pero me confunde usted. ¿No decía que tenía problemas? ¡Aclárese! ¿Está usted feliz o tiene problemas! ¡Hombre, que yo quisiera ayudarle, pero si no se aclara no veo la manera!
Ernesto- (Casi fuera de sí) ¡Estamos henchidos de felicidad ante la llegada de nuestro primer hijo, pero a la vez estoy angustiado por tener que dejar a mi mujer sola durante toda la noche! Es primeriza, sabe usted. Y ni tiene piersing alguno y dudo que haya oído hablar antes del coltán.
Gabriel- (Agita la cabeza negando) No, amigo mío. No, eso no está nada bien.
Ernesto- No, claro, en eso le doy a usted la razón. Dejar a una mujer primeriza sola no está nada bien. Por eso estoy tan preocupado.
Gabriel- Perdone que le lleve la contraria. Pero yo me refería a que no está nada bien la desinformación. Eso de no haber oído hablar antes del coltán siendo este un actor que nos acompaña en cada uno de los sencillos gestos de nuestra vida, no está nada bien, señor mío. Y mire que lo que le digo va en contra de mis propios intereses y de los de la gran Standars and Standars. Cuanto menos sepan ustedes mejor nos irá a nosotros. Pero soy un tipo solidario y usted mi colega de cola. No debería permanecer más tiempo en la ignorancia o al final pagará por ello. Afortunadamente ha dado usted con un hombre culto e informado como yo. ¡Es usted un tipo con suerte y su mujer también, por supuesto! Ahora ya puede llamarla y hablarle, por ejemplo, sobre el coltán. Curioso, ¿verdad? Le hablará sobre el coltán del que ella lo desconoce todo, a través de un dispositivo que lo precisa para funcionar: el móvil.
Ernesto- (Entre dientes y con ironía) ¡Sí, un tipo con mucha suerte! (Se gira para dar la espalda a Gabriel mientras saca el teléfono móvil del bolsillo del pantalón)
Gabriel- ¡Así me gusta! No se debe perder tiempo para transmitir información. La información lo es todo hoy en día. El que no sabe lo que se cuece en el mundo termina escaldado. Es mejor estar al cabo de la calle. Yo, ya le he dicho, soy un profesional de los problemas. Los conozco todos al dedillo. Unos dicen que soy un experto en estas lides porque la mayoría de los problemas de nuestra sociedad los provocamos gente como yo. ¡Opiniones simplistas! ¡Lenguas maledicentes, desde luego! ¡Injustas acusaciones! Si en Standars and Standars no fuéramos buena gente, ¿por qué iba a estar yo ahora revelando todos estos secretos al populacho? Y no me diga que para darme importancia. ¡Sería una maldad de su parte muy típica de las clases populares!
Ernesto- (Habla por teléfono sin atender la perorata de Gabriel) ¿Laura? ¡Soy yo! ¿Me oyes?
Es el momento en el que un nuevo personaje aparece en escena. Es Tina, una mujer joven, elegantemente vestida que avanza con su perrito de lanas hasta situarse justo detrás de Ernesto.
Ernesto- ¿Me oyes? ¿Laura?
Tina- Le oigo perfectamente, caballero. Pero ya nadie me llama Laura desde mi mayoría de edad. Tina es como me conocen ahora mis amigos, Tina Alt. Es más sofisticado, más chic. ¿No creen?
Ernesto- ¡Soy yo, Laura! Estoy en la calle, haciendo cola.
Tina- ¡Ja! ¡Qué gracia! Si no estaba hablando conmigo. ¡Qué casualidad, el mismo nombre!
Ernesto- ¡No, claro que no! Te digo que estoy en la calle, en la cola…… Sí, hay una mujer. Tampoco está prohibido que las mujeres hagan cola……..
Gabriel- (Sin levantarse de la silla le tiende la mano) ¡Es un placer! Yo soy Gabriel Gutiérrez, uno de los más notables ejecutivos de la gran Standars and Stadars, para servirle a usted.
Tina- (Se acerca para el apretón de manos) ¡Ja! ¡Pero qué casualidad fantástica! ¡Se llama usted Gabriel como mi perrito! ¡Qué momento más delicioso!
Gabriel- (Pierde el buen talante durante un segundo mirando con gesto adusto al perrito faldero) ¡Así que Gabriel, para este mini perro!
Tina- Puede llamarle Gabi, como los amigos.
Gabriel- No quisiera ser grosero, pero no soy de los que intiman tan aprisa.
Ernesto- ¿Cómo dices? ¿Me oyes? ¿No se me oye? ¿Qué pasa con la cobertura?
Tina- ¡Qué desolación! No hay nada peor que quedarse sin cobertura. Se lo digo yo. (A Gabriel)
Gabriel- En eso tengo que darle la razón. Es cosa del coltán. ¡El gran problema del coltán!
Tina- Ah ¿sí? ¡No me diga! Pues no tenía noticia alguna sobre el tema. ¿Colán, le llama usted? ¿Es eso de que te quiten el puesto en la cola? ¿Se colán?
Ernesto- (Al teléfono) Es que parece que voy a tener que pasar la noche aquí.--------
Gabriel- (A Tina) ¡Cielos, no! ¡Nada que se le parezca, bella señorita! Está claro que usted tampoco sabe nada sobre el coltán. ¡Es increíble! Pero no se preocupe. Usted no parece pertenecer a las clases populares.
Tina- De eso puede estar usted seguro, amable caballero.
Gabriel- Entonces no es tan urgente informarse sobre la realidad que le rodea. Total, ¿para qué preocuparse de la multitud de problemas que azotan el mundo, si las cosas siempre nos van de perlas? Sería un modo como otro cualquiera de perder el tiempo. Dicen que la curiosidad mató al gato. Aunque también dicen que el saber no ocupa lugar.
