Nueve en el autobús |
Nueve en el autobúspor Mila Oya•Ebook en pdf de 60 minutos aprox. •Lee aquí gratis 30 minutos aprox. •Sinopsis
Nueve personajes están atrapados por misteriosos motivos en un autobús. Se tendrán que enfrentar a un escalofriante viaje y a sus propios miedos y angustias si quieren abandonar la niebla y llegar al final .
•Personajes Ana- Joven estudiante de Matemáticas. Marta-Joven estudiante de filología inglesa. Miguel-Joven estudiante de informática. Pablo- Hermano de Miguel. Estudiante de ESO. Ngom- Joven inmigrante. Esperanza- Anciana de camino a casa de su hermana. Lola-Mujer trabajadora. Ismael-Hombre representante de relojes. Conductor- Personaje que conduce el autobús. POR MILA OYA Se levanta el telón, el autobús está casi vacío y en penumbra. Solo hay nueve personas incluido el conductor. Ya ha oscurecido y es invierno. Las ropas de abrigo de los pasajeros así lo demuestran. Se acerca la Navidad. Un par de paquetes en los asientos de delante de los pasajeros 3 y 4 empaquetados con papel con motivos navideños, lo manifiestan. Todos los viajeros parecen dormitar menos la mujer y el hombre. La primera trabaja en su portátil y el segundo permanece aferrado a su maleta con los ojos abiertos como platos. Dentro del autobús se escucha una música tenue y afuera, la oscuridad parece cubrirlo todo. De repente, un trueno y un rayo. Los pasajeros ni se inmutan. Solo se inquieta el n 8. De pronto, la música cesa y en su lugar se escucha el ruido propio de las emisoras sin señal. El hombre 8 se sorprende. Aprieta más el maletín entre sus brazos y se vuelve hacia la ventanilla tratando de vislumbrar el exterior. El conductor apaga la radio. El silencio es total. En ese instante una enorme nube de niebla recubre por completo al autobús. El hombre 8 se gira para contemplar al resto de los pasajeros. Parece nervioso. Nadie repara en él. Sin soltar el maletín saca un teléfono móvil del bolsillo e intenta llamar. Ismael- (Se aproxima a la mujer que trabaja en el ordenador desde su asiento) ¿Le funciona el móvil? Lola- (Levanta la cabeza del ordenador) ¿Cómo dice? Ismael – Le pregunto si su teléfono tiene cobertura. (Le muestra el suyo.) No comprendo porque el mío no funciona. Regularmente hago este trayecto por autopista en mi coche y nunca me había pasado esto. Lola- (Frunce el ceño molesta por la interrupción, se lo piensa un segundo y decide aparcar por un instante el trabajo y busca su móvil en el bolsillo de la chaqueta.) Pues tiene usted razón. Mi teléfono también está fuera de cobertura. ¿Le urge hacer la llamada? Ismael- (Parece confundido.) No realmente no, pero, bueno, es que no hay cobertura... Lola- (Se vuelve hacia la ventanilla. Afuera solo puede distinguir la tupida niebla.) Tal vez sea la niebla. Está quedando una noche de perros. (La mujer intenta volver al trabajo, pero la pasajera 6 la interrumpe.) Esperanza- (Abre los ojos y se incorpora asomando la cabeza por el respaldo de la silla.) Si necesitan un teléfono puedo dejarles el mío (Ofrece el teléfono que pasa de Lola a Ismael.) Ismael-(Trata de realizar la llamada sin éxito y devuelve el teléfono) ¡Nada! El suyo tampoco tiene cobertura (Inquieto..) Este maldito autobús me está poniendo nervioso. Y todo porque se me averió el coche. No comprendo que es lo que está sucediendo. Los teléfonos no funcionan y este viaje parece no terminar nunca. La conversación va despertando al resto de los pasajeros que se desperezan. Lola- Es verdad (Consultando el reloj.) Vamos muy retrasados. Será por el tráfico. Voy a llegar a casa de mi hermana a las tantas. No creo que le haga mucha gracia que me presente a media noche. Pablo- (Tras librarse de los cascos y contemplar la oscuridad a través de la ventanilla, le saca los auriculares a su hermano.) Tiene razón la señora. Vamos a paso de tortuga. Así jamás llegaremos a casa de la abuela (A su hermano.) Miguel- (Responde a su hermano con ironía.) Bueno, hermanito. No te preocupes que ni los regalos de Navidad ni la prima Laura se van a escapar Pablo- (Picado por el comentario de su hermano.) Claro, tu no tienes prisa. Seguro que hubieses preferido quedarte y preguntarle a Carmen por qué te ha dejado más plantado que a una margarita. Miguel-(Molesto le propina una colleja a su hermano y se dirige a las chicas a las que la conversación ha despertado.) ¿Sabéis si llevamos mucho retraso? Ana- Creo