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En busca del Tesoro de Rande


por Mila Oya



•Ebook en pdf de 49 minutos aprox.
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•Sinopsis
Nicolás y su prima Lila visitan el Museo del Mar de Vigo con el fin de conocer la historia del Tesoro de Rande . Nicolás ha depositado todas sus esperanzas de ayudar a su familia en encontrar este tesoro legendario. Pero la búsqueda del tesoro nunca ha sido tarea fácil. Sin embargo, eso no arredra al muchacho que está decidido a seguir con su plan y localizar el soñado Tesoro de Rande a pesar de todos los peligros y dificultades.

•Personajes:
Nicolás- Muchacho
Lila- Joven prima de Nicolás
Primer Hombre de blanco- Visitante del Museo del mar
Segundo Hombre de blanco- Visitante del Museo del mar
La guía- Guía del Museo del mar
El anciano- Visitante del Museo del mar
La anciana- Visitante del Museo del mar
Primera mujer- Visitante del Museo del mar
Segunda mujer- Visitante del Museo del mar
Vigilantes de seguridad

En busca del Tesoro de Rande
por Mila Oya


Primera escena


Nos hallamos en una sala del Museo del mar. Vemos maquetas de barcos, un ancla, un retrato de Julio Verne, mapas antiguos en una vitrina, unos fragmentos de madera vieja, alguna brújula…
Por un lateral del escenario hace su aparición la guía del museo.

La guía-¡Adelante, señores! ¡Pasen a la sala del Tesoro de Rande! Vayan pasando por aquí y no se retrasen que el tiempo corre.

Entran en escena dos hombres con traje blanco al mismo tiempo que Nicolás y su prima Lila. Esta se queda un poco rezagada y observa como Nicolás y los dos hombres vestidos de blanco se disputan la primera posición en la entrada a la sala. Obviamente los dos hombres le ganan la partida al muchacho que se ve obligado a entrar en tercera posición con gesto decepcionado.

Lila- (Sorprendida por el apresurado comportamiento de los dos hombres de blanco) ¡Vaya! ¡Pero qué prisas hay por aquí! ¡Ni que se acabara el mundo!
La guía- Pasen ligeros, pero tampoco se atropellen. Hasta que no termine mi exposición no cerrará el museo.
Lila- Dígaselo a estos que han estado a punto de arrollar a mi primito. (La guía sonríe, pero no recrimina la actitud de los hombres)

Los hombres ignoran el comentario y siempre muy juntos y en total silencio, recorren la sala contemplando los distintos objetos que se exhiben aquí y allá. Pronto se concentran en la vitrina de los mapas y se quedan cerca de ella muy quietos y callados.
Mientras tanto la guía echa, de vez en cuando, un vistazo hacia el lugar por donde entran los visitantes a la espera de más apariciones.

Nicolás- ¡Estos parecen más interesados que yo en la sala! Claro que se comprende. ¡Es la mejor! ¡Era lo que estaba esperando! (Recorre la sala con la mirada emocionado) ¡Es una pasada! ¡Es la sala del Tesoro de Rande!
Lila- (Sin mucho entusiasmo) Ya. Ya lo ha dicho la guía. Espero que sea la última sala del museo. Ya tengo los pies destrozados de tanto paseíto sin sentido de un lado al otro.
Nicolás- ¿Es que no lo entiendes? Esta sala es todo lo que necesitaba, es mi oportunidad. ¡Mi gran oportunidad!
Lila- (Mirando confusa a su alrededor) ¿Tu gran oportunidad? ¡Pero si aquí no hay más que cacharros viejos!
Nicolás- ¡Qué dices! No son cacharros viejos, son antigüedades. ¡Qué es muy distinto! Algunos de estos objetos son muy valiosos.
Lila- (Contempla perpleja un montón de maderas viejas y corroídas por el agua salada y el paso del tiempo.) ¿Seguro que son valiosos? No me hagas reír, por favor, que ya estoy bastante cansada. Mas que el tesoro de Rande deberían llamarle: la sala el rastrillo de Rande. Aquí no hay más que trastos viejos. A ver si esto termina pronto.

Lila se detiene mirando a la guía en espera de que comience su exposición. Mientras tanto penetran en la sala dos señoras de mediana edad que comienzan a recorrerla también con curiosidad.

Nicolás-¡No sabes lo que dices! No solo los objetos que hay en la sala son valiosos por su antigüedad y por la historia que encierran, sino porque pueden darnos alguna pista de dónde se esconde el resto del tesoro: ¡El Tesoro de Rande! Que todavía se encuentra oculto en alguna parte del fondo de la ría. ¡Aquí lo pone todo, en mi libro! (Saca de la mochila que lleva colgada a la espalda un libro y se lo muestra a su prima) ¡Veinte mil leguas de viaje submarino!
Lila- ¿No es ese un libro de Julio Verne?
Nicolás-¡Claro! ¡Mi preferido! La aventura submarina más emocionante que he leído nunca. Con el Nautilus, el submarino más alucinante que jamás haya existido y con el legendario Capitán Nemo. ¿No lo conoces?
Lila-(Más interesada en si la guía comienza la explicación que en las palabras de su primo) Me suena Nemo. Aunque más me suena memo. ¡Ja ja! ¡Qué bueno!
Nicolás- Deberías de leerlo, es un libro que te pone la carne de gallina y el corazón a mil por hora. Y el capítulo que más me gustó es el VIII. ¿Sabes de cuál hablo?
Lila- (Irónicamente) ¡El ocho! ¡Cómo no, me los conozco todos al dedillo! El ocho, el once. ¿Y porque no me preguntas por el 25?
Nicolás-¡Porque solo hay 23! O sea que no tienes ni idea de lo que te hablo. El capítulo VIII se titula: La Bahía de Vigo. Habiendo nacido aquí, me extraña que ni siquiera te suene. Es este un libro famoso en el mundo entero, traducido a docenas de idiomas y en él se habla del Tesoro de Rande. ¡Mira este dibujo! (Dice mostrándole el libro) Aquí pone: “Cascadas de monedas y joyas, cubriendo aquel fondo de arena.” ¡Y se refiere al fondo de la Bahía de Vigo! ¡Donde nosotros estamos!
Lila- (Sin el mínimo atisbo de entusiasmo) Nada, que al salir de aquí me lanzo a la playa para pillar algo e ir de marcha.
La guía-(Se asoma fuera de la sala) ¡Por favor, señores! ¡Les estamos aguardando!