Tina-Ya se sabe que la cultura de las clases bajas siempre es contradictoria.
Ernesto-(Al teléfono) Ya sé que es absurdo. Pero ¿qué quieres que haga yo? Solo soy un maldito mandado. Me queda esto o perder el empleo. Así están las cosas.
Gabriel-(A Tina) ¿Oye usted? ¡Lo que yo decía! Estos son los problemas que azotan el mundo: la pérdida del puesto de trabajo, la miseria y el coltán.
Tina- Lo del trabajo y la miseria me suenan, la verdad. De lejos, pero me suenan. Aunque eso del Corán no tanto ¿No tiene que ver con algo religioso? Es verdad que el rollito religioso siempre crea un montón de problemas. ¡Eso lo sé hasta yo! ¡Ji ji! Seguro que si le preguntáramos a mi querido Gabi, él también lo sabría. ¡Es un perrito tan listo! ¡Una verdadera monada! (Besa al can).
Ernesto- Te llamaré dentro de un rato, a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Pero no te prometo nada. La cosa no pinta bien.-------- Yo también te quiero, amor. ¡Hasta luego!
Gabriel- Se llama coltán y no Corán, bella princesa. Aunque yo diría que ni su monada de perrito ni usted van muy desencaminados con eso de que el coltán tiene su aspecto religioso. ¿No es acaso la economía como una religión que presenta sus principios ideológicos como una verdad absoluta y revelada que debe ser seguida a pie juntillas? ¿No santifica acaso la codicia como el motor fundamental del desarrollo de la humanidad: si existe lo quiero y si tu lo tienes te lo quito?
Tina- ¡Por supuesto que lo quiero! ¡Claro que sí! ¡Habla usted como un verdadero y atractivo ejecutivo agresivo! ¡Qué delicia! ¡Qué cucadita! Pues le diré que yo soy practicante de esa religión. Por eso me extraña tanto que no me suene nada eso del coltán. ¿Es acaso un nuevo gurú del dinero?
Ernesto- (Continúa con los nervios de punta) Perdone que les interrumpa. ¿Les importaría guardarme el turno durante unos minutos. Me gustaría adelantarme en la cola para informarme de si hasta mañana no va a haber noticias.
Gabriel- ¡Vaya, amigo mío, e infórmese! Ya sabe que la información es vital. Nuestra amiga Tina y yo tenemos una conversación pendiente y mucho más que interesante.
Ernesto- ¡Pues muchas gracias! No saben cuánto se lo agradezco. En un par de minutos estoy de vuelta.
Gabriel- ¡Tómeselo con calma, muchacho, que aquí nadie le va a echar de menos! (Dice mirando a Tina con una sonrisa ansiosa)
Tina-(Al perro) ¡Cómo va mi pequeño Gabi! ¿Listo para hacer tus cositas? (A Gabriel) Pues parece que sí, que está listo. ¡Qué lástima que no podamos seguir con esta conversación que prometía ser tan interesante! Así es la vida de dura. La obligación me llama y tengo que concentrarme en las necesidades primarias de su tocayo, Gabi, que pronto dejará por aquí sus cosillas.
Gabriel- ¡Anda! O sea que usted no venía a la cola.
Tina- ¡No, qué horror, una cola! ¡No! ¡Definitivamente no! No soy yo de hacer cola con gente de a pie. Ya sabrá usted que mi religión me prohíbe cosas de ese tipo. Y como muy bien ha dicho, hay que seguir los preceptos a pie juntillas. ¿Verdad, amor? (Le pregunta al perro)
Gabriel- Pues es una lástima. Sería para usted una magnífica experiencia. La gente de a pie suele ser muy pintoresca, curiosa. Mire a este buen amigo, Ernesto. La preocupación por su futura paternidad es enternecedora. La gente de a pie tiene estas cosas. Yo disfruto mucho con el trato con la gente común. Es extraña, sí, se lo admito, pero muy entrañable.
Tina- Sí. Se ve que es usted un hombre de mundo.
Gabriel- (Hinchado de orgullo) ¡Chica lista! La gente, amiga mía, me resulta muy interesante.
Tina-¿Tan interesante como le resulta eso del coltán?
Gabriel- Permítame que le diga que el coltán es un extraño mineral que sabe mejor que nadie con qué tipo de gente debe mezclarse. Al africano le cae fatal. Ni se imagina qué profundo daño le produce al africano medio. Pero al occidental, al occidental le sienta de maravilla. Ya sabe, con tantos aparatejos que necesitamos para vivir, el coltán se convierte en nuestro cómplice para una vida más cómoda. Teles, teléfonos, ordenadores, armas…, objetos útiles que producen mucho dinero.
Tina- Artilugios imprescindibles para la vida moderna.
Gabriel- ¡Exactamente! Pero si uno es africano, el coltán le cae peor que un ataque de gota. Se lo digo yo que de gota también sé un rato largo. Hágame caso, a un nativo le sienta el coltán peor que mal.
Tina- ¿Para la salud?
Gabriel- Principalmente. Produce enfermedades, lesiones graves, impide la correcta alimentación, obliga a grandes desplazamientos, provoca la proliferación de armas de fuego, hasta se habla de pérdida de miembros y en muchos casos de la muerte.
Tina- ¿Pero qué me dice? ¿Es que acaso en ese continente se comen el tal coltán sin saber lo indigesto que es?
Gabriel- ¡No, que va! Les sienta mal sin más. Ni siquiera necesitan comerlo para que les caiga como una piedra. Por eso, principalmente, es por lo que nos lo traemos a occidente. Aquí sabemos mejor como utilizarlo, como sacarle partido sin sufrir sus molestos efectos secundarios.
