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La Mesa del Rincón
por Mila Oya

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Sinopsis

En un barrio deprimido de cualquier ciudad, los vecinos luchan por salir adelante gracias a la camaradería y al buen humor. Una pareja de misteriosos desconocidos acuden al bar de la calle provocando un gran revuelo entre los parroquianos que a pesar de ser buena gente, tienen mucho que ocultar. Las risas y el misterio nos acompañará hasta que la intriga quede resuelta.

Personajes:

Prim-- Joven camarera.
Rosendo-- Joven roquero.
Abuelo Tomás-- Abuelo de Rosendo.
Don José-- Usurero.
Pepín-- Asistente del usurero.
Remedios-- Anciana cliente del bar.
Mati- Anciana cliente del bar.
Hombre de la mesa del rincón.-
Mujer de la mesa del rincón.-

La Mesa del Rincón
POR MILA OYA

Acto único

Se levanta el telón. Vemos en el escenario un bar con una barra y al menos cinco mesas. En la del rincón se halla sentado un hombre y una mujer vestidos muy formales de traje negro.
Prim, la camarera que lleva su nombre en la solapa, se pasea por el escenario ordenando y limpiando el resto de las mesas, dedicándoles, a cada instante, miradas aviesas y nerviosas a la pareja de la mesa del rincón.
Al fin la camarera regresa a la barra. Ocupa su lugar tras ella y comienza a secar vasos con sorprendente energía, pero con la mirada inquieta que no se aparta mucho la mesa del rincón y de sus misteriosos ocupantes.
Transcurridos unos instantes entra en escena el primer cliente: Rosendo, un joven roquero melenudo, con un cigarrillo liado y apagado colgándole en la comisura de los labios y con una guitarra al hombro. Se dirige a la barra y despliega, para atraer la atención de la camarera, todo el encanto del que es poseedor que tal vez no sea mucho.

Rosendo- ¡Hola, Prim-cesa! ¡Aquí llega Rosendo con su música! (Y añade cantando) ¿Cómo te va esa vida? ¡Tururururú! (Marcando el ritmo de blues con la voz) ¿Cómo te va el amor? ¡Tururururú!
Prim-(Seria y nerviosa sin apartar la mirada de la mesa del fondo emite un gruñido preocupado) ¡Grrrrr!
Rosendo- (Da un pequeño saltito medio asustado medio sorprendido por la reacción y la observa con preocupación) ¡No me asustes, Prim-cesa! ¿Problemas con la digestión? ¿Las habichuelas de la abuela? (Saca un frasco del bolsillo y se lo tiende.) Toma. Lo he comprado para mi abuelo. Evacuol. Te vendrá bien.
Prim-(Sacude la cabeza negando y sin apartar la mirada de la mesa del fondo, continúa gruñendo como intentando llamar la atención de Rosendo) ¡Grrrrrr!
Rosendo- ¡No me digas más! ¡Sufres en silencio tus hemorroides! (Saca de otro bolsillo un tubo) Hemorroidal. Ya sabes, también de mi abuelo.
Prim- (Niega enérgicamente con la cabeza y por fin se aproxima al rincón de la barra donde está Rosendo, deja un momento de secar vasos para susurrar) ¡No, hombre, no! Esos tipos. Estoy segura de que son inspectores.
Rosendo- (Pierde el color, da un salto para retroceder y se saca rápidamente la colilla de la comisura de la boca, la guarda en un bolsillo y se atusa las melenas.) ¡Cagoenlospatucos! ¡MADEROS! ¡¡Soy inocente!! ¡Y no sé nada ni he visto nada! ¡Y esto es tabaco de liar! ¡Qué quede claro!
Prim- ¡Pts! ¡Calla! Qué te van a oír. ¡Disimula! (Retoma el enérgico secado del mismo vaso) ¡Nos vigilan!
Rosendo-(Acongojado, arreglándose la melena) ¡Ahora que me acuerdo, hoy sábado me toca lavarme el pelo!
Prim- (Lo sujeta del brazo para susurrarle) ¡Ni lo sueñes! ¡Tú no te mueves de aquí si quieres exista la más mínima posibilidad de que, en algún momento, por lejano que sea, tengas que ver algo conmigo!
Rosendo- (Abre los ojos como platos) ¿Quieres decir lo que visualizo ahora mismo en mi mente? Tú, yo, nosotros y, por pequeño que sea, algún instante íntimo, por ejemplo.
Prim-¡No entres en detalles que me echo atrás!
Rosendo-(Sonriente) ¡Vale, Prim-cesa! ¡A tus órdenes! ¡Aquí se queda tu roquero preferido! Al pie del cañón. “Hay que acojonar a algún madero” Tururururu “Hay que enfrentarse a la ley” Tururururu…
Prim- ¡Corta el rollo del blues y tómate algo! No puedes marcharte y dejarme sola con esos tíos.
Rosendo- ¿Un chupito de güisqui? (Pregunta dubitativo)
Prim- ¡Ni de coña! Aquí tienes una caña y vas que chutas. ¡Y no te pongas impertinente que te sirvo un vasito de agua y andando!
Rosendo- Había que intentarlo. ¡Turururú!
Prim- ¡Para ya y presta atención a la mesa! Me temo lo peor.
Rosendo-(Intrigado) No me imaginaba que una Prim-cesa como tú pudiese tener problemas con la pasma.
Prim- ¡No son inspectores de policía, “atontao”! Apuesto lo que quieras a que son inspectores de trabajo.
Rosendo- Pues estarán a punto de quedarse en “inspectores sin trabajo! ¡Je, je! Con tanta gente en paro poco tendrán que inspeccionar.
Prim- Como les vaya a ellos me trae sin cuidado. Lo que me preocupa es que me dejen a mí en la calle. ¿No te das cuenta de que trabajo sin contrato?
Rosendo- “Primcesas explotadas” turururu “ En el mercado laboral” turururu. “Aguantando el maltrato” turururu “Para poder trabajar” (Sorprendido por la rima) ¡Esto me ha quedado niquelado! ¡Me lo apunto! (Coge una servilleta de la barra y saca un bolígrafo para escribir la canción)
Prim- ¡Déjalo ya, por favor! ¡Qué me estás poniendo la cabeza como un bombo! ¿No entiendes que si enteran cerrarán el bar de la asociacion de vecinos? ¡Necesito el trabajo para pagar la matrícula!
Rosendo- ¿Es que te vas a hacer con un buga guapo?
Prim- ¡Qué buga, ni que ni bugo, chaval! ¡La matrícula de la universidad! ¡A ver si te enteras! ¡Qué ahora hay que pagarse hasta los estudios y todo para que cuando termines la carrera tengas que emigrar si quieres un trabajo como mi prima Pili que ya está en Alemania, como todo el mundo!
Rosendo- ¡Ah, la matrícula, claro! ¡Cómo sois los universitarios, os las sabéis todas, pero pringáis como cualquiera de nosotros! Estaría bien que pillaran al Eufemiano y que lo empapelaran por no hacerle contrato al personal.
Prim- (Mirando con recelo la mesa del fondo y secando con energía el vaso) Estaría bien si eso no me dejase sin empleo.

Entra Don José en escena como un gran señor, acompañado de Pepín, su subalterno.