Entra un anciano muy lentamente apoyado en su bastón.

Anciano- Lo siento, pero mi mujer ha ido al aseo. No tardará.
Lila-(Resopla y dice entre dientes) Seguro que se ha largado por la ventana para no aguantar este bodrio. Cuando fui al aseo, mucho me costó no caer en la tentación de saltar a la calle y fugarme. Esa ventana abierta de par en par me llamaba a gritos.

Entonces suena un teléfono en la sala. Todos miran a Lila enfadados. Esta se apresura a separarse de todos para contestar.

La guía- Señorita, en el interior del museo hay que tener los teléfonos apagados. ¡Haga el favor!
Lila- ¡Discúlpeme! Lo apago enseguida. (Se apresura a contestar) ¿Elena? ¡Sí, soy yo! ------ Sí, es mal momento. Estoy en el Museo del Mar y aquí no se puede tener el teléfono encendido. Pero no sabes cuánto me alegro de que hayas llamado. Ya estoy harta de todo y sobre todo de tanto rollo marinero. ¡A ver si terminamos de una vez!---------------- ¡Qué quieres, no me queda otra! -------------------- No, no me han dejado. Además estoy castigada.--------- Pues según mi madre por haberle pedido permiso para pasar el fin de semana de camping, cuando debería saber que ellos están ocupados y que alguien tendría que quedarse a atender a mi primito. ¡Qué estoy que me subo por las paredes! Si supieras como me ha puesto. ¡Me ha llamado de todo! Insolidaria, egoísta, y me dijo si pensaba que vivía en la pensión del sopapo; que no me comprometo con nada, que solo voy a lo mío y cosas “bonitas” por el estilo. Yo, que me apunto a cuanta movilización se organiza. ¿O no te acuerdas el año pasado lo bien que lo pasamos en la manifa contra la eliminación del botellón?------------ Sí, claro. Es que las madres son muy injustas. ----------- No. No hay nada que hacer. Es que mi primo Nicolás está pasando una temporada aquí porque sus padres tienen que trabajar y no pueden atenderlo y mis viejos salen este finde de la ciudad porque van a una boda. Así que no me queda otra que hacer de canguro todo el fin de semana. De verdad que solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta. Estoy por llevármelo de marcha por la noche con nosotras.------------- No tan buena idea, chica, si mi madre se entera me castiga hasta que cumpla los 55. Así que mejor será olvidarlo. -------- Te llamaré durante el finde. Necesitaré de tu compañía más que nunca. No sabes cómo me voy a aburrir. ------- ¡Está bien! Pero ahora tengo que dejarte. La guía me fulmina con la mirada, si sigue así me convertirá en piedra. Es lo que quiere para que me calle, pero no lo conseguirá. ----- ¡Vale, gracias! ¡Te llamo! ¡Hasta luego! (A la guía que no le sacaba la vista de encima) ¡Ya está, ya terminé! ¡Fue rapidito! (Por el gesto de la guía, a esta no le pareció tan rápido)
La guía-(Al anciano) ¿Su mujer estará bien? ¡Tarda mucho!
Anciano- Lo lamento. Vendrá en un segundito.
La guía- Espero unos minutos y comenzamos.
Nicolás- ¡Ya vamos a empezar! (Dice sacando ahora una libreta y un boli dispuesto a tomar nota)
Lila-(Lo observa atónita) ¿Es que vas a tomar apuntes?
Nicolás- ¡Claro, qué remedio! Los arqueólogos e investigadores siguen trabajando en el misterio de los galeones de Rande y pueden haber descubierto la ubicación exacta del Santo Cristo de Maracaibo. ¡Esa es mi gran esperanza!
Lila-(Sigue contemplando perpleja al muchacho) ¿Y qué esperanza puedes tener tú con la aparición de ese galeón? ¡Qué más te dará a ti! ¡No entiendo nada!
Nicolás- ¡Es muy importante! ¡Lo más! ¡Mira! (Dice sacando de la mochila esta vez una extraña plancha de metal circular)
Lila- ¿Pero qué demonios es eso? ¡Qué nadie lo vea! ¡Podrían detenernos! Es lo que me faltaba para que tu tía me castigue de por vida.
Nicolás- ¡No nos detendrán! Solo es un Ptx200k/2 de segunda generación.
Lila-(Asustada) ¡Horror! ¡Lo que me temía! ¡Terminaremos en la cárcel por tu culpa!
Nicolás- Solo es un detector de metales.
Lila- (Con ironía) ¡Claro, solo un corriente y moliente detector de metales, de esos que normalmente usan los chavales para….. ¿Para qué? (Enfadada) ¿Para qué demonios has traído ese artefacto al museo? ¿No estarás pensado en robar algo? ¡Este chaval me va a matar de un susto!
Nicolás- Espero que la guía nos proporcione el punto exacto del naufragio del Santo Cristo de Maracaibo. Después, solo tienes que llevarme a la playa más cercana y yo con mi detector Ptx200k/2 de segunda generación haré el resto.
Lila-¡Ya entiendo! ¡Esperas hacerte rico durante esta visita a tus tíos de Vigo! ¡Un muchacho con visión comercial! ¡Qué gracioso!
Nicolás- Nada de hacerme rico. Cuando encuentre las monedas de oro necesarias se las entregaré todas a mis padres. Las necesitan para pagar las deudas de la hipoteca. Y así podrían disfrutar de algunas vacaciones conmigo en lugar de buscar trabajos temporales que no les alcanzan para pagar la casa. Están muy preocupados por si nos quedamos en la calle. Yo solo quiero ayudar.
Lila-(Enternecida) ¡Vaya, después de todo eres un buen chico! No sabía que a tus padres les iba tan mal.
Nicolás- Ya hace un año que perdieron sus empleos y ahora solo consiguen trabajos durante muy poco tiempo, con jornadas interminables que ni les permiten atenderme y tampoco cubrir las deudas con el banco. ¡Necesitan mi ayuda y por eso estamos aquí, en la sala del Tesoro de Rande! Es nuestra única oportunidad.
Lila- ¡Caray, veo que las cosas no están nada bien por tu casa y yo no sabía nada! (Entre dientes) Al final mi madre va a tener razón cuando dice que voy de egoísta por la vida. (A Nicolás) Bueno, no te preocupes. Mañana te acompañaré a la playa que tú digas y con tu sorprendente Ptx200k/2 de segunda generación,peinaremos la arena.
Nicolás- ¿Tú crees que encontraremos parte del tesoro? En casa lo necesitamos mucho.
Lila- (Indecisa para no apenar al muchacho) Bueno, yo… ¡Mira, qué suerte, la guía comienza ya!

