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La Jaula |
por Mila Oya
•Ebook en pdf de 43 minutos aprox.
Sinopsis
Cuatro personajes deambulan sobre un cuadrado dibujado sobre las tablas del escenario que representa LA JAULA que a veces parece nuestra vida. Con sus entradas y salidas de la jaula nos hablarán de su dolor, su lucha e incluso de su rendición ante la presión social que sienten como una cárcel.
Personajes
Mati- La prostituta.
POR MILA OYA El escenario está completamente oscuro. Se encienden las luces y cuatro personajes vestidos con una túnica negra y con la cabeza cubierta se hallan en los cuatro vértices de un cuadrado pintado de tiza. En el centro del mismo se halla una luz. Los personajes están vueltos hacia ella y sus caras blancas brillan. Suena la música. Percusión lenta, rítmica. Los personajes giran 45 grados para avanzar en dirección a las agujas del reloj y al ritmo lentísimo de la percusión comienzan a recorrer el perímetro del cuadrado, deslizando suavemente la punta del pie derecho sobre la marca de tiza. Avanzando al mismo ritmo recorren la jaula hasta regresar al punto de inicio. Al alcanzar el vértice del cuadrado en el que iniciaron la marcha, los personajes dan la espalda al público y permanecen inmóviles. La música se apaga. Mati, que se halla en el vértice dos, se baja la capucha se abre la túnica, se da la vuelta, abandona la figura y camina contoneándose hacia el público. Las luces de la jaula se apagan. Suena la melodía ridícula de un teléfono móvil. Mati , con los andares propios de una prostituta, se detiene frente al público. Busca el teléfono entre los pechos. Antes de atender la llamada se saca el chicle de la boca y busca el modo de librarse de él. No encuentra donde pegarlo y se lo traga. Al fin descuelga.
Mati- Mati al aparato. ¿Aló? [...] ¡Hola, mamita! ¡Qué alegría me da escucharla! (Cuando percibe que la llaman de su casa, se cubre rápidamente con la túnica y adopta una aptitud respetuosa) [...] No le he dicho que no me llame usted que es muy caro. Si deja una llamada perdida, ya le contestó yo desde la oficina tan pronto esté libre. [...] Sí. Todo muy bien. ¡Estupendo! ¿Han recibido el dinero que les envié? [...] Chévere. ¿Y cómo están todos por casa? ¿Cómo les van los estudios a Teresita y a Cristina? ¿Le ha llegado el dinero para comprarle unos cuadernos nuevos? [...] Me alegro. ¿Y los muchachos? [...] Sí, sí. Yo estoy bien, mamita. No se preocupe por mí. Hay mucho trabajo y el jefe nos trata muy bien. ( En ese momento Mati se aparta de nuevo la túnica y hace un gesto obsceno hacia el público como si un posible cliente acabara de pasar en coche frente a ella). Ya sabe, nos dejamos los dedos en el ordenador, pero nos pagan bien y las compañeras son estupendas. [...] Sí, claro que me llega para vivir. No se preocupe. Yo le envío solo el dinero que me sobra. Ya le he dicho que la empresa nos proporciona una vivienda de alquiler estupenda, agradable y soleada. Si viera, mamita, la oficina en la que trabajamos, le encantaría. Tiene unas vistas al mejor barrio de la ciudad. [...] Claro que estoy contenta. ¿Por qué no iba a estarlo? Fue duro al principio, pero venirme ha sido la mejor solución. ¿Dónde iba a conseguir todo este dinero quedándome en casa? [...] ¿Cómo dice? [...] Tiene razón, ahí solo me quedaba echarme a la calle. Menos mal que siempre hay otra salida para los desesperados, mamita. Y ahora todo está estupendamente. [...] ¿Le sucede a usted algo, mamita? Suena como si estuviese llorando. [...]No me mienta. Ha pasado algo ¿verdad? ¿Por qué me ha llamado a estas horas tan extrañas? ¿Son los chicos? ¿Les ha ocurrido una desgracia? ¡Por favor, madre, cuénteme! Soy su hija mayor. Tengo que saberlo ¿Es el niño Mateo? [...] ¡Ah! (De alivio) Entonces es Tinín. ¿Qué le ha ocurrido? [...] ¡No puede ser! [...] ¿El corazón? ¡Pero si todavía es solo un niño! [...] Un problema coronario. Ya veo. ¡Así, de repente! [...] ¡No llore, madre! ¿Y que se puede hacer? [...] Un marcapasos. Pero eso será carísimo. No se preocupe, por favor. Les mandaré más dinero. Todo el necesario. No se preocupe por eso. Haré horas extraordinarias. Aunque sea me encerraré en la oficina de sol a sol. Usted no piense en eso. Tinín saldrá adelante. Estoy segura. [...]¿Cómo dice? No la comprendo. [...]¿Qué vaya a visitarlos? ¡Oh, mamita! Eso no es posible. No puedo perder un trabajo tan estupendo. Si regreso no podré volver. [...] ¡No llore más, por favor! Entiendo que me necesite, yo también la necesito, pero ya sabe cuánto cuesta el billete. Tendríamos que empeñarnos de nuevo. [...]¡No! No le va a pasar nada. Ya sé que es demasiado caro, pero buscaré el dinero. Se lo prometo. [...] ¿Vacaciones? No creo, mamita que mi jefe me permitiese tomarme unas vacaciones. Ahora no. Estamos con un negocio importante. No pueden prescindir de mí. [...] Está bien, mamita. Se lo preguntaré. Lo intentaré. Pero usted no llore más. Todo tiene solución. Dele un beso muy fuerte a Tinín y a los demás. [...] Dígale a las chicas que Mati le ha dicho que le echen una mano y a Mateo que no se meta en más líos. Intentaré arreglarlo todo. Usted quédese tranquila. La llamaré tan pronto tenga un momento. ¡Besitos, mamita! [...] ¡Todo irá bien! ¡Hasta pronto!