Don José- (Se aproxima a la barra) ¡A ver Primitiva! Deja de pulir ese vaso y prepárame un poleo menta, que hoy se presenta un día perfecto para los negocios. ¡Buenos y grandes negocios! Y un cartoncito, que habrá que echar una partidita al bingo ¿no?

Justo en ese momento la pareja de la mesa del rincón se revuelve nerviosa y cada uno de ellos toma un periódico con dos agujeros para mirar a través de ellos y comienzan a espiar.

Prim- Primero, buenos días, don José y segundo, me llamo Prim (Replica con retintín y molesta)
Don José- ¡Prim! ¡Prim! ¡Qué ridiculez! ¡Primitiva, como tu abuela! Qué por cierto tiene una cuenta pendiente conmigo. (Dice dándose unos golpecitos en el bolsillo superior de la americana) ¡Recuérdaselo! Que la deuda crece cada día que no paga. ¡JA JA JA!) (Se ríe estrepitosamente sin que sepamos de qué y se vuelve al ayudante) A ver tu, Pepín, atento al poleo menta. Ya sabes, en su punto de calor y en su punto de azúcar. Que no tenga que darte un par de collejas como todos los días. (Se frota las manos emocionado) Toca comenzar una jornada prometedora en el maravilloso mundo de los negocios. ¡Ja, ja, ja! Y después, un cartón de bingo para desplumar a estos “descamisados” ¡Pero qué bello es vivir!

De nuevo en la mesa del rincón hay revuelo y los periódicos se mueven de un lado al otro para que la pareja no pierda detalle de lo que ocurre.

Prim-(Musita enojada) En un momento le sirvo el poleo menta. Los cartones se reparten más tarde.

La mesa del rincón se relaja. Los periódicos vuelven a la mesa y la pareja sigue simulando que está concentrada en la lectura.

Don José- Pues que no se demoren mucho, que han abierto un casino cerca y siempre puedo cambiar de local y desplumar a otros. ¡JA JA JA!
Prim- (Murmura) ¡No tendremos esa suerte!

Tanto el roquero como la camarera disimulan su malestar por la actitud del recién llegado. Don José ignora sus comentarios, toma un periódico de la barra, se dirige hacia una mesa alejada y se sienta. Ni presta atención al roquero ni a la pareja vestida de negro que lo observa con disimulo. Abre el periódico y se sumerge en la lectura.
Pepín, su ayudante, se aproxima a la barra sonriéndole a la camarera que duda entre dedicar sus miradas aviesas a Don José o a la pareja de negro.

Pepín- (Con sonrisa zalamera) ¡Hola, Prim! ¿Cómo te va el día?
Prim- (Dedica la última mirada preocupada a la pareja y se dispone a preparar el poleo menta) Pues ya ves. La cosa va empeorando por momentos. Primero esos dos (Dice señalando con la cabeza a la pareja de negro) y ahora tu jefe que el muy sinvergüenza que me ha soltado una bomba sobre mi abuela. ¡Miserable! (Murmura furiosa) ¿Tú sabías que mi abuela tenía una deuda con tu jefe?
Pepín- (Mira de reojo a don José angustiado porque pueda oír las palabras de la camarera y murmura) Simplemente soy su ayudante, no me pone al corriente de sus chanchullos. Te prometo que si supiese algo te lo contaría.
Prim- Solo de pensar que está exprimiendo a mi abuela con su maldita usura se me llevan los demonios. (Murmura para sí) ¿En qué estará metida la abuela? ¿Para qué necesitará el dinero? ¿Y por qué no nos habrá comentado nada en casa? (Deposita el poleo menta sobre la barra) ¡Aquí tienes la infusión! (Coge un bote de detergente) Debería de rociárselo con esto. Se le aflojaría el vientre y no sabes lo que me alegraría.
Pepín- (Se apresura a poner la mano sobre la taza) ¡No, por favor, me meterías en un lío gordísimo! Sabes que haría cualquier cosa para ayudarte. Sabes que yo por ti…, pero…
Rosendo- ¡Ja, ya se ve! (Murmura con retintín desde su lugar en la barra frente a la cerveza) El inocente de turno. El que “simplemente es ayudante del malo”.
Pepín- (Se vuelve enfadado hacia el roquero que está cerca en la barra con su caña) ¿Decía usted algo?
Rosendo- ¿Hablas conmigo, pavo? (Tararea a ritmo de blues) Yo soy cantante, turururu de rock y de blues, turururu no un tío pelota, turururú como lo eres tú. (Sorprendido por la exitosa rima) ¡Estoy “sembrao”! Esta estrofa también me la apunto. (Escribe en la servilleta)
Pepín-(Ignora a Rosendo y sigue a la camarera que se mueve de un lado a otro tras la barra) ¡Bah, músicos! ¡Puag! Ya se sabe con esta gente.

Rosendo aprovecha que Pepín está despistado hablando con la camarera, saca el frasco de Evacuol y le echa una buena cantidad al poleo menta que todavía permanece en la barra. Prim se percata de ello y mira nerviosa, pero sonriente a Pepín con los ojos muy abiertos y muy fijamente para que este no mire en otra dirección. Cuando Rosendo va a guardar el frasco de Evacuol, este le resbala de las manos y llama la atención de Pepín al que Prim debe de nuevo entretener.

Prim- ¡Sí, músicos! Ya se sabe. ¡Je, je, ji, ji, ja, jo! Torpes, dedos de mantequilla, “atontaos”, ja,ji, je, como magos una birria. ¡Ja, je! (Refunfuña un momento) Está claro que los juegos de manos no son lo suyo.

Como Pepín se queda un tanto sorprendido y a punto está de volver la cabeza hacia Rosendo, Prim pestañea con simulada coquetería para atraer su atención y le sonríe forzadamente.

Pepín-(Responde con sonrisa seductora y toma al fin el poleo menta) Tengo que volver con Don José. A ver si después encuentro un momentito. Podría averiguar algo sobre lo de tu abuela y también, bueno, podríamos charlar de nuestras cosas. Si te parece bien, claro.

Prim mantiene la sonrisa nerviosa y no contesta. Solo cuando al fin Pepín se retira con el poleo menta camino de la mesa de don José, Prim suelta un largo y aliviado suspiro.