Efectivamente, la anciana hace por fin su aparición y busca al anciano que cuando la ve da por concluida la charla susurrada que mantenía con los hombres de blanco, que se encontraban cerca de las vitrinas de los mapas, para reunirse con ella.

La guía- ¡Muy bien, señores! Ahora que ya estamos todos, acérquense a mí que vamos a comenzar con el relato de los hechos.
Nicolás- ¡Vamos, acerquémonos que va a empezar! Voy a tomar notas de todo. De esta exposición depende el futuro de mi familia. (Se aproximan a la guía)
Lila- ¿De verdad estás hablando en serio? (El niño asiente ya atento a la guía. Lila resopla apurada y dice entre dientes) ¡Pobre! La cara que se le va a quedar cuando se de cuenta de que no conseguirá ayudar a sus padres con este absurdo asunto del tesoro.
La guía- Las piezas de esta sala ilustran la gran batalla naval que tuvo lugar en la Ría de Vigo en el siglo XVIII. Como novedad, pueden ustedes contemplar en el centro de la misma una magnífica colección cartográfica de la época del episodio que estoy a punto de relatarles, perteneciente a un particular inglés que la ha cedido para la ocasión. Los mapas están en perfecto estado y su altísimo valor crematístico nos ha obligado a protegerlos en esa vitrina para que no se deterioren ni sean substraídos, claro está. También el grabado de Julio Verne pertenece a una colección privada y ha sido cedido por un museo francés. Lila-¡Mira qué bien! (Irónicamente) Así si no encuentras tu tesoro siempre puedes robar la foto del padre del capitán Memo.
Nicolás- ¡Nemo! ¡Capitán Nemo! (Dice enfadado)
Lila- ¿Ah sí? O sea que él no era el memo. Algún otro habrá. (Dice entre dientes)
La guía- ¡Pónganse en situación, señores! Nos tenemos que remontar al otoño del 1702 durante la Guerra de Sucesión española, en la cual el archiduque Carlos de Austria, perteneciente a los Habsburgo, le disputaba el trono a Felipe de Anjou, un Borbón nieto del rey sol Luis XIV. Inglaterra, Holanda y Austria, se enfrentan a este Borbón francés y católico con el fin de ocupar el trono español vacante tras el fallecimiento, el noviembre del año anterior, del rey Carlos II el Hechizado, un Habsburgo que había muerto sin descendencia. La guerra se financiaba con oro, plata, piedras preciosas y otras mercancías de gran valor que provenían de las colonias americanas. Por eso el 22 de octubre de 1702 diecinueve galeones españoles, escoltados por veintitrés barcos de guerra franceses que portaban ocho millones de piezas de oro, plata y otras mercancías preciosas, se encontraban ocultos al fondo de la Ría de Vigo. Algunos hablan de un valor actual de 24.000 millones de euros en sus bodegas. (Se oyen exclamaciones de admiración en la sala)
Nicolás- (Se vuelve hacia su prima con los ojos como platos y sin dejar de tomar notas en su cuaderno) ¿Lo has oído? Solo necesito un pellizquito diminuto de todo ese tesoro para ayudar a mis padres. Con solo un puñado de monedas ya me contento.
Lila-(También sorprendida por semejante cantidad de euros) ¡Tu y cualquiera! ¡Menuda barbaridad de pasta! Se podría organizar un botellón ininterrumpido hasta cumplir 80 años o más.
La guía- Los galeones españoles, cargados con el mayor envío de tesoros sucedido hasta entonces, informados de que la bahía de Cádiz, su destino original, estaba siendo asediada por las tropas enemigas, decidieron buscar protección en la Ría de Vigo.
Nicolás-(A su prima) ¡Son los tesoros del capitán Nemo! Sus hombres los recogían del fondo de la ría para llevarlos al Nautilus. ¡Lingotes de oro y plata, cascadas de monedas y de joyas!
La guía- Pero como la ley del momento obligaba a que los galeones descargaran únicamente bajo la vigilancia de un funcionario oficial y estos solo se hallaban en el sur de España, solicitaron la presencia de alguno en la Ría de Vigo y cuando llegó, se descargaron de la bodegas de los galeones gran cantidad de oro, plata y mercancías valiosas. Se requisaron cuantos rudimentarios carros pudieron encontrar y la caravana de extraordinarios tesoros puso rumbo a Madrid para sufragar los gastos de la guerra.
Lila-(Observa el rostro de Nicolás que ha perdido el color al escuchar el relato) ¡Lo siento, Nicolás! ¡Cuánto lo siento! Por lo que parece Julio Verne se lo inventó todo. Ya no quedaba oro en los galeones cuando comenzó la batalla. ¡Cuánto siento que tus planes se hayan venido abajo! Es que eso de la búsqueda del tesoro suena muy bonito, pero no es real. (El muchacho se queda callado y compungido)
La guía- Es verdad que muchos de esos carros rudimentarios fueron atacados durante el trayecto. Algunos no muy lejos de aquí. Se conocen leyendas de la época que hablan de tesoros enterrados con el fin de esconderlos de los funcionarios de la corte.
Nicolás- ¡Sí! (Le dice a su prima) ¡Es una posibilidad! Si en alguno de esos pergaminos se habla de los lugares donde fueron atacados los carros, podíamos visitarlos y tal vez así descubriríamos donde dicen las leyendas que han sido enterrados. Las leyendas siempre tienen algo de verdad. Tomaré notas. ¡Esto puede ser una pista!