que no. El autobús va como una flecha. Demasiado rápido para mi gusto. Marta- ¡Es verdad! Este tío es un verdadero kamikaze de la carretera. Desde la última parada en la que bajaron pasajeros hemos volado sobre la autopista. Eso que siendo viernes y vísperas de Navidades deberíamos estar atrapados en alguno de los muchos atascos típicos de las fiestas. Ismael- (Abrazado al maletín e evidentemente alterado, intenta vislumbrar el exterior consultando todo el tiempo el reloj.) Ya deberíamos haber llegado al peaje de la autopista. ¡No comprendo qué esta sucediendo! ¿Porqué no hemos alcanzado ya la ciudad? Lola- Tranquilícese, hombre. Es posible que hayamos tomado una ruta alternativa a causa de unas obras, por ejemplo. No hay motivo para inquietarse. Ismael- ¿Y los coches? (El hombre habla para todo el autobús.) ¿Dónde están el resto de los vehículos? Ahí afuera no hay ninguna luz. Todo es oscuridad. Todos tratan de vislumbrar el exterior. Ngom- Yo no tengo prisa por llegar, pero si piensa que vamos retrasados ¿porqué no le pregunta al conductor? (Musita.) Ismael- (Cada vez más nervioso) ¿Cómo dice? Ngom- Que debería preguntarle al conductor. Ismael-(Con bastantes malos modos.) ¿Acaso no sabe que no se puede hablar con el conductor? Ana-¡Qué tontería! Él tiene razón. Si está tan intrigado y asustado, pues pregúntele. Ismael-¿Asustado? ¡Qué estupidez! Solo tengo prisa por llegar. Tengo trabajo que atender. No puedo permitirme el lujo de perder el tiempo. Lola- Ya somos dos con prisa. Pregúntele al conductor. Pablo- Tres, somos tres. Yo también quiero llegar pronto a casa de la abuela. Miguel- (En bajo y en tono de burla.) Para abrazar a la preciosa primita Laura. (Pablo lo fulmina con la mirada.) Lola- ¿Qué? ¿Se anima a hacer la pregunta? Ismael se lo piensa. Se levanta del asiento. Primero deja el maletín, pero enseguida cambia de opinión y vuelve a aferrarlo con fuerza. Pablo- (A su hermano en un susurro.) ¿Qué llevará ese tío en el maletín? ¡Espero que no sea una bomba! Miguel le hace un gesto para que se calle, interesado por el hombre del maletín. Ismael- (Avanza hasta el conductor.) Oiga, por favor. ¿Se puede saber porque llevamos tanto retraso? Conductor- (Concentrado en la carretera, con los ojos como platos.) ¡Por favor, vuelva a su asiento! ¿No sabe que no se puede hablar con el conductor? Ismael- Pero, es que hace tiempo que... Conductor- ¿Es que no ve como está la niebla de tupida? Haga el favor de regresar a su asiento y no distraerme. No querrá provocar un accidente ¿verdad? (Sin apartar la mirada de la niebla.) Ismael- (A Lola.) Ya ve. He hecho lo que he podido pero seguimos sin enterarnos de que va todo esto. (Se sienta nervioso y aferrado al maletín.) Ana y Marta se cambian de asiento. Se sientan detrás de los muchachos. Marta-(Le dice a los muchachos.) Que tipo más raro ¿verdad? Parece tener mucha prisa. Demasiada. Espero que “eso” tan importante que lleva en el maletín no se ponga nervioso también. Pablo- A lo mejor es una bomba con un temporizador y por eso quiere largarse antes de que vuele por los aires. Miguel-(Le da una colleja a su hermano.) No le hagáis caso. Cosas de niños. Pablo- (Enfadado) ¡Ha hablado el gran hombre despechado! Miguel- (Vuelto hacia las chicas.) Está muy nervioso, por eso piensa que tardamos demasiado. Por lo que a mí respecta, podíamos ir más despacio. Ana- ¡Estoy completamente de acuerdo contigo! Llevamos una marcha que extraña con tanta niebla. Marta- Opino igual, pero me sorprende que la niebla sea tan tupida que no nos permita contemplar el resto de los coches. Además ¿porqué no estamos atascados? Pablo- ¿Pero también queréis un atasco? Se ve que ninguno de vosotros quiere llegar a casa. Miguel- Yo me llamo Miguel y este es mi hermano Pablo. ¿Y vosotras? ¿Cómo os llamáis? Ana- Yo soy Ana y esta es mi amiga Marta. Marta- Hola (Dice tendiéndoles la mano.) Miguel- ¿Vais las dos a la ciudad? Ana- Sí. De vacaciones de Navidad. Yo estudio matemáticas y Marta estudia Filología inglesa. Marta- Por el momento. (Los muchachos la interrogan con la mirada.) No se me da bien la materia y no me gusta la carrera. Todavía me estoy pensando en cambiarme para psicología, pero aún no me he decidido. Miguel- Yo estudio informática y mi hermano aún es un chiquilín que está en la ESO. Pablo- (Fastidiado) Este “Gran Hombre” y yo vamos a pasar las navidades con