Prim- ¡Has estado a punto de cagarla!
Rosendo- Ni lo sueñes. Era para darle emoción. ¡Ja! Allá va el súper brebaje especial para usureros y compradores de oro repugnantes, made in Rosendo roquero. ¡Ese soy yo! ¡Ja! Este tío me machaca la pelota, él y su repelente jefe. ¡Qué idea se me acaba de ocurrir! ¡Genial! (Toma la servilleta) Voy a escribir el blus del repelús. Y ya sabes quienes van a ser los protagonistas.
Prim- (Sonríe) No estaría mal. Pepín, bueno, no es mal chico. Pero que ese viejo usurero esté estafando a mi abuela no lo puedo soportar. ¿Tú sabes algo de los tratos de mi abuela con ese miserable?
Rosendo- Qué voy a saber yo. Habría que preguntarle a mi abuelo
Prim- Lo que le echaste era el Evacuol de tu abuelo ¿no?
Rosendo- (Asiente con la cabeza sonriente) Turururú. El blues del repelús. (Ríe)
Prim- Ojalá se pierda retrete abajo. (Ríe)
Rosendo- No caerá esa breva. Para vaciar a un pez gordo como ese, se necesitaría una tonelada de Evacuol, no unas cuentas gotas. Estos tíos son duros de pelar. Ya sabes, Mala hierba nunca se pierde en el retrete.
Prim- (Lo mira sorprendida) Ese refrán no me suena.
Rosendo- Es nuevo. Es que yo pertenezco a la “Asociación del refrán tuneado”
Prim- ¡Vaya, me sorprendes!
Rosendo- ¡Ya, lo imagino! Es que, según parece, hay muchos prejuicios contra los músicos melenudos. ¡Otra terrible injusticia social!
Prim- (Mirando de nuevo nerviosa a los inspectores) Injusticia social es que esos dos tíos no hayan venido a detener al usurero. ¡Eso sí que es una injusticia social! Y que en lugar de llevarse al que exprime a la viejas, parados y desesperados estén aquí para dejarme sin trabajo. Las cosas siempre son así y parece que no van a cambiar. Los que no tenemos nada, siempre somos los que pringamos. (Se queda muy apenada)
Rosendo- ¡Ánimo, mujer! No te vengas abajo. (Trata de animarla cantando) ¿Cómo va esta Prim-cesa? Turururu ¿Cómo le va el amor? Turururu Le regalo mi sonrisa turururu Y también esta flor Turururu (Dice mostrándole la mano como si llevase una flor) No la tengo aquí, te la traeré otro día del trabajo.
Prim- (Le dedica una media sonrisa melancólica, mientras contempla apenada a los inspectores y después a don José) Espero que al menos el Evacuol le siente mal. Qué es capaz de encontrarlo delicioso y venir a pedir más. Ya sabes que se dice que esta gente tiene mucho estómago.

Un anciano entra escena mientras los jóvenes hablan y se coloca justo tras Rosendo que no lo ve y se sobresalta cuando el abuelo le propina una colleja.

Abuelo Tomás- ¡Qué flojito me eres, hijo! Esos poemillas de tres al cuarto de florecillas y princesas no te pegan nada.
Rosendo- Es blues, abuelo Tomás. ¡Blues!
Abuelo Tomas- (Dándole unas palmaditas en la cara) ¡Ay, blues, blues! ¡Estás tú bueno con el blues ese de marras! No eres mal chaval, pero no hacemos carrera de ti. ¿Ya te has hartado de cavar jardines o es que se han hartado de tu música y te han echado a la calle?
Rosendo- (Se vuelve hacia su abuelo media agachada la cabeza tras la colleja para protegerse por si caía alguna más) ¡Abuelo Tomás! Estás viejo, pero en las collejas no se nota.
Abuelo Tomás- Viejo no, chaval, solo un poco usado, aunque me he traído unos nuevos sonotones que te dejarán con la boca abierta. ¡Unos Whisperos XL de campeonato!
Rosendo- ¿Otra vez trapicheando con aparatos para la sordera? Como se entere mi madre te la monta fijo. Los de las tiendas se quejan. ¡Competencia desleal, abuelo! ¡Qué no te enteras!
Abuelo Tomás- ¿Qué no me entero? ¡Ja! Lo sé todo sobre el gran mercado, chaval ¡El gran mercado, cómo no! Quejándose del pequeño emprendedor que se abre camino como puede. Solo piensan en aplastar la competencia. Y después largan a favor del libre mercado, pero cuando un emprendedor como tu abuelo pone su negocio contra las cuerdas por su eficacia y calidad del producto, entonces ya no quieren saber nada de libre mercado y buscan el apoyo de las autoridades. Ya ves , cuando las cosas le van mal al gran capitalista, de repente apuesta por la protección estatal. Así son ellos, chaval. Lo que les conviene es lo que debe ser. ¡Yo lo sé todo! Mis Whisperos XL reventarán el mercado y sin explotar a un solo trabajador. ¡Así soy yo!
Rosendo- Pero qué whispero, ni whispera. Si esos aparatos son de los chinos y no funciona ninguno. Ni escucharías a Montserrat Caballe aunque te gritase a un milímetro del Whispero de los chinos. Como después te curren tus clientes no me vengas con quejas.
Abuelo Tomás- Mira que eres corta meadas, hijo. Es que no eres mal chaval, pero no hacemos carrera de ti. Me cortas la digestión. Por cierto: ¿Has comprado las medicinas que te encargué?

Rosendo mira a Prim que está algo alejada frotando un vaso. Esta se percata, se acerca y entrega la botellita.

Abuelo Tomás- ¡Hola, chiquilla! ¿Cómo vas? Y ¿Cómo va tu abuela? Hace mucho que no se la ve por la asociación de vecinos.
Prim- (Sonriendo amable) Vamos tirando, abuelo Tomás. Pues me acabo de enterar del motivo por el que mi abuela no se deja ver por aquí. ¡Mire! (Señala a Don José con la cabeza y a la mesa del rincón)
Abuelo Tomás- ¡Vaya, ya veo! Don José el usurero, preparado para una jornada dedicada a exprimir al ciudadano decente en apuros económicos para engordar sus cuentas en Suiza, no vaya a ser que tengan que pagar impuestos. ¡Lo prohíbe su religión! ¡Estos peces gordos van a terminar con todos nosotros si es que no han terminado ya!
Prim- ¿Y usted no sabe nada de lo que se trae entre manos mi abuela con ese? ¿No ha oído nada por ahí? Se ve que tiene una deuda y no tengo ni idea de por qué ni para qué. Estamos apretados en casa, pero pensé que todo estaba bajo control. Es verdad que mi padre ya ha agotado la prestación por desempleo, pero entre mi madre planchando por las casas, y mi hermano y yo con nuestros trabajos cutres, creí que íbamos tirando. ¿De verdad que no le ha llegado a usted ningún rumor sobre mi abuela y el maldito don José?
Abuelo Tomás- (Sacude la cabeza) ¡Nada de nada! Pero te apuesto a que con mis nuevos sonotones de última generación, Whisperos de primera, no se me va a pasar nada por alto. ¡Me voy a enterar de todo!
Prim- Pues entérese también de lo que dicen esos inspectores. (Señalando a la pareja de negro)
Abuelo Tomas- (Pega un salto asustado) ¡Mecagoenlaleche! ¡Inspectores! ¡Lo que me faltaba! ¡Ya se han enterado de lo de los chinos! ¿Quién se ha ido de la lengua? (Mirando a un lado y al otro angustiado) ¡Has sido tú! (Le suelta una colleja a Rosendo que grita) Se lo has largado a los maderos. ¡Mira que eres flojo! Con ese rollo de las florecillas y las princesas te me vienes abajo a la primera de cambio.
Rosendo-¡Qué dices, abuelo, corta la película! Qué yo no le he dicho nada a nadie y que además, esos no son maderos. Son inspectores…
Prim-Inspectores de trabajo.
Abuelo Tomás- (Resopla aliviado) ¡Acabáramos! ¡Menos mal! Pensé que me habían chafado el negocio de los sonotones Whisperos. Con el sueldo de este podando flores y mi pensión no llegamos ni a mitad de mes. Mi hija y mi yerno en paro y Aurorita, la hermana de este peludo, está tan atontada como él. Y si no fueran unos atontaos terminarían trabajando en el extranjero (Señalando a Rosendo) ¡Así nos va!
Prim- Qué me va a contar que yo no sepa. En casa lo mismito, y aún peor, que mi abuela anda en tratos con ese maleante. (Señalando a Don José) Y nosotros no sabíamos nada. ¿En qué lío estará metida esta buena mujer? ¡No dejo de pensar en ello! Y ¿Por qué no habrá querido confiar en nosotros?
Abuelo Tomás- Una mujer luchadora. No quiere que os involucréis con un tipo como ese, seguro. Además, ¿tú no estás juntando para tus estudios? (Prim asiente) Seguro que solo quiere que no os preocupéis por ella y sigáis vuestras vidas. Por eso se ha liado con ese maleante sacamantecas.
Prim-¡Un miserable!
Abuelo Tomás- Lástima que esos no sean maderos que hayan venido a poner fin a sus chanchullos.
Rosendo- Turururu Lo mismito dije yo. (Hablando para él) Vaya, esto no encaja…
Abuelo Tomás- Sí, hijo, una tontería de las tuyas. Antes caigo yo que este usurero ilegal. No olvides que los usureros legales son más usureros que los ilegales y además campan a sus anchas por el mundo con el título de gente decente.
Rosendo- (Qué estaba dándole vueltas al verso en la servilleta, levanta la cabeza confundido.) ¿Me lo puede repetir?
Abuelo Tomás- ¡Descansa, hijo, descansa! (Le da unas palmaditas en la cabeza y se vuelve hacia la camarera con gran animación.) ¿Y hoy nos hacemos un binguito o qué? Espero que vengan parroquianos para la partida, que quiero colocar alguno de mis sonotones.