Lila-(Preocupada por su primo se haga de nuevo ilusiones vanas) Pero… pero…. ¡No deberías hacerte ilusiones!
Nicolás- La historia continúa. (Dice señalando a la guía y otra vez animado)
La guía-Cuando el 22 de octubre la flota enemiga se presentó en la Ría de Vigo, los galeones que habían perdido mucho peso, todavía ocultaban valiosos tesoros en sus bodegas.
Nicolás-¡Pero qué bien! ¡Seguro que el Santo Cristo de Maracaibo estaba todavía repleto de oro y plata! Todavía hay una oportunidade para mi familia.
Lila-(Entre dientes) Si tu lo dices.
La guía- La batalla fue encarnizada. La alianza protestante, compuesta por más de 150 navíos, desembarcó sus fuerzas con el fin de atacar las fortificaciones en tierra y así controlar la batalla naval. La estrategia les salió bien. Una vez eliminada la resistencia terrestre, lanzaron un buque contra la barrera creada para la protección de los galeones en el estrecho de Rande que habían bloqueado con pecios semisumergidos, cadenas y vigas. El buque se incendió y logró abrir una brecha en la muralla flotante. Entonces la Ría de Vigo se convirtió en el infierno. Las explosiones retumbaban en el cielo, las llamas coloreaban la tarde y alaridos aterradores llegaban a tierra desde los navíos incendiados. Unos 14.000 atacantes frente a unos 5.000 defensores. La batalla fue desigual, pero, a pesar de ello, el almirante francés que dirigía la batalla, Chateau-Renault, se batió valientemente, mientras los cañonazos sonaban por doquier y los hombres morían quemados, asfixiados o se lanzaban al agua aterrados, tratando de huir de las llamas y de los naufragios que tenían lugar allí donde uno detuviese la mirada. La derrota era ya evidente. Fue entonces cuando el almirante francés y el comandante Manuel de Velasco y Tejada dieron la orden a los navíos de huir y arrojar las riquezas por la borda. Todo para que el enemigo no se apoderase de tantas riquezas. Ellos huyeron en chalupa hacia tierra con su tripulación.
Nicolás- (A su prima) ¿Te das cuenta? ¡Ese es el tesoro que el Capitán Nemo utilizaba para mantener el Nautilus! ¿Será posible que no quede ni una triste moneda de oro? ¡Yo no lo creo!
Lila- No sé qué decirte. ¡Ha pasado demasiado tiempo! Y siempre hay gente interesada en encontrar tesoros. Yo no me haría muchas ilusiones.
Nicolás- ¡Calla! ¡Continúa la historia!
La guía- La batalla encarnizada estaba tocando a su fin. La derrota era ya un hecho. La batalla de Rande se había cobrado 2.000 muertos y otros tantos heridos españoles y 800 muertos y más de 500 heridos ingleses. A la mañana siguiente el espectáculo de la ría era dantesco. Aguas teñidas de sangre en la que cuerpos destrozados flotaban suavemente hasta la playa. Los restos de los naufragios se veían por doquier y el mar todavía parecía recordar los gritos, el dolor y la muerte que habían reinado durante toda la cruel y encarnizada batalla.
Lila- ¿Ya está? (Le pregunta a Nicolás) ¿Y dónde queda tu galeón, el tal Cristo de Maracaibo?
Nicolás-¡Espera, no seas impaciente! La guía continúa.
La guía- Con la batalla terminada los vencedores solo piensan en el botín y en regresar a sus casas. Para ello durante los días siguientes calafates, carpinteros, veleros y marinos reparaban los navíos vencedores y las naves españolas y francesas embarrancadas o apresadas durante la batalla. A más de 400 prisioneros se les obligó a recoger la plata y los cofres y a colocar en hileras a los muertos que las olas empujaban hacia la orilla del mar. Los buzos trabajaban a pulmón libre, reparando la carena, el timón y revisando los fondos donde encontraban fantásticas riquezas a cada paso. Durante varios días se prolongaron los trabajos. Uno de los galeones que fueron reparados y cargados con el botín con el fin de regresar a sus tierras, fue el Santo Cristo de Maracaibo.
Nicolás-(Da un salto emocionado) ¡Ahí está! ¿Lo ves? ¡Ya te lo decía! ¡El Santo Cristo de Maracaibo! ¡Esta es la oportunidad que aguardaba!
Lila-(Lo observa incrédula) ¡Lo que tu digas, chaval!
La guía- Como ya les dije anteriormente, cuando las tropas españolas y francesas se percataron de que la derrota era una realidad ineludible, decidieron quemar las naves e hundir los navíos con el fin de que el enemigo no se apoderara de todas las riquezas que todavía permanecían en la bodega de algunos de los galeones. Este era el caso del Santo Cristo de Maracaibo, cuyas bodegas todavía permanecían preñadas de tesoros ya que no les había dado tiempo a desembarcarlos para enviarlos a la corte. Así que los españoles extendieron material inflamable por la cubierta y el aparejo con el fin de echar a pique al galeón e impedir que el enemigo se apoderase de tantas y de tan maravillosas riquezas. Muchas cajas y sacos de monedas de oro, plata y alhajas caían por la borda del Santo Cristo de Maracaibo en una loca carrera por alejar este tesoro de las lenguas de fuego, del enemigo o del fondo de la ría. A pesar del evidente peligro