nuestros abuelos. Vendrán nuestros primos de fuera. Es la primera vez que nos reunimos todos después de muchos años. Miguel- Por eso y por nuestra primita Laura, mi hermano tiene tanta prisa por llegar. Pablo- (Enfadado.) No es que tenga prisa , es que creo que estáis equivocados y que el autobús va muy despacio. Ana- (Se vuelve hacia Ngom.) ¿Y tu? Hablas poco ¿no? ¿Cómo te llamas? Ngom- (Sonríe tímidamente.) Soy Ngom. Miguel- ¿Y que piensas, Ngom, de este viaje? ¿Vamos de prisa o vamos despacio? Ngom- (Se lo piensa unos segundos.) No hay nadie especial que me espere en la ciudad. Solo un conocido. Marta- ¿Y eso que quiere decir? ¿Que estás de acuerdo con nosotros o con ellos? Pablo- (Rebotado.) ¡Oye que yo no soy ellos! No tengo nada que ver con el tío del maletín, aunque también me parece que vamos despacio. Miguel- (A su hermano.) ¡Tranqui chaval! Qué nadie se está metiendo contigo. Pablo- (Rotundo.) Pues que quede claro que yo soy también “ Nosotros” y no “Ellos”. Ngom- (Siempre sonríe.) Entonces yo también soy “Nosotros”. No creo que vayamos despacio. Esperanza- (Se vuelve a los muchachos amable.) Yo me llamo Esperanza y también soy “Nosotros”. Miguel- ¿Entonces no tiene prisa por llegar o piensa que vamos a toda velocidad? Esperanza- (Se lo piensa.) Me traslado a vivir a casa de mi hermana. Ya sabéis: llega una edad en que la soledad se torna peligrosa. Desde que murió mi marido hace ya más de 15 años, no he vuelto a compartir vivienda. Marta- Tendrá entonces ganas de llegar ¿no? Esperanza- (Se lo piensa.) Pues sí y no. Está bien tener compañía, pero también se pierde independencia. Además cuando alguien va a vivir a casa de otro siempre se encuentra al principio con dificultades. Eso sin contar que mi hermana y yo nunca nos hemos llevado excesivamente bien. Ana- Resumiendo: que no le importaría demorar la llegada. (Esperanza asiente.) ¿Pero cree que vamos de prisa o no? Esperanza- ¡No! Creo que todo va bien. Como debería. Lola- Perdonadme si me meto en conversación ajena. Mi nombre es Lola y yo si que empiezo a pensar que este viaje está resultando demasiado largo y muy extraño. Ismael- ¡Por fin! Parecía que era yo el único que se enteraba de que algo no marcha bien. ¿Dónde está el resto de los coches? ¿Y los pueblos que deberíamos estar rebasando? ¿Y el peaje de la autopista? ¿Cuándo nos vamos a detener en el peaje? ¡Hace rato que deberíamos haberlo superado! Lola- ¿Se llama usted? Ismael- ¡Qué más da como me llamo! Lo único importante es que estamos atrapados en este autobús del demonio, sabe dios hacia dónde nos dirigimos y nadie parece percatarse de ello. Lola- Decirnos su nombre no va a perjudicarle en nada. Es solo un acto de cortesía. Ismael- (Con el ceño fruncido y sin muchas ganas.) Ismael (En un susurro.) Lola- ¿Cómo ha dicho? Ismael- (Se pone en pie y los mira a todos.) ¡Ismael! (Grita.) ¿Ya están satisfechos? Esperanza- Tranquilícese joven. Y perdónenos, no era nuestra intención importunarle. Marta- No le pida disculpas, no se las merece. Ese tío es un imbécil. Ismael- Oye niña, cierra el pico. Marta- Cierre el pico usted. Todos estamos en su misma situación y nadie más que usted está perdiendo los papeles. Ismael- Tal vez sea porque como entre todos no juntáis un cerebro, no os estáis enterando de nada. Lola- (Mirando a todos en general.) Será mejor que nos tranquilicemos. (Hacia Ismael.) Y usted debería sentarse ¿no cree? Piense que con un golpe de volante puede caerse y hacerse daño. Ismael- (Se lo piensa, pero se sienta y con voz más calmada como para si mismo.) Me extraña que a este paso de tortuga pudiese caerme. Ana- (Le pregunta a su amiga intrigada.) ¿Pero de verdad vamos tan despacio? A mi no me lo parece. Marta- Esto es una estupidez de marca “Anzuelo”. ¿Acaso no tenemos reloj? Con calcular el tiempo que llevamos a bordo saldríamos de dudas. Miguel- Pues no va a ser tan fácil. El autobús sale normalmente a las y media, pero estuvimos tanto tiempo en la estación aguardando turno para salir que cualquiera sabe. Yo no me acordé de mirar el reloj. Aunque seguro de que el señor Ismael si lo hizo (Levantando la voz para que el aludido escuchase.) Ismael- Ya os lo he dicho cien veces. ¡Llevamos horas de retraso sumergidos en la niebla sin otra compañía que la oscuridad total! Ahí afuera los coches han desaparecido, los pueblos se han volatilizado. No tenemos cobertura ¡Estamos solos en medio de ninguna parte! Se hace un silencio sepulcral durante unos minutos. Los pasajeros se miran nerviosos. Ismael congestionado se aferra al maletín. Miguel- (Chista para llamar la atención de Lola .Esta se gira hacia él.) Se llamaba usted Lola ¿verdad? (La mujer asiente.) ¿Qué opina de todo esto? ¿Consultó usted el reloj antes de salir de la estación? Lola- Lo lamento, pero no. Desde que subí al autobús me puse con el portátil y realmente no me enteré de que ya estábamos en carretera hasta que hicimos la primera parada. Y tampoco entonces se me ocurrió mirar la hora. Sabía que llegaríamos tarde a causa del retraso en la salida. Miguel- ¿Y tu, Ngom? Ngom- Lo siento, he estado durmiendo desde que me senté hasta que ese (Dijo señalando a Ismael.) nos despertó. No me he enterado de nada. Esperanza- Yo también he dormido (En tono de disculpa.) No puedo decir exactamente cuánto tiempo llevamos en la carretera. Marta- ¡Pues estamos frescos! ¿Tendremos que fiarnos de la palabra de ese tío al que le falta un tornillo? (No habló muy alto, pero Ismael la escuchó.) Ismael- (Se levanta furibundo, pero sin olvidar el maletín.) Creo, niña que te estás pasando un pelo. A mí cerebro no le pasa nada. Tal vez sí al vuestro que parece vivir en Disneylandia. Me da igual si no queréis enteraros y preferís pensar que todo marcha como la seda. ¡Que la noche es maravillosa y que este viaje no va hacia el infierno! ¡Es asunto vuestro! Yo solo digo lo que sé. Si no queréis creerme, será peor para vosotros. Se hace un silencio pesado en el autobús. Pablo- (A Miguel con evidente temor.) ¿Y si ese tipejo tuviese razón y si nos hubiesen secuestrado, o algo así? Ismael- (Suelta una estruendosa carcajada.) ¡Al único al que le funciona la cabeza es el que todavía ni se afeita! ¡Así nos va! Miguel-¡Ya está bien! ¡Está usted asustando a mi hermano! ¡No le da vergüenza aterrorizar a un niño! Ismael- Tal vez tu estés tan atemorizado como él. Pareces un chico listo y desde luego, para cualquiera que tenga el más mínimo cerebro, es evidente que algo extraño y terrible nos está sucediendo. No sé cuando vais a rendiros a la evidencia. Él muchacho ya lo ha hecho (Señalando a Pablo.) ¿A que esperan los demás? Esperanza- (Con los nervios a flor de piel.) ¿Por qué dice usted esas cosas? ¿Qué saca en limpio con asustarnos? Ya soy una mujer mayor, mi corazón no está en su mejor momento. ¿Porqué insiste en angustiarnos? Lola- Será mejor que nos calmemos y no saquemos las cosas de quicio. Ismael- ¿Está usted cambiando de opinión? Hasta ahora pensaba como yo que estábamos tardando demasiado. Lola- Lo creo sí. El viaje se está alargando más de la cuenta. Eso es verdad. Pero de ahí a pensar que estamos siendo secuestrados, perdone señor, pero no me lo creo. Y le aseguro que no resido en disneylandia. Ismael-Yo no he hablado para nada de un secuestro. No. Un secuestro no. Eso lo ha dicho el chico. El autobús permanece unos instantes en silencio. Ana- (A Marta y al resto de los muchachos.)- Lo dice de tal manera como si él supiera algo que no nos quiere contar. Cómo si tuviese más información de la que nosotros conocemos. Lola- (Lo escucha y se vuelve hacia Ismael.) Creo que si sabe algo más sobre lo que está sucediendo, ha llegado el momento de soltarlo. Todos tenemos derecho a estar informados. Estamos todos en el mismo barco. Pablo- Mismo autobús, para ser más exactos. Lola- (Sonríe.) ¡De acuerdo! Mismo autobús. ¡Todos correremos la misma suerte! Ismael- (Se pone en pie y habla para todos.) Esto es evidentemente un robo. Marta- ¿Un robo? Pues hasta ahora a mí no me falta nada. (Con cierta ironía.) Ismael- (Sin prestar atención a la interrupción.) El autobús se sale de su ruta habitual, se desplaza por caminos estrechos y oscuros hasta llegar al punto de encuentro. Miguel- (Bajando un poco el tono de voz y escrutando al conductor.) Entonces, ¿acusa usted al conductor de estar involucrado en el robo? Ismael- (Asiente con la cabeza y mira de soslayo al conductor.) Desde luego. (En un susurro.) Y cuando lleguemos al lugar convenido, el cómplice nos desplumará a todos. Por supuesto, a mí el primero. (Aferrándose al maletín.) Ana- ¿A qué cómplice se refiere? ¡No lo entiendo! Ismael calla un instante y regresa a su asiento. Esperanza- (Nerviosa.) ¿No ha escuchado a la chica? ¿Quién nos va a robar? ¿Quién nos va a atacar? ¡Dígalo! Si