En la mesa del rincón se elevan los nervios y los periódicos.

Rosendo- Ya, abuelo. ¿Te interesan los parroquianos o las parroquianas? (Rosendo esquiva con una sonrisa pícara la colleja que le lanza el Abuelo Tomás)
Abuelo Tomás- Déjate de guasas, chaval. (Murmurando) No hacemos carrera contigo. (Se vuelve a la camarera mientras saca el Evacuol del bolsillo) Ponme un vasito de agua que me tengo que tomar la medicina para realizar la visita rutinaria al trono real.
Prim-(Se apresura a servirle el vaso de agua) ¿Y después un cafecito con una gotas de aguardiente como siempre?
Abuelo Tomás- Así es, chiquilla. No se te pasa una. (Dice mientras se toma el agua con las gotas de Evacuol) Ponme el cafelito en la mesa de siempre que vuelvo enseguida. Al menos eso espero. (Dice mientras se dirige hacia un rincón del escenario por donde se supone se accede a los servicios)
Rosendo- No te eternices, Abuelo Tomás, que me da la impresión de que el retrete va a ser un lugar muy visitado en este jornada. Turururú.
Abuelo Tomás- (Exclama a punto de dejar el escenario) Sí, claro, el retrete el lugar de moda. Así va este país.

El abuelo sale. Prim comienza a preparar el café con gotas mientras observa como los periódicos de la pareja regresan de nuevo a la mesa al tiempo que el Abuelo Tomás sale de escena camino de los aseos.

Rosendo- ¿Pero tú estás segura de que son inspectores de trabajo? Mucho se interesan por el abuelo. Y salta a la vista que no pertenece al gremio de los trabajadores. Huele a jubilado por los cuatro costados, solo le falta llevar una camiseta con el dibujo de una obra y, sin embargo, esos no le sacan el ojo de encima.
Prim- Y que tendrá que ver eso. También vigilan a Don José y tanto tú como yo sabemos que nada harán contra él. Tú hazme caso. ¡Esos vienen a por mí! Ya teníamos bastantes problemas en casa y ahora esto. (Dice abatida) ¡Con lo que necesitamos el dinero! Como si las cosas no estuviesen suficientemente apretadas, ahora cae la bomba de la abuela. ¡No consigo sacármelo de la cabeza! ¡La abuela en tratos con don José! ¡No me lo puedo creer! Solo los desesperados acuden a usureros como este. Parecen la solución y no son más que una sentencia de muerte. Si es necesario te chupan la sangre para cobrar la deuda. Y desde luego se la cobran, de eso no te quepa la menor duda.
Rosendo- ¡Ánimo, Prim-cesa! ¿Una cancioncita para elevar la moral del equipo? “¿Dónde está la sonrisa? Turururú, de la Prim-cesa del bar, turururu. ¿Dónde esa sonrisa? Tururu ¡Qué nos va a animar!
Prim- (Sacude la cabeza mirando atenta a la pareja de negro) Déjalo, por favor. Te agradezco el detalle, pero me va a estallar la cabeza con tanto blues. (Mirando para la mesa de don José) Al final vas a tener razón. Ya le ha dado un par de sorbos al poleo menta y no veo que le asalte ninguna urgencia. ¡Pero qué estómago tienen estos tíos!
Rosendo- Estómago y un par de …. (Pone las manos en forma de dos balones) de plomo. ¡Eso es lo que tienen: dos de plomo!

Pepín que permanece en la mesa de Don José, inmóvil mientras este toma su poleo menta y lee el periódico, ha visto las insistentes miradas de Prim y ha pensado que se dirigen a él. La saluda sonriendo y ella le responde avergonzada por la equivocación.

Don José- (A Pepín) ¿Se te ha perdido algo por ahí atrás?
Pepín- No señor, disculpe.
Don José- Te quiero concentrado.
Pepín- ¿Concentrado?
Don José- Estás bien del oído, me alegro.

Pepín guarda silencio y olvida momentáneamente a la camarera que lleva a una de las mesas más cercanas a la barra el café con gotas del Abuelo Tomás.
Cuando regresa entra otro personaje. Una mujer de cabello plateado. Mati avanza sonriente hasta la barra.

Mati-¡Hola, niños! ¿Cómo va todo por aquí? ¿Ya está todo listo para el bingo? ¡Hoy tengo que ganar, sea como sea! ¡Me va la vida en ello! (Echando una mirada a su alrededor. Mira a un momento con atención a don José y se vuelve de nuevo hacia los jóvenes.) Aún no ha venido nadie. Espero que mis amigas lleguen pronto, que tengo que pasarles unas medicinas antes de que empecemos con el bingo. (Saca unas cajas de medicinas del bolso y las va depositando sobre la barra)

En la mesa del rincón se elevan los periódicos con sendos agujeros para vigilar y se atiende a la recién llegada.