Tina- Claro. En occidente sabemos hacer muchas y grandes cosas.
Gabriel- En eso también, preciosidad, estamos usted y yo de acuerdo. (Con una sonrisita picarona)
Ernesto regresa a su lugar en la cola desolado.
Ernesto- ¡Nada! No hay manera. ¡Vamos a tener que pasar la noche al fresco! ¡Es que no me lo puedo creer! ¡Esto es una locura! Mi mujer se va a agarrar un buen mosqueo. ¡Normal! ¡Esto no hay quien lo entienda!
Gabriel- ¡Amigo mío, no se me ahogue en un vaso de agua! Siéntese a mi lado, bebamos algo de café y ya verá como se anima a pasar la noche entre camaradas.
Tina- ¿Sirven café en la cola?
Gabriel- (Mostrando su termo) El mejor de la zona, bella jovencita. Si su pequeño “Gabi” puede aguantar sus cosillas durante unos minutos, la invitaría a una tacita. Ya verá qué delicioso.
Ernesto- No, gracias. Ya le he dicho que estoy suficientemente nervioso sin más estimulantes.
Gabriel- Es este un café muy particular: relajante. Se lo digo en serio. ¡Insisto y cuando insisto nunca desisto! ¡Ja ja ja! ¡Ingenio natural! Dele usted solo un sorbito, por favor, y ya me dirá.
Ernesto-(Resignado) Vale, pero solo un sorbo pequeño.
Gabriel- (Sirviendo en un vaso de papel el café de Ernesto y tendiéndoselo) Aquí tiene y ya me dirá. (Sirviendo otro y tendiéndoselo a Tina) Aquí tiene, bella señorita. Le va a encantar.
Ernesto da un pequeño sorbo y empieza a toser. Tina bebe a su vez y levanta la cabeza sorprendida.
Ernesto- Pero esto no es solo café.
Gabriel- (Tomándose un gran sorbo de su taza) Delicioso ¿no le parece?
Ernesto- No está mal. Pero está un poco fuerte para mi gusto.
Gabriel- Le relajará. ¡Hágame caso!
Tina- (Repitiendo una y otra vez los sorbitos) ¡Es muy sabroso! ¿Es café de Colombia?
Gabriel- No, es escocés a la malta. Una exquisitez.
Tina- Tiene usted razón. (Le tiende de nuevo la taza) Si no le molesta… Es que tiene un aroma delicado y embriagador.
Ernesto- (Repitiendo sorbo) Y qué lo diga.
Gabriel- (Rellena el vaso de la mujer y se vuelve a Ernesto) ¿Qué, se anima a otra tacita? ¿A qué se siente algo mejor?
Ernesto- Es extraño sí. Pero tiene usted razón. Ya me siento algo más relajado.
Gabriel- (Llenándose de nuevo la taza y rellenándosela a Ernesto) Es que el café escocés de malta es la cura para todos los males.
Tina- ¿Le gustará también a mi Gabi?
Gabriel- ¡No! (Alarmado al ver que la mujer acerca el vaso al perro) ¡No lo haga, por favor! (La mujer se detiene sobresaltada) No solo es un sacrilegio, es que le podría sentar mal. Ya sabe, le podría caer el rabo o quedarse ciego o las dos cosas a un tiempo. Como el coltán no es para los africanos, tampoco el café escocés de malta le sienta bien a los perros, ni siquiera a esta “monadita” (Con cierta ironía) que se llama Gabi.
Tina- ¡No! ¡Qué espanto! (Retirándoselo de inmediato al perro y dándole ella misma un sorbo al vaso) Lo siento amor, mi pequeño corazoncito, solo intento protegerte.
Gabriel- (Suelta una carcajada divertida sin dejar de rellenar y beber de su taza) Di que sí, “amor” (Le dice al perro) No está hecho el café de Escocia para la boca del perro. ¡Ja! ¡Ja!
Ernesto- (Rompe a reír exageradamente) ¡Qué bueno, qué bueno! Para la boca del perro. ¡Ja! ¡Qué bueno!
Gabriel- Cómo le ha cambiado la cara, amigo mío. Parece usted otro.
Ernesto- (Sonriente tendiendo de nuevo la taza) Pues porque me siento mucho mejor. (Dicho esto se sienta en el suelo cerca de Gabriel)
Gabriel- Ya no le aterra pasar la noche entre nosotros.
Ernesto- Sigo prefiriendo irme a casa, pero parece que a pesar de todo, la velada puede resultar agradable. Incluso divertida.
Tina- Eso parece. (Ella también intenta sentarse en el suelo sin que se le rompa el vestido y pide otra nueva taza)
Gabriel- ¡Por supuesto que resultará divertida y muy enriquecedora! ¡Ya lo verán y me lo agradecerán! Creo que llevado por los efluvios solidarios que proporciona siempre un buen café escocés de malta, les abriré los ojos a esa realidad del mundo que nos rodea y que tanta indiferencia les provoca. ¡Es mi buena obra del día! Para que después me acusen de tiburón financiero. ¡Ja ja! Ya escucho sus halagos, sus exclamaciones de admiración, sus gritos de entusiasmo. ¡Tranquilos, tranquilos! ¡Me ruboriza tanto fervor!
Entra en escena un vagabundo conduciendo un carro de supermercado y se acerca al grupo en silencio. Saca del bolsillo una taza mugrienta y se la tiende a Gabriel.
Vagabundo- ¿Llegué a tiempo para el reparto? ¡Va a ser una noche fría!
Gabriel- ¡Lo siento, amigo, esta es una fiesta privada! No repartimos café al público en general.