Mati cuelga y se vuelve en dirección a la jaula. La luz de esta se enciende. Mati se ajusta la túnica y la capucha y se incorpora en el vértice número 2 de espaldas, como el resto de los personajes. Jonás- Hola soy Jonás y también soy cuidador de una enferma mental grave, mi mujer, Ana. Llevamos ya 12 años luchando contra la enfermedad. Es duro, muy duro. Ya lo sabéis. Para Elena y Carmen, mis dos hijas, ha significado un verdadero calvario. Me hubiese gustado librarlas de esta experiencia, pero... no estaba en mi mano. El médico de familia me aconsejó que acudiera a estas reuniones. Dice que hablar con otras personas en mi misma situación me ayudará a mí y a toda la familia. Yo no lo sé. Es verdad que la enfermedad de Ana me hace sentirme solo y la soledad no es buena. Aunque no creo que vuestra compañía pueda aliviar nuestra situación. Pero tenía que intentarlo. Tenía que intentar algo. A Ana ya no sé como ayudarla. Creo que me odia, y no solo en los momentos de crisis. Piensa que deseo hacerle daño. ¡Es tan doloroso para mí! Mi vida se reduce a cuidar a mi mujer y a acudir al trabajo. Soy recepcionista nocturno de hotel. He escogido el turno de noche para poder atenderla durante el día. Durante la noche mis hijas están en casa. Ellas saben, incluso mejor que yo, como tratar a su madre. Al menos a ellas todavía no las odia. Me preocupa tanto que llegue a hacerlo. No quiero que sufran la terrible sensación de sentirse rechazado por una de las personas a las que más quieres. A veces pienso que nuestra familia naufragará. Es normal. Esto no hay quien lo aguante durante tanto tiempo. Me han aconsejado que la interne, pero ¿dónde? No hay suficientes plazas públicas y con mi sueldo de recepcionista no alcanzo ni siquiera la ilusión de ser un mileurista. ¿Cómo puedo ni siquiera pensar en ingresarla en un hospital privado? No hay luz al final del túnel para mí. La oscuridad ha sido y será mi compañera hasta el final. A veces intento recordarla antes de que se le declarara la enfermedad. Éramos tan jóvenes. Y ella era tan bella. Su sonrisa rivalizaba con la luz del sol e iluminaba mi vida, inundándola de felicidad. Nuestras dos niñas jugaban en su regazo a la hora de la siesta. Por entonces no me daba cuenta de que todo era demasiado perfecto. Todos éramos demasiado felices. En ocasiones pienso que la vida nos ha castigado por vivir inmersos en la alegría y no haber sabido reconocerla. A veces pienso que... Pienso demasiadas cosas absurdas. Temo por Carmen y Elena, temo porque no consigan una vida feliz y temo también porque la consigan demasiado pronto y nos dejen. No sé entonces cómo podré soportar la casa vacía. Por que estará vacía, sin vida. Porque ni Ana ni yo tenemos vida con la que llenar la casa. Me dicen que estas reuniones me ayudarán a combatir la depresión. Pero, ¿realmente sufro de depresión? Creo que lo que padezco es el dolor de convivir con la enfermedad mental cada día. Si Ana mejorara mis padecimientos desaparecerían. Sé que eso no va a suceder. Así me lo han dicho todos los médicos consultados. He hecho todo lo que he podido, todo lo que me han aconsejado, hasta he acudido a esta reunión. Intentarlo todo. ¿Qué otra cosa puedo hacer?
Jonás baja la cabeza y lentamente se vuelve por donde ha venido. Inés-¡No puede ser! ¡Otra vez no! “Le aconsejamos una nueva intervención” “El porcentaje de éxito es bajo” (Inés intenta contener el llanto) ¡Es horrible! ¡Soy un verdadero fracaso! ¡Cualquier mujer puede, menos yo! ¿Qué es lo que he hecho mal? (Hace una pausa angustiada) ¿Cómo se lo voy a contar a Mario? (Saca un móvil y se piensa un momento si llamar) ¡No! ¡No puedo decírselo! ¡No puedo! Pedro abandona la jaula en ese instante y camina hasta Inés.