Rosendo- Hola, señora Mati. ¡También al trapicheo! ¡Cómo andan los viejos en este país!
Mati- Se hace lo que se puede para sobrevivir, muchacho. ¡Qué la vida está muy dura!
Rosendo- ¡No me diga más! (Exclama observando como la mujer va depositando cajas de medicinas en la barra) Un cargamento de Evacuol, ¿verdad?
Matí- (Se queda pensativa mirando las medicinas) ¿Necesitas Evacuol? Pues no me suena. (De repente saca una nueva caja de bolso) ¿Pero qué me dices de Estriñol? ¡Es buenísimo! Te lo dejo a buen precio. Se queda uno más prieto que tras un atracón de chocolate con churros.
Rosendo- No, muy amable. Y ahórreme los detalles, por favor.
Mati- Tú mismo. Me lo quitan de las manos.
Prim- Hola, señora Mati. Por aquí las cosas andan algo turbias.
Mati- ¿Y eso?
Prim- ¿Usted no sabrá que se trae entre manos mi abuela con ese miserable usurero? (Dice señalando con la cabeza a don José)
Mati- (Perpleja) ¿Primitiva anda en tratos con el usurero? ¡Eso no es verdad! ¡Eso no puede ser!
Prim- (Desanimada) ¡Pues lo es! Veo que usted tampoco está enterada del asunto. ¿En qué andará metida la abuela?
Mati- (Repentinamente abatida) ¿Estás segura? (Prim asiente y la mujer se viene abajo) ¿Cómo es posible algo así? ¡No puede ser! ¡No! ¡Me dejas de una pieza! No me ha dicho nada.
Prim- Ni a mí ni a ninguno de la familia. Y ya ve como estoy. ¡Con los nervios de punta! Y por si esto no fuera suficiente, tenemos a ese par de cuervos helándome la sangre.
Mati- ¿De qué tipo de pájaros hablas?
Prim- Esos de la mesa del rincón. ¡Son dos inspectores!
Mati- (Pega un gritito aterrorizada y se lanza sobre la barra para ocultar las medicinas en el bolso) ¡Ay! ¡Virgen del pelo cano, qué nos han “pillao”! ¡Pero yo soy inocente, inocente! ¡Todas las medicinas son legales!
Rosendo- ¡Ya! Como mi abuelo con los chinos.
Mati- ¡De eso nada! Son medicinas de la seguridad social, nada de chinos.
Prim- ¡Tranquilícese, mujer! Son inspectores de trabajo, no de policía.
Mati- (Suspirando aliviada) ¡Ay qué me quedo muerta! Por un momento el corazón estuvo a punto de salirme por la boca. ¡Pudiera haberlo donado en vida! ¡Menudo susto! ¿Pero estás segura de que no son de la policía y que no vienen a detenerme por trapichear con medicinas?
Rosendo- ¡Sonotones, medicinas! ¡Qué peligro tienen estos “jubilaos”! ¡Así se las gasta la tercera edad! ¡Llevan una vida más emocionante que la mía!
Prim- Tan segura como que si las cosas le van a ir mal a alguien, va a ser a mí o a mi pobre abuela. Me quedaré sin empleo y ya no podré ayudarla con lo que quiera que la esté exprimiendo el miserable José y la matrícula de la universidad a tomar viento. ¡Es descorazonador!
Rosendo- ¡Venga no seas así! ¡Anímate!
Mati- ¡Ay! Y la pobre Primitiva enredada con don José. ¡Eso sí que es una desgracia que no me esperaba! ¡Una injusticia! (Mira a la camarera) Ponme un vasito de agua, por favor, que tengo mucho que pensar.
Prim- ¡Enseguida doña Mati!
Rosendo- ¡Alerta, alerta! ¡Movimiento en la zona de …. (forma con las manos dos pelotas y realiza un pitido con la boca simulando a los que aparecen en televisor para acallar las palabras mal sonantes) de plomo! ¡Atención!

Mati lentamente se aleja de la barra y ocupa una mesa cercana sumida en sus pensamientos. Los periódicos de la mesa del rincón descienden de nuevo.
Prim y Rosendo se vuelven a mirar disimuladamente a la mesa de don José en la que este parece que no se encuentra muy bien. Escuchamos un par de eructos y vemos como el hombre se revuelve en la silla tocándose el vientre.

Prim-- ¡El Evacuol! Al fin. Una venganza muy pequeña, pero agradable.
Don José-- (Con la mano en el vientre) ¡Vaya, qué suerte la mía!
Pepín-- ¿Se encuentra bien, jefe?
Don José-- ¡Pues como un general, muchacho! Últimamente estaba sufriendo terriblemente de estreñimiento, pero este poleo menta, me parece a mí, que ha sido mano de santo. Siento unos movimientos muy interesantes. (Escuchamos otro sonido gástrico)
Pepín-- (Arrugando la nariz musita) Y pestilentes.
Don José-- (Se pone en pie con aspecto satisfecho) ¡JA JA JA! Parece que esto marcha, muchacho. (Acariciándose el vientre) Creo que al fin llega un paquete. Un alivio que ya me merecía. ¡JA JA JA!

Don José se dirige al baño, por donde el abuelo de Rosendo abandonó el escenario. Prim y Rosendo lo siguen con la mirada hasta que don José sale de escena.

Prim- ¡Maldita sea! ¿Será posible? No se puede con esta gente, siempre salen ganando. ¡Quería vengarme y solo hemos conseguido curarle el estreñimiento!

Se oye el vozarrón de don José que aporrea la puerta del baño.

Don José- ¡Abran! ¡Abran! ¿Quién demonios está ahí? ¡Tengo que hacer entrega de un paquete urgente!
Abuelo Tomás-¡Pues mándelo por mensajero, que aquí hay overbooking! (Se oye la voz del abuelo contestar)
Don José- (Angustiado) ¡Soy don José y le exijo que salga de inmediato! Llevo muchos días aguardando por este momento y no puedo dejarlo pasar.
Abuelo Tomás- ¡Usted mismo! Pero le advierto que cuanto más me entretenga más tardaré en concluir mi negocio.

Matí que hasta el momento estaba meditabunda, sentada a la mesa, se levanta y camina cabizbaja hasta salir del escenario camino también del baño.
Prim lleva el vaso de agua a su mesa y regresa a la barra, mientras la mujer abandona el escenario.

Don José- ¡Oiga! ¿Qué se supone que está haciendo usted?
Mati- ¡Pues lo que está viendo! Utilizar el baño de señoras. El suyo es el otro.
Don José- Ah, el baño de señoras. Perfecto. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
Mati- ¡Lo siento! Le va a tocar a usted esperar.
Don José- ¡Maldita sea! Se me ha colado la vieja ¡Pero cómo se atreve! ¿Acaso usted y yo no tenemos un asunto pendiente?
Mati- (Se oye correr el agua y la voz de la mujer que grita.)¿Eh? ¿Cómo dice? No estoy bien del oído ¡No le escucho! Tendrá que esperar a que salga.
Abuelo Tomás- ¿Qué pasa por ahí? ¿Alguien que necesita de mis servicios? Un sonotone, un whispero XL, a precio ajustado, de gran calidad.
Don José- ¡Cállese de una vez y concéntrese en lo suyo! ¡Qué no tengo todo el día, señor mío, y esto se me está pasando!
Prim- ¡Pero qué suerte perra la nuestra! Queremos fastidiarlo y le ayudamos con sus problemas de vientre.
Rosendo- No te preocupes, no va a poder entrar en el aseo. ¡Te lo digo yo qué sé cómo se las gasta mi abuelo cuando empieza con sus “negocios” de retrete!

Don José regresa a la sala fastidiado y se acerca a la barra de nuevo.