lo sabe, no tiene derecho a callarse. Todos aguardan inquietos por la respuesta. Ismael- (Se vuelve al fin.) Tal vez ese hombre puede aclararnos algo. (Señala Ngom.) Ngom- ¡No! ¡Yo no sé nada! ¡No sé de que habla ese señor! Miguel- ¡El colmo! Pero qué, qué qué... (No encuentra la palabra.) Pablo- Piiii (Simulando uno de esos pitos que en televisión pretenden ocultar una palabra mal sonante.) Miguel- ¡Eso! Pi y cabrón. Qué eso es lo que es este tío. ¡Qué fácil! ¡Qué nos encontramos en un problema, pues el inmigrante tiene la culpa! ¡Es increíble! Ana- ¡Es asqueroso! Ngom- ¡De verdad que yo no tengo nada que ver! ¡No he hecho nada malo! Marta- ¡Claro que no, hombre! No le hagas caso a ese tipejo. También podría haberme acusado a mí, como estoy pasada de peso podría también ser sospechosa. Pablo- (Con ironía y señalando el bolso de Lola que se halla abierto en el asiento.) Ella también puede ser sospechosa. ¡Es fumadora! Miguel- ¡Sí, claro! Y no le preguntemos a Ngom por su religión. Como sea musulmán está condenado seguro. Ngom- Yo no he hecho nada. Marta- Tranquilo Ngom. No todos pensamos igual. Lo de este tío es xenofobia y racismo del puro. Ismael se sienta en su lugar ignorando a los presentes. Esperanza- No es racismo. Yo, por supuesto, no soy racista, pero convendrás conmigo que las cárceles están llenas de extranjeros. Pablo- ¡Mira con lo que nos sale la abuela! ¡Y parecía una mujer amable! Esperanza- Y soy una mujer amable. Pero la realidad no tiene que ver con eso. Y la realidad es que hay más presos extranjeros que españoles. Ana- ¡Esto es el colmo! Marta- Tienes razón. Es como el chiste de la araña y el científico. Pablo- Ese no lo conozco. Marta- Pues es un científico que experimenta con una arañita. Cada vez que le arranca una pata, llama a la arañita y ella avanza lentamente hacia él. Claro que cuando le arranca todas las patas la arañita ya no se mueve. Y la conclusión del científico es: arañas sin patas son sordas. Esperanza- No entiendo que tiene que ver ese chiste con lo que he dicho. Ana- ¿Qué le parece que las cárceles están llenas de pobres y no de extranjeros? Esperanza- También hay pobres que son de aquí y no terminan en las cárceles. Miguel- (Con sorna.) Sí claro, las cárceles están rebosantes de millonarios. De repente, un grito generalizado corta la conversación. Conductor- ¡Sujétense! El autobús traza dos curvas cerradas de improviso. Los pasajeros salen catapultados de sus asientos. Bolsas y paquetes ruedan. Esperanza a punto está de caerse. Ngom estira el brazo y la sujeta en el último momento impidiendo que se golpee contra el suelo. Conductor- (Enderezando el vehículo.) ¡Ya ha pasado el peligro! ¿Están todos bien? Los pasajeros se acomodan y recogen todo lo caído. Ismael- ¡Os lo dije! ¡El conductor está involucrado! ¡Ha querido acabar con nosotros! (Se aproxima furioso al conductor.) ¿Qué es lo que pretende? ¡Explíquese inmediatamente! Sabe que sospechamos de usted y ha permanecido todo el rato en silencio. (Mirando para el pasaje.) ¿Qué más pruebas necesitamos para estar convencidos de que está metido en esto? (De nuevo al conductor.) No me dirá que este cristal ridículo le ha impedido enterarse de que todos sospechamos que este viaje no es trigo limpio. ¿A qué espera para decirnos la verdad? Conductor-¡No sabe usted lo que dice! ¡Claro que les he escuchado, pero tenía cosas más importantes en las que ocupar mi mente! ¿Qué le parece intentar que este autobús no se despeñe entre la niebla? ¿Realmente quiere saber la verdad? Ismael- ¡Por supuesto! ¡Tenemos derecho! Conductor- ¡Pues es cierto! Hace más de una hora que deberíamos haber llegado. La radio no funciona, el GPS está muerto. Ignoro donde estamos y cuál es la carretera que recorremos. Hago todo lo que puedo por seguir las líneas pintadas en el asfalto, pero cada vez la niebla es más tupida. Las curvas me han sorprendido de improviso, eso que el autobús va perdiendo velocidad a pesar de que cuando la visibilidad mejora, piso el acelerador para ganar tiempo. ¡Es imposible! ¡No sé donde estamos ni a donde nos dirigimos! Y también puedo informales de que estamos absolutamente solos en la carretera. Lola- ¡Esto es una locura! Ana- ¿A qué se refiere con que estamos absolutamente solos? Conductor- Hace más de una hora que no nos cruzamos con ningún coche y creo que hace algo más que no veo ninguno en nuestra