Vagabundo- Yo no soy muy general que digamos, más bien particular. Y particularmente me gusta el olor de su café. Es de mis preferidos. Escocés, seguro.
Ernesto-(Ya con una sonrisa tontorrona pintada en el rostro) No sea rácano y haga los honores a nuestro invitado de excepción.
Tina- (Con cara de repulsión) ¿Y quién lo ha invitado si se puede saber?
Ernesto- (Poniéndose en pie y tendiéndole la mano sin taza al vagabundo) Yo mismo. Ernesto. Condenado a formar parte de una ridícula cola durante toda la noche.
Vagabundo- (Extendiéndole todavía la taza a Gabriel) Yo es que soy más de tender tazas que de apretar manos. Usted me disculpará.
Ernesto- ¡Desde luego, faltaría más! (Retirando la mano y sentándose de nuevo) Aquí respetamos las manías de los demás. Somos gente tolerante. Míreme a mí. Aguantado aquí esta estúpida cola todo un día y toda la noche, en lugar de estar en mi casa con mi mujer. ¿Sabe usted? Estamos esperando nuestro primer hijo.
Tina- ¡Qué noticia más deliciosa! ¡Habrá que celebrarlo! (Dice tendiendo una vez más el vaso)
Gabriel se agacha y manipula la bolsa bajo la silla de pescar para rellenar el termo que baja a velocidad trepidante.
Le sirve un chorrito diminuto al vagabundo y mucho más generoso a la mujer.
Gabriel- ¡Qué le vamos a hacer! ¡Todo sea por la harmonía y la concordia mundial! (Dice mientras sirve)
Vagabundo-(A Ernesto) O sea que está usted como yo.
Ernesto-(Confuso) ¿Cómo usted? ¿A qué se refiere? ¿Tengo acaso pinta de vagabundo?
Vagabundo-(De pie, apoyado en su carro de supermercado y dando pequeños sorbitos a su taza) Todavía no, pero dele tiempo al tiempo. Se empieza así, abandonando a la mujer para hacer cola toda la noche y perdiendo el trabajo por tanta salidita nocturna. Le se sigue la afición creciente al café escocés, a la depresión y hablar solo por la calle y se termina como yo; tirando de un carrito repleto de cachivaches y convirtiendo la acera en el domicilio de uno.
Gabriel-¡Nos ha salido un filósofo de andar por casa! ¡La gente es fantástica! (A Tina) Ya se lo había dicho antes. Pintoresca y divertida.
Tina-No sabría qué decirle. Aunque si me sirve algo más de su delicioso café, seguro que se me aclaran las ideas.
Gabriel- ¡Cómo no, princesa! ¡Arrímese usted más a mí y no dude que sus ideas brillarán como nunca antes! (Le rellena la taza)
Ernesto- (Bebiendo a pequeños sorbitos sentado en el suelo, le dice al vagabundo) Espero que esté usted equivocado. Estamos esperando un hijo. La vida nos sonríe y no me gustaría echarlo a rodar todo. ¿Usted cree que hacer esta cola resultará peligroso para nuestra felicidad conyugal?
Vagabundo- Para la felicidad conyugal y para cualquier otro tipo de felicidad que usted conozca. Yo es que de felicidad no sé mucho.
Gabriel- Ese es más mi tema. Los problemas y la felicidad. ¡Eso es lo mío!
Tina- Pues es una gran paradoja. Casi incomprensible. Pero en una cosa tiene usted razón, (A Gabriel) ahora lo veo todo mucho más claro y hasta sus confusas palabras parecen cobrar sentido.
Gabriel- Eso es, amiga mía, el misterioso poder del café escocés de malta.
Vagabundo- ¡El mejor café del mundo! ¡De eso doy yo fe! Mire que hacía tiempo que no lo probaba, pero es darle un pequeño sorbo y recordar el pasado. Dos veces.
Ernesto-(Al vagabundo) Me ha dejado usted preocupado. Mira que si está en lo cierto y esta maldita noche me cuesta mi vida matrimonial y mi futura de felicidad. ¡Sería terrible!
Gabriel- ¡Anímese usted, hombre, que es un agonías! (Le sirve más café) Es imposible que hacer cola le salga tan caro. Seguro que nada le va a ocurrir. ¡Hágame caso y relájese! Yo amenizaré la velada con mi conversación inteligente. Aprenderá usted muchísimo. Le vendrá bien.
Vagabundo- Yo no las tendría todas conmigo. Estas colas son cosa mala. Empieza a circular café de todo tipo y cuando uno está más alegre que nunca…. ¡Pataplof! Sucede la catástrofe y se encuentra uno durmiendo en la calle y entonces no hay vuelta atrás. Se pierde la dignidad. Se pierde todo.
Ernesto-(Bebiendo angustiado) ¡Es espantoso! ¡Ya circula el café y ya me veo pasando la noche aquí con ustedes! Me dirijo inexorablemente hacia la catástrofe vital. (Intenta levantarse del suelo aunque no lo consigue a la primera) ¡Tengo que poner fin a todo esto antes de que sea demasiado tarde!
Gabriel- ¡No pierda los nervios, amigo mío!
Tina- (A Gabriel) Sírvame, por favor, un poco más que todavía no tengo las ideas lo suficientemente claras. Aún no comprendo muy bien de qué va toda esta conversación.
Gabriel- (Manipula de nuevo la botella para recargar el termo y le rellena la taza a la mujer) ¡Cómo no! Engrasemos su cerebro como se merece.
Ernesto-(Por fin consigue ponerse en pie) ¡Ha sido un placer conocerles! (Le tiende la mano sucesivamente a Gabriel, Tina y al vagabundo.) Pero debo tomar las riendas de mi vida cuanto antes y alejarme del peligro. Todo sea por mi futuro retoño.