Pedro- ¿Es usted Inés? (La mujer se vuelve sorprendida, se seca las lágrimas, se pone las gafas y esconde la carta) He estado en su oficina y me han dicho que había salido un momento. Es muy importante para mí que me diga si hay algún trabajo. Ya sabe. Me llamo Pedro Negros. He dejado mis datos hace tiempo y no me han llamado. Aquí tiene el impreso (Le entrega un papel que Inés toma. Se saca las gafas para leerlo) ¿Se encuentra usted bien? ¿Qué le ha ocurrido en el ojo?
Pedro vuelve sobre sus pasos. Se enciende la jaula. Se cubre y se incorpora al vértice número 3. Permanece de espalda e inmóvil como el resto. Inés saca de nuevo la carta, la relee en silencio y retorna a la jaula. Se cubre y ocupa el vértice 1. Suena la música que marca los pasos. Ahora el ritmo se acelera. Caminan en dirección contraria a las agujas del reloj. Completan una vuelta. Mati se gira desde el vértice 2 hacia el 4. Mati y Jonás se ven de frente. Caminan rápidamente al ritmo de la música para encontrarse en el punto medio del lado del cuadrado que les corresponde. Una vez se han encontrado frente a frente giran inmediatamente y regresan a su vértice. Realizan esta operación dos veces bastante rápido. Inés y Mati repiten esta operación desde el vértice 1 y 2 respectivamente. Al final, una vez más, todos se vuelven de espaldas al público. La música cesa.
Jonás- (Mostrando unos billetes) ¿Es esto suficiente? Se apartan hacia un rincón del escenario. En pie, mientras Inés toma el bocadillo, Jonás da la espalda al público e intenta realizar el acto sexual. Inés sigue comiendo el bocadillo mientras Jonás gime. Mati – Cómo me gusta. Eres fantástico (Dice mecánicamente sin dejar de comer) Me pones loca. Qué bien. Sigue, sigue. (Con la boca llena) Hmmm. Bueno, bueno. Buenísimo. Qué sabrosón (Mirando el bocadillo) Jonás se separa y se saca el condón. Inés se sacude las migas del escote.
Jonás- Ha estado bien. ¿verdad?
Jonás cabizbajo regresa a la jaula que permanece apagada. Mati-¡Menuda una nochecita! Con este frío no hay ni un alma. ¡Menuda mierda! Hoy no voy a hacer un euro más. ¡Con lo que los necesitamos!
Inés abandona la jaula apagada. Deambula en la noche nerviosa y preocupada. Mati- Aire, guapita. Esta es mi zona, ya te puedes ir largando. La noche está húmeda, pero yo estoy más seca que una mojama (Haciendo el gesto del dinero con los dedos). No está la cosa como para compartir clientela. Así que ya sabes, carretera, monina. Inés la mira con sorpresa
Inés- No. Yo no... Inés baja a toda prisa la cabeza e intenta ocultar el ojo amoratado.
Inés-Ha sido un accidente en la oficina (Musita) Mati, de repente, se abre la túnica para mostrarse obscenamente a un coche que pasa en ese momento por delante de ellas.
Mati- ¡Mierda! Ha pasado de largo. ¡Esta noche la voy a pasar a palo seco! (A Inés) Ya me he hartado de esta conversación absurda. Tengo trabajo. No pienses que estoy aquí por gusto. Necesito dinero. Es el único motivo. Deberías de largarte. A lo mejor es culpa tuya que no se pare ningún cliente. Y esta conversación me está dejando mal cuerpo y lo necesito para trabajar. Yo que pensaba que en España las mujeres se habían rebelado contra lo de toda la vida. Que aquí las cosas eran diferentes. Que aunque desde el inicio de los tiempos las cosas de hombres y mujeres iban así, era posible cambiarlas. Y no me refiero a la prostitución, que aunque también es de toda la vida, nadie le aplica este criterio. Todos dan por bueno que las putas existamos para siempre. Pero, al menos, no piensan lo mismo en los casos de malos tratos. ¡Hasta la policía te ayuda! Si estuvieras en mi país y te quejaras porque tu marido te da unas hostias, las carcajadas de los agentes se podrían oír en esta calle. A lo mejor, aún te daban algunas más para que volvieras caliente a casa. Aquí es diferente. Se tiene una oportunidad. Pero hay que lucharla, claro. Siempre hay que luchar. Nunca nada es gratis. Te lo digo yo. Inés recibe los empujones sin oponer resistencia. Se encamina en silencio hacia la jaula que está apagada y se reincorpora al vértice 1 de espaldas al público. Mati saca el dinero que esconde entre los pechos. Lo cuenta varias veces. Mati- No te preocupes, Tinín. Aún queda mucha noche por delante. Todavía se pueden dejar caer por aquí muchos cerdos. Dios lo quiera. Mira al cielo y se protege de la lluvia. Mati- ¡Éramos pocos y parió la abuelita! ¡Ahora lluvia! ¡Y cómo cae! ¡A la mierda la noche! ¡Tendré que cerrar la tienda! ¡Maldita sea! No ganaré ni un duro. Siempre hay una cagada en el peor momento preparada para fastidiame. Se escucha un trueno.
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