de permanecer a bordo a en los alrededores de un galeón que ya ardía y amenazaba con irse a pique, docenas de hombres, de ambos bandos, que hacía unos instantes de disparaban a quemarropa provocándose aterradoras lesiones, ahora, mano a mano, se afanaban, a bordo de pequeñas chapulas, en recoger la lluvia de piedras preciosas y joyas que llovían desde el puente del Santo Cristo de Maracaibo. La codicia movía a aquellos hombres con tal ímpetu que ni siquiera las espantosas explosiones procedentes de los navíos contiguos y la avalancha de restos humanos destrozados por las detonaciones que se mezclaban con las alhajas y otras riquezas, consiguieron hacerles desistir de su afán de rapiña. Por fin las fuerzas inglesas temiendo el destino del galeón y de su tesoro organizaron un pelotón de abordaje y tomaron posesión del Santo Cristo de Maracaibo. No fue sencillo detener la ira del fuego. Los marinos bregaron valientes con las llamas hasta que consiguieron sofocarlas. El galeón solo tenía dos disparos de cañón en el casco, o sea que estaba en perfectas condiciones para navegar, y además sus bodegas todavía se encontraban repletas de tesoros. Entre los que no consiguieron arrojar por la borda y los que los ingleses cargaron con el fin de regresar a sus tierras con un magnífico botín, se cuenta con una cifra alrededor de 1.500 millones de euros. ¡Un gran tesoro se viese como se viese! Y ese iba a ser el destino del Santo Cristo de Maracaibo, acabar en la corte inglesa, en lugar de en la corte madrileña a la que estaba destinado. El capitán inglés John Baker del navío Monmouth fue el oficial que se puso al frente del galeón capturado. Tras realizar un inventario oficial y sellar las puertas de los depósitos, el 5 de Noviembre puso rumbo a Gran Bretaña. El capitán John Baker ya imaginaba su entrada triunfal en puerto británico cargado de gloria y de tesoros. Lo que no imaginaba era que lo que realmente le esperaba al llegar a Inglaterra sería un consejo de guerra.
Nicolás-¡Aquí está lo que estábamos esperando!
Lila- ¿Ah, sí?
Nicolás- ¡Claro! Ahora viene el naufragio. Es lo que necesitaba. ¡Conocer el lugar preciso donde descansa el Santo Cristo de Maracaibo repleto de tesoro! Y, por supuesto, cuál es la playa más cercana al naufragio.
Lila-No sé si te das cuenta de que esto ha sucedido hace varios siglos. O sea que el naufragio no es de la semana pasada. (Dice preocupada por las vanas ilusiones del muchacho)
Nicolás- ¡Pts! ¡Calla! Qué sigue la aventura.
Lila- ¡Pues vaya! (Contrariada y entre dientes) Ya veo que no hay manera de hacerte entrar en razón. ¡Menudo lío!
La guía- El destino del Santo Cristo de Maracaibo no era en absoluto alcanzar la costa de Inglaterra. Es más, jamás saldría de la Ría de Vigo, puesto que a la altura de las Islas Cíes, tal y como declaró John Baker en el consejo de guerra, el galeón chocó contra un arrecife. El navío se partió en dos. El terror se desató en la flota inglesa, y no solo por el temor de los marineros a bordo del galeón a perder la vida, sino por la preocupación del resto de la escuadra a perder los magníficos tesoros que atestaban sus bodegas. Por ello el caos triunfó aquella mañana. Tripulantes temerosos de hundirse con el barco se arrojaban por la borda, al tiempo que otro centenar se afanaba en acercarse a bordo de pequeñas chalupas con el fin de recuperar la mayor cantidad de carga posible antes de que el Santo Cristo de Maracaibo descansara para siempre en el fondo de la Ría de Vigo alejando sus riquezas de cualquier mano que no fuera la del legendario capitán Nemo del Nautilus.
Lila- ¿Estás oyendo? Descargaron todo cuanto pudieron. ¿Te das cuenta de lo que significa? Te lo repito por si no lo entiendes. Vaciaron las bodegas. Hace mucho, muchísimo. ¿Lo pillas?
Nicolás- ¡Calla! ¡Qué la aventura no ha concluido! ¡Aún hay una oportunidad para mí!
Lila- (Resopla contrariada) ¡Buff! ¡Es terco como una mula! ¡No hay quien le quite ese sueño loco de la cabeza!
La guía- El capitán John Baker y sus hombres tan valientes como codiciosos, consiguieron descargar del galeón gran cantidad de mercancías.
Lila- ¿Oyes lo que te decía?
Nicolás- ¡Silencio! ¡Qué no quiero perderme ni el más mínimo detalle! (Dice sin dejar de tomar notas en su cuaderno)
Lila- ¡Mira que es tozudo! ¡Ni que fuera de mi familia!
La guía- Los informes de la época hablan de cajas de tabaco, delicadas telas, bandejas, platos, cucharas, tenedores, candelabros todos de metales nobles. También sacos de dólares, objetos de plata y oro, joyas y piedras preciosas. Pero todas estas riquezas se hallaban en la parte alta del buque, es decir, que la mayor parte del tesoro se hallaba en el fondo de las bodegas y después de que el Galeón Santo Cristo de Maracaibo se partiera en dos, el tesoro se hundió con el resto del barco y así descansó para siempre en algún punto del fondo de la Ría de Vigo, aguardando a que algún intrépido investigador de con los restos del galeón y la fortuna que todavía hoy se oculta en sus bodegas.