Vagabundo- ¡Menos mal! ¡Así tocaremos a más!
Ernesto- ¿Cómo dice usted?
Vagabundo- Nada, hijo. Qué es usted un tipo listo. Si yo hubiese actuado como usted otro gallo me hubiese cantado.
Ernesto- ¡Les dejo! ¡Regreso a mi casa! La cola para mí ha terminado.
Gabriel- ¡Fíjese en lo que está haciendo! Piénselo bien. ¿No había dicho que estaba aquí por mandato de su jefe? Recuerde los problemas mundiales de los que le hablé.
Ernesto- ¿Ya estamos con el coltán de nuevo? Ese tema no me interesa en absoluto.
Gabriel- ¡Natural que no le importe! Al fin y al cabo ni le traerá miseria, ni dolor, ni enfermedad, ni lo obligará a cambiarse de casa y mucho menos terminará con su vida y con la de su hijo nonato.
Ernesto- Pues lo que yo decía. Que ni me va ni me viene.
Gabriel- Pero el otro problema, el del desempleo. Creo que ese le afectará mucho antes de lo esperado.
Vagabundo- Claro, es lo que pretendía decir. Empieza uno en una cola de estas, dándole sin descanso al café escocés y termina tirado en la calle sin trabajo ni amigos.
Ernesto-¡Pero si es eso justo lo que quiero evitar regresando a mi casa cuanto antes!
Gabriel-(Sorbiendo de su taza y ofreciéndole más a Ernesto) Tiene usted que recargar. Se le está apagando el cerebro. ¿No ha dicho anteriormente que había sido su jefe el que le encargó hacer cola todo el día?
Ernesto- Sí, claro. De otro modo les aseguro que no me pillarían aquí ni borracho.
Todos ríen al unísono, pues Ernesto no parece muy sereno.
Gabriel- Imagínese la cara que se le va a poner a su jefe cuando mañana le explique que no obedeció sus órdenes, que se marchó a casa y por eso no puede entregarle el Smartphone de última generación que todos los que aquí esperamos, ansiamos con todas nuestras fuerzas.
Ernesto- ¡Tiene usted razón de nuevo! (Se queda un instante pensativo) Pero puedo decirle que cuando llegó mi turno ya se habían agotado todos.
Tina- ¡Qué gracioso! ¿Así que esta cola es para comprar un teléfono? ¿Y yo que creía que eran fans de alguna estrella de cine?
Gabriel- ¿Yo? ¿Un fan? ¡Esta sí que es buena! ¡Ja! ¡Es usted brillante, señorita! Rara pero brillante. Se merece otra taza.
Tina- Pues no sabe cuánto se lo agradezco. (Al perro) ¿Verdad, amor mío, que puedes esperar un ratito más para hacer tus cosillas?
Vagabundo- ¿Es que usted está en la cola para que el perro cague y mee?
Tina-(Horrorizada) ¡Por favor! ¡No! Es el paseo nocturno para sus necesidades primarias.
Vagabundo-¿O sea que el perro también le da al café escocés? ¡Curioso, sí!
Tina- ¿Pero de qué habla usted?
Vagabundo- ¿No estamos hablando de necesidades primarias? ¿A qué otra necesidad primaria puede estar refiriéndose?
Ernesto- (En pie y de nuevo tan nervioso como al principio) ¡Esto es una locura! ¿Qué voy a hacer entonces? ¡Malditos teléfonos móviles!
Vagabundo- ¡Ahora lo entiendo! La cola es para que les regalen unos teléfonos modernos de esos que se llevan en el bolsillo. ¡Increíble!
Gabriel- Está usted desfasado, amigo mío. (Al vagabundo) Será filósofo sí, pero de la Grecia clásica. ¿Cuánto hace que lleva en la calle? ¿Un siglo, dos?
Vagabundo- Por ahí, sí. Ha disparado usted bien.
Gabriel- ¡Normal en mí! Nunca yerro un tiro. Está usted muy pasado de moda. ¿Cómo sino se le pudo haber ocurrido que en una cola nos iban a regalar algo? ¡De eso nada, señor mío! Esto es la sociedad del consumo. Aquí el que quiere algo lo paga. Y todos esperamos por la última generación de Smartphone y pagaremos por ellos. Y a base de bien, desde luego. De eso no le quepa la más mínima duda.
Vagabundo- ¿Entonces, si van a pagar por ellos, por qué hacer noche en la calle en lugar de comprar el teléfono mañana, cuando abran las tiendas?
Gabriel- ¡Está más claro que el agua! ¡Pues para ser los primeros! Ni se imagina lo que voy a fardar mañana con mi nuevo dispositivo. Marca la diferencia. Determina un estilo, un nivel de vida, un status social, el de un principal ejecutivo de la gran empresa Standars and Standars, en mi caso. Claro que estos conceptos ya le suenan a usted a lejanos.
Vagabundo- Me suenan a paparruchas. A eso me suenan. ¿Y a qué le suenan a usted? (Le dice a Ernesto que nervioso bebe al tiempo que se estruja las manos)
Ernesto- A mi me suenan a una encerrona monumental. Es a mi jefe al que le interesa la última tecnología. Es su nivel de vida, su estatus social el que yo me dedico a mantener y todo a cambio de un mísero sueldo y de más de 10 horas diarias de aburrido trabajo de oficina, sin cobrar jamás las horas extras.
Tina-¡Terrible, sí! La vida de un trabajador es horrorosa. Por eso yo no quiero pensar en trabajo ni un minuto de mi vida. Dicen que es lo peor para las arrugas y para que te caigan los pechos.