dirección. Marta- (Sin mucha convicción.) Quizá sea la niebla que como está tan cerrada impida que los veamos. Ismael regresa a su asiento. Todos se callan. Ngom está con Esperanza en su asiento. Le limpia una pierna. Esperanza comienza a gimotear. Esperanza- Tenemos que parar. ¡Estoy sangrando mucho por la rodilla y me duele una barbaridad! ¡Tenemos que detenernos! Ngom- La herida no parece grave, pero debería verla un médico. Ismael- ¿Detenernos? ¡Ni lo sueñe! ¿Cómo pretenden que lleguemos a nuestro destino si dejamos la calzada? Además ¿Quién sabe que hay ahí afuera? ¿Y si no hay espacio para pararnos? ¿Y si el autobús se cae por un terraplén? ¿Y si otro coche nos embiste? Marta- ¿Pero no ha oído al conductor? Hace rato que estamos completamente solos. ¿Quién nos iba a embestir? Miguel- Yo creo que parar es una gran idea. Puede que estemos cerca de alguna casa o de un bar. Podríamos bajar a preguntar donde nos encontramos y llamar por teléfono. Eso terminaría con todas nuestras dudas. Lola- No sé. A mi me parece peligroso. (Se levanta para ver la herida de Esperanza.) Solo es un corte. Podríamos hacerle una cura de emergencia con el botiquín. Con un poco de desinfectante y unas gasas quedaría perfecto hasta llegar a la estación. Ismael- Yo voto por eso. Es absurdo que nos detengamos en plena carretera con esta oscuridad. ¿Nunca han escuchado esos accidentes por pararse en la autopista? ¡Es muy peligroso! Miguel- El conductor no conoce esta carretera. Es posible que a causa de la niebla nos hallamos desviado de la ruta y ya no estemos en la autopista. Eso explicaría que no haya tráfico alguno. Lola- Pero no podemos estar seguros. Es un gran riesgo. Esperanza- (Gimotea.) Quiero parar, quiero salir de este autobús. Ngom- No se ponga nerviosa. No nos va a pasar nada. Ismael- ¿Y eso quién te lo ha dicho? Alguno de tus dioses africanos. Ana- ¡Cállese de una vez! Marta- ¡Qué tipo más repugnante! Ismael- ¡Un poco de educación, niña! ¡Los jóvenes de ahora ya se sabe! Miguel- Y de los hombres de su edad, ya se sabe también. Ismael- ¿Qué pretendes decir, mocoso? Pablo- ¡Con mi hermano no se meta! Ismael- ¡Lo que nos faltaba! Dos adolescentes imberbes que van de machitos. Miguel- ¿Pero de qué va este tío? Marta- ¡No le hagáis caso que es un imbécil de marca! Lola- ¡Por favor! Debemos mantener la calma. Peleándonos no solucionaremos nuestros problemas. Ana- Puede que tenga razón, pero alguien tiene que poner en su sitio a ese energúmeno. ¿No pensará que como estamos en una situación delicada tenemos que permitirle que se muestre como un asqueroso racista? Lola- Solo trato de poner un poco de paz. Esperanza- ¡Quiero bajar! ¡Quiero que paren el autobús ahora mismo! (Sollozando.) Ngom- No llore, por favor. No le va a pasar nada. Ismael- ¡Pero que listo es nuestro amigo “extranjero”! Sabe perfectamente lo que nos va a suceder, ¿por qué será? Marta- ¡Es totalmente insoportable! ¡Es repugnante! Ngom- (Hacia los muchachos en susurro.) No le hagáis caso. No me importa. Miguel- Pero a mí si me importa. ¡Es usted lo peor de este viaje infernal! Deberíamos de parar y echarlo fuera. Esperanza- ¡Sí, por favor! ¡Detengamos el autobús! Pablo- Deberíamos votar. ¡Yo voto por parar! Ismael- ¿Y a ti quién te dio voto en este entierro? Aun no tienes edad, mocoso. Todavía te faltan años para tener ese derecho. Miguel- Mi hermano tiene razón. Votaremos y desde luego, su voto cuenta como el que más. Ismael-¡De eso nada! Ni el mocoso ni el negro tienen derecho a votar. Ana- ¡Es que me da ganas de vomitar! Marta- (Sarcástica.) Nosotras somos mujeres, ¿podemos votar o también le parece una aberración que tengamos derecho al voto? Ismael- ¡Qué remedio! (Murmura.) Esperanza- Votemos ya, por favor. ¡Yo quiero bajar! Pablo- Ya somos dos. Miguel- Yo también voto por parar en el arcén. Y van tres. Ana- ¡Contad conmigo! Ya somos cuatro. Marta- Cinco con mi voto. ¿Y tu, Ngom? Ngom- No sé. No quiero problemas. Ismael- ¡Vaya! Hasta ahora sabía muchas cosas, pero cuando le preguntas directamente, ya ves, de repente es un ignorante. Miguel- ¡Váyase a la mierda! (A Ngom.) Debes votar como los demás. Aquí estamos todos en la misma situación. Ngom- (Se toma su tiempo.) Bueno, yo... Esperanza- ¡Por favor, necesito bajar del autobús! Ngom- No se preocupe. Votaré también por bajar. Pablo- ¡Ya somos cinco! Mayoría. ¡Qué el conductor detenga el