El público aplaude. Todos parecen haber disfrutado de la historia y comentan entre ellos sobre la misma.

Nicolás- ¿Has oído tú? ¡Te lo dije! El fondo de la ría está repleto de tesoros. Con un par de monedas de oro de esos miles que todavía descansan en el mar, solo con un par, yo ya me conformo.
Lila- ¿Pero no te has enterado de que no conocen el punto exacto del naufragio? ¡Es como buscar una aguja en un pajar, después de más de 2 siglos!
Nicolás-Nadie ha dicho que la caza del tesoro sea sencilla.
La guía- Espero que hayan disfrutado del relato de esta fantástica aventura. Ahora disponen de unos 15 minutos para contemplar la exposición de esta sala antes de que el museo cierre sus puertas. Si tienen alguna cuestión no duden en preguntarme. Estoy aquí para aclararles todos los puntos oscuros de esta trepidante aventura marina.
Lila- No ha estado mal.
Nicolás- ¿Cómo puedes decir eso? ¡Ha sido fantástico, genial, una pasada!
Lila-¡Vale, como tú digas! ¡Paso de discutir contigo! Eres más terco que una mula. Ahora ya has oído a la guía, nos damos un paseíto y nos marchamos a casa, que estoy de muertos, explosiones, vísceras y sangre hasta la coronilla.
Nicolás- ¡Pero qué dices! ¡No podemos marcharnos hasta que encuentre una pista clara de por dónde tenemos que empezar a buscar el tesoro!
Lila- Ya has escuchado el relato completo de los hechos y yo no he oído ni un solo indicio que indique dónde se esconde el tesoro. ¿Acaso esperas que el fantasma de un marino muerto en el combate se presente a susurrarte en el oído donde debes utilizar tu alucinante detector Ptx200k/2 de segunda generación? Nicolás- No espero tanto. Con que me dejes echar un vistazo a los mapas de la época, me doy por satisfecho. Seguro que encuentro lo que estoy buscando. Un nombre, un lugar, una playa en la que comenzar la caza del tesoro.
Lila- (Sin dar crédito a las esperanzas del muchacho) Tu mismo, chavalito. Tienes unos cuantos minutos para desentrañar el misterio y volvemos a casa. ¡Qué te quede claro! ¡Este asqueroso olor a barco podrido me está matando!

Nicolás se lanza sobre las vitrinas de los mapas antiguos, mientras Lila se mezcla con el resto del grupo curioseando aquí y allá.
Nicolás se sorprende al darse cuenta de que no es fácil echar un vistazo tranquilamente a la vitrina porque los dos hombres de blanco no se separan ni un instante de la misma. Espera pacientemente a que llegue su turno y poder contemplar los mapas, pero pronto se percata de que los hombres de blanco no le van a dejar acercarse lo suficiente. El muchacho se muestra impaciente y nervioso y comienza a escrutar detenidamente a los dos tipos a cierta distancia.