Gabriel- Nunca lo había oído antes, pero no pongo en duda sus conocimientos. Tiene usted pinta de saberlo todo sobre la inactividad y la lucha contra la caída de pechos.
Tina-(Sonriendo satisfecha) Es verdad. En estos asuntos mis conocimientos son enciclopédicos.
Ernesto- Debería de largarme a pesar de todo. Debería regresar con mi mujer y olvidarme de esta estupidez del teléfono. ¿A quién se le ocurre pasar la noche al fresco lejos de la familia de uno solo por un teléfono?
Gabriel- No sé. (Volviéndose como si contara las personas de la cola) ¿A aproximadamente dos centenares de personas? Entre la que yo me incluyo, por supuesto.
Ernesto- No pretendía ser grosero. Pero, compréndame, mi mujer agobiada por mareos, por antojos, por el miedo propio de una primeriza y yo pasando de todo y haciéndole recaditos fuera del horario laboral a mi jefe. Es que soy un mierda. ¡Esa es la verdad! No tengo agallas para quedarme y no tengo agallas para marcharme.
Ernesto desolado por su situación, tiende la taza hacia Gabriel y se dispone a sentarse derrotado. El vagabundo tenía extendido el brazo desde hacía ya un rato con su cochambrosa taza sin que Gabriel se animase a llenarla. Sin embargo enseguida se dispone a rellenar la recién llegada. El vagabundo se lo impide propinándole un empujón a Ernesto.
Vagabundo- Pero muchacho, ¿qué demonios está haciendo? ¿Echar su vida por la borda? ¡No! ¡No se lo permitiré! Y no piense que lo hago para que seamos uno menos y el café cunda más. ¡Nada de eso! ¡Debajo de toda esta roña hay una buena persona! ¡Se lo aseguro! Es usted un joven prometedor, un futuro padre, no podemos consentir que eche a perder su vida. ¿No es verdad? (Mirando a los demás) ¡Un poco de solidaridad, señores!
Tina- ¿Solidaridad? ¿Tiene que ver con la inactividad o con los rayos UVA? Es que la palabra no me suena nada.
Gabriel- Tiene que ver con negar la máxima de: donde cabe uno caben dos.
Vagabundo- Y que cuatro son multitud. También es una máxima importante.
Gabriel- ¡Muy listo usted! Pero le diré que yo controlo el flujo de café y no estoy obligado a repartirlo con “solidaridad”. ¡Me lo prohíbe mi religión!
Vagabundo-¿Ni siquiera por el bien de un joven trabajador en apuros?
Gabriel- (A Ernesto) Querido amigo, sabe que no tengo ningún interés particular en que se quede usted con nosotros. (Mirando de reojo al vagabundo) Pues aunque algo equivocado, nuestro amigo tiene razón al decir que “tres son multitud” y a mí con la deliciosa compañía de la señorita Tina, me es más que suficiente.
Tina-(Sonriente) Y la del queridísimo Gabi, imagino.
Gabriel- ¡Por supuesto! Y la compañía del mucho más que querido, Gabi a punto de abandonar por ahí sus cosillas. (Irónicamente) O sea que no tengo motivo alguno para retenerle. Por mí puede usted irse o quedarse. Pero piénselo bien. Piense en lo que dirá su jefe, piense en lo que es quedarse en la calle sin trabajo. En lo difícil que le resultará, tal y como están las cosas, encontrar otro empleo. Yo le advierto de esto. Pero es su decisión. Puede escoger entre importunar a su mujer o importunar a su jefe. Ese es su dilema. (Le rellena la taza) Aclárese las ideas y piénselo.
Vagabundo- (Tendiendo de nuevo su taza) Aclarémonos todos las ideas y echémosle una mano a nuestro joven amigo.
Tina-¡Estupendo! ¡Me parece un plan genial!
Gabriel-(Resignado) ¡Está bien! (Mirando al vagabundo) Pero que sepa que es la última ronda.
Tina-¡Pues a por la última ronda! Y solo por solidaridad, claro. Es una palabra nueva, pero la encuentro muy estimulante. De ahora en adelante seré más solidaria. (Mirando como le rellenan la taza) Llénela esta vez hasta arriba. Requiero de toda mi capacidad de solidaridad.
Gabriel- (A Tina confidencialmente) No se preocupe que para usted no será la última tacita. (En voz alta) Pues levantemos nuestras tazas como signo de solidaridad con nuestro amigo en dificultades. ¡Hallaremos la solución a sus problemas! ¡Estoy seguro! ¡A su salud!
Tina- ¡Salud!
Vagabundo-¡Va por usted! (Vacía la taza de un solo trago)
Ernesto-¡Muchas gracias, amigos! ¡Muchas gracias, no saben cuánto le agradezco todo lo que están haciendo por mí! ¡Gracias! ¡Estoy emocionado! (Vacía también su taza con lágrimas en los ojos).
El escenario queda en total oscuridad.
Segunda escena
A la derecha en el escenario vemos tres mujeres, sentadas en el suelo formando una fila, cubiertas con túnicas de colores y de tal manera que ni siquiera vemos sus rostros. La cola está dispuesta en dirección contraria a la anterior.
Transcurren unos segundos de total silencio hasta que una nueva mujer hace acto de presencia en escena. También ella va cubierta con un manto de color con el que se protege de las inclemencias del tiempo. Camina lentamente, exhausta, arrastrando los pies, casi sin aliento. Al fin alcanza la fila y se acomoda en el último lugar. Se deja caer en el suelo como derrotada. Y se queda allí, completamente inmóvil, completamente en silencio. Es Aminata.