Don José- ¡Maldita sea! ¡Pasó el día y pasó la romería! Se me han ido las ganas. A ver tú, Primitiva, ponme otro poleo menta de esos milagrosos, que hoy tengo que dejar este bar con un buen negocio, con un cartón de bingo ganado y dejando una gran peso atrás. ¡JA JA JA!
Prim- Se lo acerco a la mesa.
Don José- No es necesario, para eso tengo a mi sirviente. (Se vuelve a Pepín que se halla sentado inmóvil en la mesa) ¡Chaval, mueve el culo hasta la barra que aún no he terminado el periódico! (Mientras Pepín obedece se vuelve hacia la camarera) ¿Y para cuándo esa partida de Bingo? ¿Para cuándo? ¡Qué algunos tenemos vida propia y asuntos que atender! No tenemos todo el día.

En la mesa del rincón se elevan los periódicos.

Prim- Esperamos a más parroquianos. Todavía hay poca gente.

En la mesa del rincón los periódicos decaen de nuevo.

Don José- Pues hay que ponerles las pilas a estos vejestorios que no se menean y tengo que desplumarlos antes de seguir con mi jornada. ¡JA JA JA! (Pepín ha llegado a la barra) Tráeme el poleo menta cuando esté listo. Voy a seguir con el periódico hasta que no empiece el bingo. ¡JA JA JA! Me da la nariz que hoy voy a tener suerte. (Y se acaricia el vientre satisfecho mientras regresa a su mesa)
Prim-(Cuando don José está suficientemente lejos) ¡Pero qué repelús me da este individuo! Estoy por llenarle el poleo menta de detergente, a ver si revienta de una vez. (Dice mientras prepara la infusión)
Rosendo-(A Prim) ¿Te has fijado en la mesa del rincón? Algo les sucede. Noto unos movimientos extraños con la prensa. Misteriosos periódicos que suben y bajan. (Susurra) Creo que se masca la tragedia, turururú. Crece la tensión, turururú, Hay movimientos nerviosos turururú en la mesa del rincón!!!!! (Satisfecho lo apunta en la servilleta) ¡Estoy “sembrao”! Me sale el arte por cada poro de la piel. ¡Qué monstruo!
Prim- (Pasando del cantante y observando atenta la mesa) ¡Cielos! ¡Tienes razón! Algo les ha puesto muy nerviosos. Tal vez tenga que ver con don José. (Dice sonriente)
Pepín- ¿Quiénes son esos tíos? ¿Qué pasa con mi jefe?
Prim-(Interrumpe la preparación de la infusión y mira a Pepín indecisa de sí contarle sus sospechas sobre la mesa del rincón) No, nada. No pasa nada.
Pepín- No me lo creo. Algo va mal con la mesa del rincón. (Hacia Rosendo) ¿Por qué están esos tíos nerviosos? ¿Quiénes son y qué quieren de mi jefe?
Rosendo- (De mala gana) A mí que me cuentas. Yo soy “un músico”, “un artista”. ¡Puag! ¡De lo peor! (Con retintín) Ya sabes, “un inútil que no se entera de nada”. Seguro que tú estás más al tanto que yo de lo que ocurre en una mesa tan cercana a la tuya. ¿O será posible que un tío tan “relisto” como tú no se haya enterado de nada? ¡No! ¡Imposible!
Pepín- (A Prim) ¿De qué va este tío? ¿Sabes tú algo?
Prim- (Niega con la cabeza) Pero tú no te preocupes. Seguro que no tiene nada que ver contigo.
Pepín- Pero lo tendrá con mi jefe. Y todo lo que le pase a don José me afecta directamente.

El abuelo Tomás regresa al escenario sonriente y se acerca a la barra.

Abuelo Tomás- ¿Está el cafelito listo? Me siento ligero como una hoja, chaval. (Le dice a su nieto) Este Evacuol es mano de santo.
Rosendo- (Le susurra) Pues pásemelo, abuelo, que tengo ciertas necesidades.
Abuelo Tomás- ¿Tan joven y ya con atasco? ¡Qué juventud más floja, por favor! Lo que yo te diga. Qué eres buen chaval, pero no hacemos carrera de ti. (Le entrega el Evacuol que Rosendo atrapa rápidamente para que nadie se de cuenta).
Prim- El cafelito con gotas está en su mesa de siempre. (El abuelo asiente con la cabeza y se encamina hacia su mesa y sienta en una silla.)
Pepín- (Observando de soslayo la mesa del rincón) ¿Seguro que no sabes nada?
Prim- (Depositando en la barra el poleo menta y siguiendo con su tarea, murmura) Tal vez sepa algo.
Pepín- (La sigue por la barra dejando desatendida la infusión, momento que aprovecha Rosendo para agregar unas nuevas gotas de Evacuol sin que él se de cuenta) ¿Qué quieres decir con ello? ¿Sabes o no sabes?
Prim- (Haciéndose la interesante) Es posible que disponga de cierta información. Es posible, solo posible. Y tal vez tú sepas algo sobre el asunto de mi abuela, Es posible, solo posible.
Pepín- Ya te he dicho que no estoy al tanto…
Prim- Sí, eso lo has dicho antes, pero según parece todo lo que afecta a tu jefe termina por afectarte a ti. Lo mismo reza para la mesa del rincón que para el asunto de mi abuela. Si tú supieses algo, por poco que sea, yo también podría informarte de algo….
Pepín- ¡Esto suena a burdo chantaje! Pensé que tú y yo… Pensé que a ti yo…..
Rosendo- ¡Qué fantasma! ¡Tú y Prim! ¡Jua jua jua! Es que me parto el pecho de risa. Jua jua jua.
Pepín- ¿De qué va este tío?
Prim- Olvídate del músico y concéntrate en nuestro trato. ¿Sabes algo de mi abuela o no?

Mientras Pepín sigue a la camarera a lo largo de la barra para sonsacarla, Rosendo aprovecha que Prim ya ha terminado de preparar el poleo menta y que nadie está atento a él, para repetir la operación con el Evacuol. En esta ocasión vacía el bote entero. Nadie se percata de sus maniobras.

Pepín- Es posible que haya oído alguna cosa.
Rosendo- (Sonriente y sacando pecho por el éxito de su operación con el Evacuol, ahora que ya ha terminado se inmiscuye en la conversación) ¡Ahí lo tienes! (Le dice a Prim burlándose de Pepín)” El que haría cualquier cosa por ti.” “El que si pudiera ayudarte no lo dudaría un momento” Ahí tienes a un fantasma de cuidado.
Pepín- ¿Por qué no metes las narices en tus asuntos, “matao”? Qué eso es lo que eres un muerto de hambre, descamisado y melenudo que no pinta nada en esta vida. ¡Un cero a la izquierda!
Rosendo- ¡Jua jua! ¡Mira qué aires de gran señor se da el esclavo de don José! Ni que tú fueses algo más que un sirviente sin derechos. ¡Jua jua!
Pepín- ¡Eso es lo que tú y la gente como tú se cree! (Dándose importancia) Soy la mano derecha de un hombre muy rico, de un verdadero potentado. Un hombre de negocios que depende de mi buen hacer para mantener su gran peso social.
Rosendo- (Entre dientes) ¡Jua jua! Y depende de mí para perder “ese gran peso social”
Prim- (Interrumpe la pelea de gallitos) ¡Dejaos de bobadas y volvamos a lo nuestro! ¡Suelta lo de mi abuela si quieres que te cuente algo de la mesa del rincón!

Los tres se vuelven hacia ella y contemplan como la pareja cuchichea con evidentes signos de nerviosismo.

