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LA JAULA
por Mila Oya

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Sinopsis

Cuatro personajes deambulan sobre un cuadrado dibujado sobre las tablas del escenario que representa LA JAULA que a veces parece nuestra vida. Con sus entradas y salidas de la jaula nos hablarán de su dolor, su lucha e incluso de su rendición ante la presión social que sienten como una cárcel.

Personajes

Mati- La prostituta.
Inés- La administrativa.
Jonás- El recepcionista.
Pedro- El prejubilado

LA JAULA
POR MILA OYA

El escenario está completamente oscuro. Se encienden las luces y cuatro personajes vestidos con una túnica negra y con la cabeza cubierta se hallan en los cuatro vértices de un cuadrado pintado de tiza. En el centro del mismo se halla una luz. Los personajes están vueltos hacia ella y sus caras blancas brillan. Suena la música. Percusión lenta, rítmica. Los personajes giran 45 grados para avanzar en dirección a las agujas del reloj y al ritmo lentísimo de la percusión comienzan a recorrer el perímetro del cuadrado, deslizando suavemente la punta del pie derecho sobre la marca de tiza. Avanzando al mismo ritmo recorren la jaula hasta regresar al punto de inicio. Al alcanzar el vértice del cuadrado en el que iniciaron la marcha, los personajes dan la espalda al público y permanecen inmóviles. La música se apaga. Mati, que se halla en el vértice dos, se baja la capucha se abre la túnica, se da la vuelta, abandona la figura y camina contoneándose hacia el público. Las luces de la jaula se apagan.

Suena la melodía ridícula de un teléfono móvil. Mati , con los andares propios de una prostituta, se detiene frente al público. Busca el teléfono entre los pechos. Antes de atender la llamada se saca el chicle de la boca y busca el modo de librarse de él. No encuentra donde pegarlo y se lo traga. Al fin descuelga.