autobús! Esperanza- Sí, deténgase de una vez. Conductor- ¿Están todos de acuerdo? Ismael- ¡Claro que no! ¿Es que no se entera usted de nada? Yo no quiero bajar. Me niego a que se detenga el autobús. He pagado por un viaje a la ciudad y quiero que sigamos avanzando. ¿Y usted? ¿Está de mi parte? (A Lola.) Lola- A mi me parece peligroso pararnos en el arcén. Creo que es un gran riesgo, pero no me voy a oponer a la mayoría. Si todos quieren bajar, cuenten también con mi voto. Ismael- ¡Es el colmo! ¡No pueden hacerlo! ¡Nos vamos a matar o algo peor! Miguel- ¡Siéntese y cállese de una vez! Conductor, estamos preparados. Ismael- ¿Y que pasa con el conductor? ¿El no tiene derecho a votar? ¿Lo tiene el negro y el niño y no el hombre que lleva el autobús? Conductor- No votaré. Aceptaré lo que la mayoría proponga. Esperanza- ¡Pare ya, por favor! Conductor- ¿Están seguros? Se escucha un sí general. Conductor- ¡Está bien! ¡Agárrense fuerte por lo que pueda pasar! Pondré el intermitente y reduciré la marcha. Trataremos de detenernos a la derecha en el arcén. El intermitente suena en el autobús. Todos están callados y sentados. Solo se oye el gimoteo de Esperanza. Conductor- Allá vamos Todos permanecen atentos. Conductor- ¡Dios mío! ¡No puede ser! ¡Cuidado! ¡Sujétense! El conductor da de nuevo un volantazo. Todos se inclinan violentamente hacia la izquierda y gritan. El conductor consigue enderezar de nuevo el autobús. Esperanza- ¿Qué está pasando? ¡Párese ya! Conductor- ¡Lo lamento! ¿Están todos bien? ¿Hay alguien herido? Miguel- ¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Porqué el autobús no se detiene? Marta- ¡Eso! Díganos de una vez de qué va esto. Conductor- Lo siento muchísimo. ¡No entiendo nada! Ana- ¿Pero qué demonios tiene que comprender? ¡Solo tenía que detener el autobús! Conductor- Ya les he dicho que lo siento. He hecho lo que he podido... Lola- ¿Qué quiere decir? Conductor- Me ha sido imposible detener el autobús. ¡Los frenos no responden! Lola- ¡Cielo santo! Murmullos de horror. Ismael- ¡Esto va de mal en peor! ¿Nos está diciendo que avanzamos a oscuras por una carretera desconocida cubierta de niebla y sin frenos? Esperanza- (Gimoteando.) ¡Esto es una pesadilla! ¡No lo aguanto más! Conductor- No es exactamente así. Ismael- ¡Déjese de divagar y díganos de una vez lo que ha sucedido! Conductor- Sí tenemos frenos. (Musita) Esperanza- ¡Pues entonces pare de una vez! Conductor- ¡No he podido! ¿Es que no lo han visto? El autobús me permite reducir la velocidad, pero cuando he intentado detener el vehículo no me ha sido posible. Los frenos no respondían. Miguel- ¡No entiendo nada! Conductor- Pues está muy claro. No podemos detenernos. El autobús no lo permite. ¡Estamos atrapados aquí dentro! El pasaje se mira aterrado y en silencio. Lola- (Le habla a Esperanza) Está usted sangrando en la pierna. Será mejor que le haga una cura. Ngom- Espere que le ayudo. Ngom sujeta la pierna en alto de Esperanza mientras Lola limpia la herida y la cubre con una tirita. Los demás permanecen en sus asientos en silencio. Pablo- (A su hermano.) Estoy asustado ¿sabes? Es como si el autobús nos tuviese prisioneros. No nos deja parar, no nos deja acelerar. ¿Qué quiere el autobús de nosotros? ¿Porqué nos hace esto? Miguel- Es raro, sí y muy inquietante. Pero no debes preocuparte. Al menos estamos aquí dentro calentitos, protegidos de la noche de perros que hay ahí afuera. Tenemos agua en la bolsa y embutidos en los regalos de Navidad. (Los paquetes de regalo están en el asiento de delante.) Pablo- ¡Eso es cierto! Al menos no nos moriremos de hambre y sed. ¿Tu crees que esto durará mucho tiempo? Alguna vez se acabará la gasolina y pararemos ¿no? Miguel- (Se encoge de hombros.) ¡Ojalá! Podríamos salir de esta cárcel. Pablo- ¿Tu crees que papá y mamá ya habrán llegado a la casa de la abuela? A lo mejor están muy preocupados por nosotros. Tal vez, se hallan dado cuenta de que algo raro nos ha sucedido y envíen a alguien a rescatarnos. Miguel- Es una posibilidad. ¿Sabes? Ahora también yo tengo ganas de llegar a casa y ver a papá, a mamá y a la abuela. Desde que comenzó todo este lío no me he vuelto a acordar de Carmen y ahora que me ha pasado por la cabeza, me he dado cuenta de que ya me da igual. Si prefiere estar con Carlos que conmigo, pues que le cunda. ¡Paso de ella! Pablo- ¡Haces bien, hermanito! Y pasa también de él. Menudo