Prim- Y creo que tanto a ti como a tú “gran jefe” se os acaba el tiempo. ¡Hay tensión en la mesa del rincón!
Rosendo- ¡Tensión en la mesa del rincón! ¡Tensión en la mesa del rincón! ¡Ese verso promete! (Mira a Prim con embeleso) ¡Eres un genio, te brota la poesía de los labios! ¡Qué talento y qué belleza! ¡Este verso me lo apunto! (Dice escribiendo en la servilleta)
Pepín- ¡Puag! ¡Qué patético!
Prim- (Molesta por la actitud de Pepín) ¡Déjate de insultos y vamos al negocio!
Pepín- (Observa con aprensión el bullicio en la mesa de los inspectores) Comprende que si don José se enterase….
Rosendo- (Con guasa) ¡Perderías tu empleo de esclavo! ¡Cagoenlospatucos! ¡Qué desgracia la tuya! ¡Jua Jua!
Prim- (Interrumpe el exabrupto que Pepín pensaba dedicarle a Rosendo) Tú verás. Los de la mesa del rincón no le quitan el ojo de encima a tu jefe y como ves cada vez están más nerviosos. Imagino que don José sabría recompensarte si tu le salvases el culo.
Pepín- (Pensativo) No me vendría mal, eso es cierto. Ganaría muchos puntos.
Prim- ¡Pues suéltalo de una vez, antes de que sea demasiado tarde!
Pepín- (Se lo piensa un instante antes de responder) Tiene que ver con un anillo.
Prim- ¡El anillo de pedida de la abuela!
Pepín- Eso creo. Un anillo bastante valioso, por lo que he sabido.
Prim- (Confundida) ¿Ha empeñado el añillo de pedida? ¿Por qué? ¿Para qué necesita la abuela el dinero? No lo entiendo. Es verdad que las cosas no van bien en casa y que a mi padre ya se le ha terminado el paro, pero con lo que gano aquí, con los chanchullos de mi hermano y con lo que saca mi madre planchando y limpiando en varios domicilios sumando a la pensión de la abuela, vamos tirando. Incluso estoy ahorrando para pagar la matrícula de la universidad del año que viene. ¿Para qué necesita entonces el dinero?
Pepín- Es todo lo que puedo decirte por el momento.
Prim- ¡Pero si no me has dicho nada! Ya sabía que tenía una deuda con tu jefe. ¡Él mismo me lo dijo!
Pepín- Lo siento, pero por el momento es lo que hay. Si quieres saber algo más tendrás que darme algo a cambio.
Rosendo- ¡Cagoenlospatucos! ¡Qué miserable el tipejo este!
Don José- (Desde la mesa grita) ¿Qué pasa, Pepín, se te ha quedado pegado el culo a la camarera? ¡Muévete y tráeme enseguida el poleo menta que mi vientre lo necesita!
Rosendo- ¡Y lo bien que le va a sentar! (Murmura divertido)
Pepín-¡Ya voy, don José! (Le susurra a Prim mientras toma el poleo menta) Tal vez tenga algún dato importante que te interesaría saber, pero tienes que cumplir tu parte del trato.

Pepín con la taza en la mano se demora esperando la contestación de la joven.

Prim- ¡Son inspectores de hacienda! (Le espeta cuando ya se ha alejado un poco de de la barra) Imagínate las cuentas de quién quieren fiscalizar. ¿Las de un bar de poca monta, las de un músico que trabaja de jardinero, las de un par de jubilados, o las de un usurero de baja estofa? Saca tus propias conclusiones. Y si hubieses oído lo que yo, no estarías tan tranquilo.

Pepín se dirige nervioso por la noticia hasta la mesa de don José sin dejar de mirar a los inspectores. Deposita el poleo menta, se sienta en silencio y se estruja los dedos. Don José ni lo mira, le da un sorbo al poleo menta y sigue leyendo el periódico.

Rosendo- ¿Inspectores de hacienda? Pero no habías dicho que eran inspectores de trabajo.
Prim- ¿Qué otra cosa podría haberle dicho para asustarlo? Ahora pensará que van a empapelar a su jefe y que se va a quedar sin empleo. Querrá saber qué más he escuchado. Tendrá que acudir a mí con más información sobre la abuela. ¿Para qué necesitará el dinero? Debería llamar a mi madre para contárselo. No sé qué hacer.
Rosendo- Antes de preocupar a tu madre podríamos enterarnos de cuánto debe tu abuela. Yo no es que tenga mucha pasta, pero puedes contar con hasta la última moneda que guardo en mi cerdito.
Prim-No sabes cuánto te lo agradezco. (Emocionada por el ofrecimiento) Pero el anillo era muy valioso. No creo que ni entre tú y yo juntemos ni la mitad. De verdad que no sé cómo voy a recuperarlo.
Rosendo- ¡Cómo vamos a recuperarlo! ¡Cuenta conmigo, desde luego!
Prim-(Prim le sonríe agradecida y lo observa enternecida) Es verdad que eres buen chaval.
Rosendo- Ahora no me dirás, (Imitando la voz del abuelo) ¡Pero no hacemos carrera de ti!
Prim- (Sonríe y mira a la mesa del rincón) Entre don José y esos tíos voy a terminar de los nervios. La verdad es que no sé a qué están esperando. Sería terrible que se decidieran ahora a interrogarme sobre mi contrato de trabajo y se viniese abajo mi estrategia para que Pepín….
Rosendo- (Puntualiza) El impresentable de Pepín.
Prim- Bueno, para que el impresentable de Pepín me suelte información sobre el asunto de la abuela.
Rosendo- ¿De verdad estás segura de que son inspectores de trabajo? Miran mucho a don José, incluso vigilan al abuelo. No sé, no sé.
Prim- ¡Pues claro! Y van a venir por mí de un momento a otro. ¡Ya lo verás, con la perra suerte que tengo!
Rosendo- Tú no te preocupes por ello. Al fin y al cabo, es tu jefe, el Eufemiano, el que se la va a cargar y con razón. No está nada bien que trabajes sin contrato, sin derechos.
Prim- Los pobres no tenemos derechos. ¿Es que no lo sabías? Solo tenemos lo que nos dan y derechos no hay por ninguna parte.

El abuelo Tomás que hasta el momento había permanecido en su mesa tomándose el cafecito con gotas y revisando los sonotones de los chinos, los recoge, los guarda en los bolsillos y se aproxima a la barra.

Abuelo Tomás- (A Prim) ¿Pero qué pasa hoy, hija, no hay ni un alma en el bar? ¿Cómo vamos a jugar al bingo y cómo voy a colocar mis sonotones?

Justo en ese instante entra en el bar la señora Remedios. Rosendo la ve llegar.