Lila-(Contempla unas maderas viejas junto con la pareja de ancianos) ¡Qué monada! ¿Eh? (Les dice)
Anciana- Son maderas podridas.
Lila- ¿Ah sí? No lo hubiese imaginado. (Irónicamente) Pero no le diga nada a mi primo Nicolás. Se llevaría un terrible disgusto. (Sigue avanzando por la sala)
Nicolás-(Continúa esperando al lado de los dos hombres de blanco) ¡Oiga!
Hombre de blanco 1- ¿Qué te ocurre, chaval?
Nicolás- Están ustedes monopolizando los mapas y todos tenemos derecho a verlos.
Hombre de blanco 2- ¡Lárgate, mocoso, y no molestes más! Tienes mucha sala por ver, no tienes por qué estar aquí incordiando a las personas mayores. (Le hace un gesto intimidatorio interponiendo su enorme cuerpo entre el muchacho y los mapas con el fin de asustarlo)

Nicolás sale corriendo ante la amenaza del hombre, pero permanece relativamente cerca y medio oculto observándolos muy atentamente.
Lila, mientras tanto, charla con el resto de los visitantes del museo.

Lila-(Está con las dos mujeres y los ancianos contemplando el grabado de Julio Verne) ¡Anda! ¡Aquí tenemos al capitán Memo!
Primera mujer- ¡Se llamaba capitán Nemo! Era el capitán del submarino Nautilus.
Lila-(Irónicamente) ¡Vaya, me he equivocado otra vez! Es verdad, Nemo.
Segunda mujer- Pero ese es Jules Verne , no el capitán Nemo.
Lila- (Irónica) ¡No me diga! ¡No tenía ni idea! Es que el experto en estos asuntos es mi primo.
Anciano- (Se vuelve para mirar al muchacho que medio oculto entre las vitrinas espía a los Hombres de blanco.) Un muchachito muy avispado, parece.
Lila- Eso según se mire. Buena voluntad sí que tiene, eso hay que reconocérselo, pero se ha empecinado en encontrar pistas que le ayuden a descubrir el Tesoro de Rande y eso no me parece de una mente muy despierta, qué digamos.
Primera mujer-(Sonriendo condescendiente) ¡Qué tierno! ¡Cosas de chavales! ¿A quién siendo niño no le ilusiona encontrar un tesoro?
Anciano- Es verdad, pero tiene razón la muchacha, es mejor sacarle a los niños esas ideas fantásticas de la cabeza.
Lila- Siendo niño, adulto o anciano. A todos nos emocionaría toparnos con un tesoro, pero sabemos que eso solo es una fantasía. Los tesoros submarinos no andan por ahí, a la altura de la mano de cualquiera. Hay grandes empresas que se dedican a eso. Solo es una fantasía pensar que en un museo encontraremos el mapa del tesoro y que podremos pasar el fin de semana, como quien no quiere la cosa, recogiendo piedras preciosas en la playa.
Segunda mujer- ¡Qué chiquillo encantador!
Lila- Pues ya ven, se ha presentado en el museo con la mochila cargada de cachivaches para la búsqueda del tesoro. Detectores de metales, bloc de notas y vete tú a saber, cuántos cacharros más.
Anciana-La imaginación de los niños es un don maravilloso. Es una lástima que con el paso del tiempo perdamos esa ilusión por las cosas.
Lila- Más bien yo diría que nos vamos haciendo sensatos.
Primera mujer- Y aburridos.
Lila- (Dice para sí misma bastante fastidiada.) ¡Vaya, así que lo que pasa es que me he convertido en un muermo! ¡En una vieja aburrida! ¡Pues qué bien!
Anciano-Todo eso de la imaginación de los niños está muy bien, pero no se puede consentir que se les llene la cabeza de pájaros. Un muchacho como es debido debe tener la mente despejada y concentrada en sus estudios y no en absurdos sueños infantiles. ¡Hay que empujarles a la madurez! ¡Es importante!
Lila- Si usted lo dice.

Mientras tanto Nicolás observa a los hombres de blanco sin que ellos se percaten. Uno de los hombres permanece entre la vitrina y el resto de los visitantes impidiendo que estos puedan ver las actividades de su compañero. Este, tras saberse libre de miradas ajenas, saca del abrigo un sobre grande y coteja los papeles que trae en él con los pergaminos que se exhiben en la sala. Es entonces cuando Nicolás corre hacia su prima para ponerla al corriente del extraño comportamiento de los hombres.