Transcurridos varios segundos entra una joven, ataviada de modo similar al resto de las mujeres. Se llama Binta. Lleva un bebe en brazos al que, de vez en cuando, acuna con cariño. Camina con decisión y energía, por su juventud, por su temperamento. Con suavidad se sienta en el lugar que le corresponde, tras la mujer silenciosa e inmóvil.
No transcurren muchos segundos hasta que Binta se decide a hablar. Estira el brazo para tocar a la mujer que la precede.
Binta-Hola (Susurra) Soy Binta.
Aminata, sin apenas mover un músculo, farfulla una respuesta apenas audible.
Binta-(Insiste tirándole del manto) ¿Lleva mucho tiempo esperando? (Aminata farfulla sin darse la vuelta) ¿Sabe si tardarán mucho en empezar? (La misma respuesta) O sea, que tendremos que pasar aquí la noche. (Sin respuesta. Binta acuna a su bebé. Lo mira y se sonríe) ¿Ha oído? Es mi pequeña. Se ha despertado y parece con ganas de fiesta. (Hablándole con cariño a la chiquilla) ¿Qué le pasa a mi pequeña? ¿Tiene ganas de risitas? ¡A ver esas manitas que me como! ¡A ver esos deditos tan suaves como la piel del cocodrilo antes de que el sol la secase! (De nuevo toca la espalda de Aminata para llamar su atención.) ¿Ha oído a mi pequeña? Tiene los pulmones fuertes. Tiene voz fuerte. Es un bebé sano y fuerte. (Aminata la ignora) ¡Venga, mi vida, deberías dormir! ¡Ya es hora! Mamá te va a cantar una canción maravillosa, para que vele tus sueños y espante los monstruos de la jungla, los fieros animales de la noche.
Binta tararea entonces una melodía mientras acuna al bebé en brazos con cariño y una sonrisa en los labios. Aminata sigue inmóvil ignorando a la mujer.
Binta-(Interrumpe la tonada) ¡Ah! ¡Qué sonrisa hermosa! ¡Qué llena de vida estás! (Vuelve a rozar la espalda de Aminata) ¿La ha escuchado? ¿No es una delicia oír sus gorgoritos? ¡Es mi pequeña Dada, es una niña fuerte y sana como nunca antes otra lo había sido en mi familia! ¡Será como un tigre, como un puma, fuerte y sana!
Aminata- (Al fin se vuelve hacia la mujer y se interesa por el bebé) ¡Dada! ¿Se llama Dada tu bebé?
Binta- Así es. Es un nombre precioso. ¿No piensa igual?
Aminata- Y tanto que sí. Es el nombre de mi hija pequeña. Yo se lo puse para recordar a mi madre. También se llamaba así.
Binta-(Abre el manto que cubre al bebé para enseñárselo a Aminata) ¿A qué tiene la sonrisa más bella que haya visto antes?
Aminata- Es bonita tu hija, sí. Y parece muy sana.
Binta- ¡Sana y fuerte como ninguna otra! ¿Verdad que sí, luz en la noche? A ver una sonrisa grande y hermosa para esta nueva amiga.
Aminata- Me nombraron Aminata. Es el nombre que eligió mi padre hace ya demasiado tiempo.
Binta- Yo soy Binta. Es el nombre que más me gustaba. Yo misma lo he elegido. Nadie deseaba que yo tuviese un nombre.
Aminata- Entiendo. Pero tu hija parece muy sana.
Binta- ¡Lo es! Por ello le he puesto un nombre nada más nacer. Aunque le aseguro que la hubiese llamado Dada aunque su aspecto hubiese sido débil y enfermizo. No me hubiesen importado las críticas, los rumores, ni los enfados en el pueblo. Pero ahora todo eso queda atrás. Ya no existe el pueblo. Ya no estoy obligada a escuchar las opiniones de los ancianos. Ahora estamos solas.
Aminata- ¡Es verdad! Estamos solas- (Musitando)
Binta-De ninguna manera iba a condenar a esta preciosidad a vivir sin nombre hasta los siete años, como me sucedió a mí.
Aminata- He conocido a muchos niños en tu situación. Has tenido suerte de llegar a ser una mujer. Los niños sin nombre son débiles. Siempre mueren antes de alcanzar la madurez. Debes comprender que es muy doloroso para sus madres, por ello no los nombran hasta que estén seguras de que la vida no los abandonará antes de tiempo. Intentan así burlar a la muerte.
Binta- Lo sé. También mi madre fue una niña sin nombre. Y trajo al mundo a muchos niños sin nombre que nunca llegaron a tenerlo. Hasta que nací yo. Pero ya fue tarde para ella, para el pueblo y para todos, y yo me quedé sin nombre. Por ello yo misma me busqué uno. Binta está bien. Aunque Dada es mucho más bello. Suena a valor, alegría y vida.
Aminata- Dada. (Musita) Es verdad. Mi hija es valiente y alegre. Una muchacha muy hermosa también. ¿Sabes? (Confiesa sonriendo) Un poco revoltosa sí que es. ¡Y no te imaginas como alborotaba con sus hermanos! ¡Sobre todo con Sene, mi hijo mayor! No se llevaban muy bien. Siempre a la gresca. Pero en el fondo se quieren mucho.
Binta- ¡Qué fortuna tener muchos hijos sanos!
Aminata- Ocho preciosos traje yo al mundo. Pero parece que hace mucho tiempo de eso, demasiado. (Ahora apenada)
Binta-Yo sacaré a esta niña adelante, yo sola. No le faltará de nada. Estoy segura.
Aminata- Eres optimista. El espíritu de tus antepasados te ayudará.
Binta- No lo creo. Nunca me han querido mucho. Les molestaba mi insistencia por tener un nombre. No comprendían el dolor que sienten los niños cuando no pueden ser llamados. La marginación hace mucho daño, provoca demasiado dolor.