Rosendo- Estás de suerte, abuelo. Ahí viene una de las tuyas.
Abuelo Tomás- ¡Ya era hora! Un poco de movimiento y un poco dinerito. La cosa se pone al fin interesante.
Remedios- Hola. ¿Cómo van las cosas por aquí?
Abuelo Tomás- Qué buena pinta tiene usted hoy, señora Remedios. Si no fuese porque su Paco es mi amigo desde la infancia, le prometo que no la iba a dejar ni a sol ni a sombra.
Remedios- (Sonríe y se pone colorada) Pero qué galán es usted. Siempre con palabras dulces en los labios.
Abuelo Tomás- Palabras dulces que se disfrutan más y se oyen mejor con los Whisperos XL. (Saca de inmediato uno de los sonotones de un bolsillo y lo deposita sobre la mesa) Increíbles cachivaches estos. Diseño de última tecnología. Lo que toda mujer necesita para saborear un piropo como es debido.
Rosendo- ¡Este abuelo es un hacha! ¡Cómo se las gasta!
Prim- (Riendo divertida) Pues sí. Deberías tomar nota y aprender de él. ¡Menuda labia!
Remedios- Es un poco llamativo ¿no? (Mirando el sonotone) Y no me combina con el vestido. ¿Los tiene en rosa fucsia o color pistacho?
Abuelo Tomás- ¿Pistacho? No mujer, son para oír, para los oídos, las orejas. ¿No pensaría usted comérselo?
Remedios- (Ríe abiertamente) ¡Pero qué cosas tiene, usted! (A Rosendo) Mira que tiene gracia tu abuelo.
Rosendo- (Musita) Un hombre de verbo suelto. O suelto en general.
Abuelo Tomás- No se me resista, señora Remedios. Ya sabe que yo le ofrezco siempre lo mejor, lo que una mujer tan elegante y bella como usted se merece.
Remedios- Me halaga, usted. ¡Es un adulador! Lástima que haya traído el dinero justo para la infusión y para un cartón de bingo.
Así me lo aconsejó mi Paco y tenía razón. Mire usted por dónde. Si no fuese por ello me habría gastado algo de dinerito en sus dosperas. Pero ya ve. No va a poder ser.
Abuelo Tomás- (Con cara de pocos amigos refunfuña por lo bajo) ¡Dos peras! Si está como una tapia. Lo bien que le vendría este súper Whispero XL a tan buen precio.
Remedios- Bueno, hija, ponme, por favor, una manzanilla cuando puedas, que me siento en espera de que comience la partidita de bingo. Que hoy tengo una buena corazonada.

En la mesa del rincón se elevan los periódicos y vigilan a la recién llegada.

Prim- Enseguida, señora Remedios. Siéntese usted, que yo le llevo la manzanilla cuando esté lista.
Remedios- Gracias, hija. (Y busca mesa cercana donde sentarse.)

En la mesa del rincón los periódicos descienden de nuevo.

Abuelo Tomás- Ese maldito Paco, ya me la ha jugado otra vez. Sabe que le saco lo que quiero y me la envía bien protegida. ¡Desde la escuela se ha esforzado en fastidiarme los negocios!
Rosendo- Los negocios y otra cosa, abuelo. Que también te levanta las “chatis”.
Abuelo Tomás- (Lanza otra colleja enfadado) ¡Calla! Qué no hacemos carrera de ti.
Rosendo- ¡¡Ay, abuelo!! ¡Cómo te pasas! Y después se preguntan en casa porque la pelota no me funciona bien.
Abuelo Tomás- Con dos leches más te arreglaba la pelota, como tú la llamas, para siempre.
Rosendo- (Observando movimiento en la mesa del rincón) Pues ándate con cuidado que los maderos te tienen en su punto de mira. ¡No te sacan ojo!
Abuelo Tomás- ¿En serio? (Dice y se da la vuelta sin ningún disimulo para mirar directamente a la mesa. Es la pareja de negro la que entonces se esfuerza en disimular y giran la cabeza) Pues yo no veo que se fijen en mi. ¿Por qué lo iban a hacer? (Le dice a Prim) ¿No decías que eran inspectores de trabajo? ¡Trabajo! Pero si yo ya ni me acuerdo qué era eso.
Prim- Sí, inspectores de trabajo. Pero su nieto todavía no lo tiene claro.
Abuelo Tomás- ¡Bah! ¡Pamplinas! A mi nieto no le hagas ni caso. Que ya ha reconocido que no le funciona bien la azotea.
Rosendo- (A Prim) Te digo que lo miraban y cuchicheaban como si les interesara algo de lo que ha hecho o dicho. (Husmea el aire) Me da en la nariz que esos tíos no son de hacienda ni de trabajo. ¿Qué buscarán en el bar?
Abuelo Tomás- ¿Y ahora te pones misterioso? Imagino que para llamar la atención de la chica. Una estrategia de cortejo bien rarita.
Rosendo- Nada de cortejos, abuelo. Que te digo que esos tíos no son de hacienda.
Prim- Si fueran policías como pensabas ya hubiesen detenido a alguien ¿no? Tenemos usureros, traficantes de medicinas y trapicheos con sonotones averiados. ¿Qué más podrían esperar? No, ya te lo dije. Estos vienen a por mi jefe, El Eufemiano y a por mi puesto de trabajo.
Rosendo- (Musita) No lo tengo claro.
Abuelo Tomás- Esas dudas te las soluciono yo en un instante y de un modo rápido y eficaz.
Rosendo- ¿Qué piensas hacer, abuelo? No me asustes.
Abuelo Tomás- Ahora mismo voy a la mesa y les pregunto. Nada más sencillo. (Se encamina hacia la mesa del rincón)
Rosendo y Prim al unísono- ¡No!
Prim- ¡No vaya, por favor! Lo va a empeorar todo.
Rosendo- ¡Abuelo! ¡Qué estás haciendo! ¿Es que también te machacas tu propia cabeza a collejas o se te ha cortado el riego sanguíneo?

El abuelo Tomás se encamina decidido hacia la mesa del rincón donde la pareja de agentes se ocultan tras sendas revistas sin agujeros, intentando disimular su constante vigilancia. Observan de soslayo al anciano que avanza hacia ellos.
Sin embargo, antes de alcanzar la mesa don José se pone repentinamente en pie de un salto e interrumpe el paso al abuelo Tomás. Ambos intentan continuar en su camino, pero cuando uno intenta virar a la derecha, otro hace lo mismo y se vuelven a interrumpir. Intentan girar a la izquierda y se repite la operación.

Don José- ¡Pero qué hace usted, hombre! ¡Haga el favor de sacarse del medio!
Abuelo Tomás- ¿Yo en el medio? ¡Pero si es usted el que se está interponiendo en mi camino!
Don José- ¡Qué dice este vejestorio! ¡Sáquese de mi vista que tengo una urgencia importante!
Abuelo Tomás- (Enfadadísimo) ¡Y a mí qué me importan las urgencias de un “USURERO”! (Grita mirando a la mesa del rincón a ver si se dan por aludidos, pero estos aún se ocultan más tras las revistas) ¡USURERO! TIPO QUE COBRA INTERESES ILEGALES. REPITO: I-LE-GA-LES. ¡Échese a un lado y deje paso a la gente decente, hombre!
Don José- (Rojo de ira) ¡Qué se habrá creído esta momia andante! ¡Desaparezca de inmediato si no quiere sufrir las consecuencias! (Trata de empujar al abuelo)
Abuelo Tomás- (Esquiva el empujón y saca un sonotone del bolsillo) ¿Cómo dice, no le oigo? (Se burla) Repítamelo aquí, a mi Whispero XL a precio muy ajustado.
Pepín- (Se levanta de inmediato con la intención de apartar al anciano) Será mejor que deje pasar a don José.

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La Mesa del Rincón Por Mila Oya



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