Nicolás- (Tira de la manga de su prima para que se aparte un poco del grupo de visitantes y le habla entre susurros) ¡Los he descubierto! (Dice emocionado) ¡Los hombres de blanco!
Lila- ¡No me digas que los has descubierto! (Sarcástica) Pues fíjate tú que a mí se me habían pasado por completo. ¡Gracias! Si no fuese por ti no los habría visto hasta ahora.
Nicolás- ¡Déjate de guasas! Lo que quiero decir es que he descubierto sus verdaderas intenciones. ¡Ahora ya sé quiénes son!
Lila- (Sarcásica) ¡Espera que lo adivine! Son piratas disfrazados y conocen el lugar secreto donde se oculta el tesoro de Rande.
Nicolás- ¡Déjalo ya, por favor! ¡No digas más tonterías!
Lila- ¡Esta sí que es buena! ¡Ahora soy yo la que dice tonterías!
Nicolás- ¡Claro! ¿Cómo van a ser piratas disfrazados? Los piratas han muerto hace mucho tiempo. Estos solo son unos maleantes que se dedican al robo.
Lila- ¡Ah! ¡Cambiamos la peli de tesoros por la de robos y misterio! Para mi gusto vamos mejorando.
Nicolás- (Enfadado con su prima) ¡Estoy hablando completamente en serio! He visto lo que llevan oculto esos tíos bajo el abrigo.
Lila- ¿Unas camisas de muy mal gusto?
Nicolás- (Casi furioso) ¡No! Llevan unos pergaminos idénticos a los que se exhiben en las vitrinas.
Lila- ¿Y qué? Serán unas reproducciones de esas que venden en la tienda del museo. ¿Vamos a denunciarlos por comprar recuerdos en la tienda? Es verdad que a veces queda un poco cutre, pero no creo que sea para tanto.
Nicolás- ¡Es que no comprendes nada de nada!
Lila- ¡Vaya! No sé qué me pasa hoy, vieja, aburrida y tonta de capirote. ¡Cuánta amabilidad a mi alrededor!
Nicolás- Es que no quieres ver la verdad. Esos dos tipos intentan robar los manuscritos. La guía nos dijo que eran muy valiosos.
Lila- Pues sigo sin verlo claro. Si buscan el tesoro y ya tienen las reproducciones para buscar el lugar donde se encuentra, ¿para qué quieren robar los originales? Suena bastante estúpido, la verdad.
Nicolás- ¡Es que no buscan el tesoro! ¡Eso es evidente! ¡Son ladrones, por lo tanto solo vienen a robar! ¿No has oído que la colección de pergaminos de la época era muy valiosa?
Lila- (Resopla agotada) ¡Vale, está bien, lo que tú digas! Esos tíos son ladrones. ¿Y qué? ¿Qué quieres que le haga? A mí ni me va ni me viene y a ti tampoco. ¿No estabas únicamente preocupado por hallar el tesoro para ayudar a tu familia? ¿Qué vas a sacar del Misterio de los terribles hombres de blanco? (Con ironía)
Nicolás- ¡Los desenmascararé! ¡Impediré el robo y los denunciaré al museo! Entonces cobraré la recompensa y mis padres podrán pagar las deudas que tienen con el banco. Y todo volverá a la normalidad. Podremos estar juntos y no tendrán que trabajar día y noche.
Lila- ¡Ya está bien de fantasías! Puede que sea verdad que la imaginación infantil sea un don maravilloso, pero ya se hace pesado. ¡Tienes que quitarte esas locuras de la cabeza! Ni vas a descubrir el punto submarino donde se hundió el Santo Cristo de Maracaibo, ni el lugar donde se enterraron algunas de las riquezas que salieron en carros desde la costa camino de Madrid. ¡Eso es cosa del pasado! ¡Y mucho menos vas a cobrar la recompensa por impedir un robo que no se va a llevar a cabo!
Nicolás- ¡Eso es lo que tú dices, pero no sabes nada! Estoy completamente seguro de que son unos ladrones y cuando la sala quede vacía intentarán apoderarse de los pergaminos originales, ahora que ya saben exactamente cuáles son. ¡Incluso es posible que quieran dar el cambiazo y por eso tengan reproducciones de los mimos! De este modo nadie se enteraría del robo.
Lila- (Burlándose) Nadie, menos Nicolás, el niño más listo del planeta tierra y los alrededores.
Nicolás- Parece que no piensas ayudarme.
Lila- ¡Lo que me faltaba! ¿Qué quieres que haga yo? ¿Pretendes que me lance sobre esos pobres señores y los acuse sin pruebas de ser unos chorizos? ¿Y total, para qué?
Nicolás- ¡Ya te lo he dicho! Para impedir un robo y cobrar la recompensa. Si no quieres hacerlo por mí, al menos piensa en mis padres trabajando de sol a sol sin un solo día de descanso.
Lila-Yo ayudaría a tus padres si pudiera. Aquí estoy ¿no? Me he quedado sin fin de semana solo para cuidarte. ¿No es suficiente? ¿Qué más quieres de mí?
Nicolás- ¡Qué me ayudes a conseguir la recompensa! Yo solo no puedo.
Lila- ¡Eso es una locura completa! ¿De dónde has sacado esa absurda idea de la recompensa?

Lila eleva el tono de voz nerviosa por la insistencia de su primo. Por ello el resto de los visitantes la escuchan y una de las mujeres se atreve a intervenir.

Primera mujer- ¿Qué le pasa a nuestro buscador de tesoros preferido? ¿A caso ha dado ya con alguna pista de las buenas?
Lila-¡Qué va! (Con ironía) Hemos pasado de la búsqueda del tesoro a la caza del delincuente.
Anciano- ¡Vaya, su imaginación se desborda! ¡Ya lo había dicho yo! Tanta fantasía no iba a acabar bien.

Nicolás permanece muy serio con los dientes apretados al darse cuenta que lo tratan como a un chiquillo con demasiada imaginación.

Lila-Y todo por cobrar una imaginaria recompensa.
Segunda mujer- ¡Qué gracioso! ¡El chaval quiere hacerse rico!
Nicolás- (Interviene enfadado) ¡No quiero hacerme rico! ¡Solo pretendo ayudar a mi familia que lo está pasando muy mal! La recompensa pagaría las deudas con el banco.


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En busca del Tesoro de Rande Por Mila Oya


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