un amigo el que te birla la novia cuando te descuidas. ¡Qué le den! ¿Qué te parece si nos olvidamos de todo y nos lanzamos sobre el salchichón. ¡El miedo me da hambre! Conductor- ¡Estupendo! ¡Es genial! ¡Atención todos! Creo que las cosas están mejorando por aquí. Se escucha un suspiro de alivio general. Ismael- ¡Por fin! Ya estaba perdiendo la esperanza. Por un momento pensé que iba envejecer en este cochambroso autobús. Lola- Díganos ¿Qué pasa? ¿Ha recuperado la radio o el GPS? Ngom- (A Esperanza.) ¡Ya puede estar tranquila! Pronto la visitará un médico. Conductor- Bueno, no tan de prisa. Ni la radio ni el GPS funcionan todavía, pero el autobús se ha acelerado, por primera vez en una hora. ¡Es una buena señal! Esperanza- ¿Acelerado? ¡No lo entiendo! ¿Pero no queríamos detenernos? ¿Qué bueno puede haber en que ganemos velocidad? ¡No lo comprendo! Ana- Tiene razón. ¡No podemos abandonar el autobús! ¿Qué más nos da que ahora vaya más deprisa! Marta- A ver si aún por encima, nos vamos a estrellar con toda esta niebla. Ismael- Si vamos a más velocidad llegaremos antes ¿No lo entienden? De eso se trata. Por eso hemos subido a esta autobús, para llegar a la ciudad. Ana- ¡No diga tonterías! Si ni siquiera sabemos en qué carretera nos encontramos. Quizás por aquí no se vaya a la ciudad. Ir a más velocidad no soluciona nuestros problemas. Marta- Aunque es posible que si el autobús ahora nos permite acelerar, también nos permita reducir. Ana-¡Tienes razón! ¿Por qué no intenta de nuevo detenerse? Ismael- ¡Y dale! ¿Vamos a volver a la discusión de antes? ¡Yo no quiero detenerme! Quiero seguir y seguir hasta llegar a la estación. Esperanza- Inténtelo, por favor. Pruebe a pararse otra vez. Ismael- ¡Ni hablar! Apriete el acelerador y sáquenos de aquí lo antes posible. Esperanza- No, por favor. ¡Pare! Conductor- ¡Sujétense! ¡Curvas! Esta vez el pasaje se sujeta a tiempo. Ngom protege con su cuerpo el de Esperanza. Aunque el autobús se inclina violentamente, ninguno se cae. Ana- ¡Esto es demasiado! ¡Es como si descendiéramos por una montaña de los más sinuosa! Marta- ¡Sujétate con fuerza! Ana- ¿Pero donde demonios estamos? ¿Pero qué montaña es esta? El autobús se endereza. Conductor- ¿Están todos bien ahí atrás? Se ha acabado el tramo de curvas cerradas. Esperanza- (Gimotea) ¡Qué locura! ¡Nada de esto tiene el más mínimo sentido! ¡Necesito salir de aquí! Conductor- Lo lamento, de verdad. Pero he tratado de reducir la velocidad y no es posible. Hemos ganado algo de ritmo. Es lo único que nos permite el autobús. Ana- Esperanza tiene razón. ¡Esto es de locos! ¿Es que es el autobús el que toma sus propias decisiones? Marta- Eso parece. Lo que no entiendo es porqué lo hace. Ismael- ¡Chorradas! ¡Solo decís chorradas! ¿Cómo va a ser un autobús el que nos mantiene prisioneros? ¡Un robo! ¡Eso es lo que es! ¡Alguien nos quiere robar! Ana- ¿Ya vuelve usted a las andadas? ¿Va a volver con la conspiración entre Ngom y el conductor? Aburre usted a las ovejas. Ismael- ¡Olvídame, niña! (Con sorna.) Si tu prefieres pensar que el malísimo autobús, quiere vengarse de nosotros por la subida de los combustibles, pues tu misma. Yo sigo pensando que si alguien quiere dañarnos, ese ha de ser un tío de carne y hueso, no un montón de chatarra. Marta- Ya conocemos sus teorías, no hace falta que las repita: negros, inmigrantes, gordos, fumadores, jóvenes haciendo botellón y mujeres con derecho a voto, lo peorcito de la sociedad. Los culpables de todos nuestros males. Ismael- (Se levanta del asiento y se enfrenta a Marta.) Niña, me tienes más que harto. Lo que tu necesitas es... Marta- No me diga más. Usted es uno de esos que lo arreglan todo a palos ¿Verdad? Ismael- Es que iba hasta ahí y.... Lola- ¡No discutan, por favor! Ya es suficientemente angustioso el ambiente del autobús como para que nos agobien con sus disputas. Ana- Usted debería apoyarnos, también es mujer. Lola- Es que este no parece el momento adecuado para disputas. Ana- Pues yo creo que cualquier momento es bueno para poner a un intolerante en su sitio. Marta- ¡Bien dicho! El miedo no debe hacernos renunciar a defender lo que pensamos. Ismael- Jua jua . Mujeres reivindicativas. ¡Son una plaga! Miguel- Una plaga son los tipos como usted, que dan verdadero repelús. www.librototal.net Nueve en el autobús Por Mila Oya |
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