Aminata- Es que no tener nombre te protegía de la maldad de los espíritus. Te protegía de la muerte. Tal vez eso te haya salvado.
Binta- No lo creo. Yo me puse Binta desde muy pequeña. Aunque nadie supiese de mi nombre, yo lo he tenido desde siempre. Y a pesar de ello aquí estoy. Soy una mujer adulta, capaz de traer un hijo sano y fuerte a este mundo, de miseria, hambre y guerra. Y de sacarlo adelante, se lo aseguro.
Aminata- ¡Eres optimista y decidida!
Binta- Es que soy lista ¿Sabe? En el pueblo, como no hacía vida con los demás, deambulaba sola por aquí y por allá. Así descubrí el vertedero.
Aminata- ¿Buscabas basura?
Binta- No. Encontré un lugar bastante apartado de nuestra aldea, donde los blancos de la fábrica arrojaban los objetos que ya no necesitaban. Y no vea cuántas cosas nuevas tiran.
Aminata- Pues los gaseoductos son peligrosos. Sus explosiones han matado a cientos, a miles de personas. Has tenido suerte.
Binta- No era fábrica de gas. Eran los edificios cercanos a la mina.
Aminata- (Se da entonces media vuelta y regresa a su posición inicial mientras murmura) ¡Las minas! ¡Las malditas minas!
Binta- ¿No le gustan las minas? No lo comprendo. Para mí fueron una gran oportunidad. Imagínese, yo sola aprendí a leer gracias a las montañas de revistas de todo tipo que los blancos arrojaban al vertedero. Lo sé todo sobre Paris Hilton y las estrellas de Hollywood y las de Bollywood también. Son informaciones muy útiles. Mucho. Por ello le estoy muy agradecida a la mina.
Aminata- (Se vuelve furiosa) ¡Cómo puedes decir algo así! ¡No lo comprendo! ¡Esas minas solo han traído guerras, muerte, dolor y odio! ¡Nada más! ¡Proporcionan riquezas a unos y espanto a todos nosotros! ¿Es que no lo ves? ¡Seguro que la desaparición de tu pueblo tiene que ver con la mina!
Binta- La desaparición de mi pueblo tiene que ver con las armas, la guerra y los hombres. Con eso tiene que ver. Las minas son recientes, pero las armas y las guerras y el afán de los hombres en luchar en ellas, vienen ya de antiguo. Forma parte de ellos su afán por derramar sangre.
Aminata- Todo el mundo sabe que esas armas que tanto detestas, salen de las minas.
Binta- Yo no sé de donde salen las armas. Han llegado de lejos para quedarse para siempre entre nosotros. Los hombres las empuñan y se hacen fuertes con ellas. Y a nosotras no nos queda más que correr, que huir. Hasta llegar aquí. O a algún lugar similar.
Aminata- No creas que no lo sé. He recorrido cientos de kilómetros en busca de comida y protección. Hemos recogido todas nuestras pertenencias y nos hemos sumergido en el polvo del camino. Durante días y días, noches y noches. Mis tres muchachos cargaban con los fardos más pesados. Con ropa y algunos cosas para cocinar. Y lo hacían felices, responsables, satisfechos de ayudar a su madre, a su familia. Ni pensaban en el poder, ni en las armas ni en derramar la sangre de nadie.
Binta- Es posible que hable usted bien, que diga una verdad tras otra. Pero yo tengo a mi niña. No tengo varón. No lo necesito. Ni aquí ni en ninguna otra parte.
Aminata- (Sonríe melancólica) Sin un hombre no tenemos oportunidad.
Binta- Yo soy lista. Ya se lo he dicho antes. Yo misma me he puesto un nombre, yo sola he aprendido a leer. No he necesitado a nadie para traer a mi Dada al mundo ni para llegar hasta aquí. Y mucho menos lo necesitaré para abandonar este país y este continente.
Aminata- (Condescendiente) Lo tienes todo muy bien planeado. (Con cierto tono de incredulidad) ¿Y cómo piensas dejar todo esto atrás? ¿Piensas tal vez embarcar en algún cayuco camino de Europa? No imagino cómo vas a poder pagar el viaje, ahora que tienes a tu Dada.
Binta- Buscaré a un hombre blanco en este campo. Uno agradable y atento y lo enamoraré. Sé cómo hacerlo. De camino aquí, me he cruzado con muchas mujeres, he escuchado relatos y confidencias sobre hombres de aquí y hombres de allá. Hombres al fin y al cabo. He aprendido de ellas que da igual el color de su piel. A todos les gusta yacer con mujeres y seguir su camino. Aunque a veces es posible atraparlos en las redes del amor.
Aminata- ¡Amor! (Repite divertida) Amor, qué curiosa palabra en una cola como esta. Parece pertenecer a otro lugar y a otro tiempo.
Binta- Se dice que el hombre blanco es así: capaz de gran ternura en un momento y de un estallido de furia después capaz de arrasar un país entero. Pero si tienes la suerte de encontrarlo en el momento de la ternura, son generosos y atentos con las mujeres. Y eso es lo que yo debo hacer. Encontrar a uno en ese preciso instante y enredarlo con las artes femeninas.
Aminata- ¡Hombres blancos! ¡Qué locura!
Binta- ¡Hombres negros! ¡Qué locura!
Aminata- Son hombres como tú. De tu pueblo, de tu gente, de tu misma sangre. Sene, Daouda y Abou, mis hijos, valientes, cariñosos con su madre, responsables, decididos. ¡Mis hijos! ¡De mi sangre, de mi cuerpo! ¡De mis entrañas en otro tiempo vivas y hoy ya dormidas para siempre! ¡Mis hijos!