Mati- Mati al aparato. ¿Aló? [...] ¡Hola, mamita! ¡Qué alegría me da escucharla! (Cuando percibe que la llaman de su casa, se cubre rápidamente con la túnica y adopta una aptitud respetuosa) [...] No le he dicho que no me llame usted que es muy caro. Si deja una llamada perdida, ya le contestó yo desde la oficina tan pronto esté libre. [...] Sí. Todo muy bien. ¡Estupendo! ¿Han recibido el dinero que les envié? [...] Chévere. ¿Y cómo están todos por casa? ¿Cómo les van los estudios a Teresita y a Cristina? ¿Le ha llegado el dinero para comprarle unos cuadernos nuevos? [...] Me alegro. ¿Y los muchachos? [...] Sí, sí. Yo estoy bien, mamita. No se preocupe por mí. Hay mucho trabajo y el jefe nos trata muy bien. ( En ese momento Mati se aparta de nuevo la túnica y hace un gesto obsceno hacia el público como si un posible cliente acabara de pasar en coche frente a ella). Ya sabe, nos dejamos los dedos en el ordenador, pero nos pagan bien y las compañeras son estupendas. [...] Sí, claro que me llega para vivir. No se preocupe. Yo le envío solo el dinero que me sobra. Ya le he dicho que la empresa nos proporciona una vivienda de alquiler estupenda, agradable y soleada. Si viera, mamita, la oficina en la que trabajamos, le encantaría. Tiene unas vistas al mejor barrio de la ciudad. [...] Claro que estoy contenta. ¿Por qué no iba a estarlo? Fue duro al principio, pero venirme ha sido la mejor solución. ¿Dónde iba a conseguir todo este dinero quedándome en casa? [...] ¿Cómo dice? [...] Tiene razón, ahí solo me quedaba echarme a la calle. Menos mal que siempre hay otra salida para los desesperados, mamita. Y ahora todo está estupendamente. [...] ¿Le sucede a usted algo, mamita? Suena como si estuviese llorando. [...]No me mienta. Ha pasado algo ¿verdad? ¿Por qué me ha llamado a estas horas tan extrañas? ¿Son los chicos? ¿Les ha ocurrido una desgracia? ¡Por favor, madre, cuénteme! Soy su hija mayor. Tengo que saberlo ¿Es el niño Mateo? [...] ¡Ah! (De alivio) Entonces es Tinín. ¿Qué le ha ocurrido? [...] ¡No puede ser! [...] ¿El corazón? ¡Pero si todavía es solo un niño! [...] Un problema coronario. Ya veo. ¡Así, de repente! [...] ¡No llore, madre! ¿Y que se puede hacer? [...] Un marcapasos. Pero eso será carísimo. No se preocupe, por favor. Les mandaré más dinero. Todo el necesario. No se preocupe por eso. Haré horas extraordinarias. Aunque sea me encerraré en la oficina de sol a sol. Usted no piense en eso. Tinín saldrá adelante. Estoy segura. [...]¿Cómo dice? No la comprendo. [...]¿Qué vaya a visitarlos? ¡Oh, mamita! Eso no es posible. No puedo perder un trabajo tan estupendo. Si regreso no podré volver. [...] ¡No llore más, por favor! Entiendo que me necesite, yo también la necesito, pero ya sabe cuánto cuesta el billete. Tendríamos que empeñarnos de nuevo. [...]¡No! No le va a pasar nada. Ya sé que es demasiado caro, pero buscaré el dinero. Se lo prometo. [...] ¿Vacaciones? No creo, mamita que mi jefe me permitiese tomarme unas vacaciones. Ahora no. Estamos con un negocio importante. No pueden prescindir de mí. [...] Está bien, mamita. Se lo preguntaré. Lo intentaré. Pero usted no llore más. Todo tiene solución. Dele un beso muy fuerte a Tinín y a los demás. [...] Dígale a las chicas que Mati le ha dicho que le echen una mano y a Mateo que no se meta en más líos. Intentaré arreglarlo todo. Usted quédese tranquila. La llamaré tan pronto tenga un momento. ¡Besitos, mamita! [...] ¡Todo irá bien! ¡Hasta pronto!
¡Maldita sea!

Mati cuelga y se vuelve en dirección a la jaula. La luz de esta se enciende. Mati se ajusta la túnica y la capucha y se incorpora en el vértice número 2 de espaldas, como el resto de los personajes.
La música vuelve. Los encapuchados se giran para avanzar en dirección contraria a las agujas del reloj. La peregrinación siguiendo la línea de tiza se reanuda, todavía a un ritmo lento, pero ahora en dirección opuesta al giro anterior. Los personajes dan una vuelta completa a la jaula. Al final dan la espalda al público y caen de rodillas y ocultan la cabeza entre las manos. La música se detiene.
Jonás, desde el vértice 4, abandona la jaula. La luz se apaga. Camina cabizbajo, pero decidido, hasta situarse frente al público.

Jonás- Hola soy Jonás y también soy cuidador de una enferma mental grave, mi mujer, Ana. Llevamos ya 12 años luchando contra la enfermedad. Es duro, muy duro. Ya lo sabéis. Para Elena y Carmen, mis dos hijas, ha significado un verdadero calvario. Me hubiese gustado librarlas de esta experiencia, pero... no estaba en mi mano. El médico de familia me aconsejó que acudiera a estas reuniones. Dice que hablar con otras personas en mi misma situación me ayudará a mí y a toda la familia. Yo no lo sé. Es verdad que la enfermedad de Ana me hace sentirme solo y la soledad no es buena. Aunque no creo que vuestra compañía pueda aliviar nuestra situación. Pero tenía que intentarlo. Tenía que intentar algo. A Ana ya no sé como ayudarla. Creo que me odia, y no solo en los momentos de crisis. Piensa que deseo hacerle daño. ¡Es tan doloroso para mí! Mi vida se reduce a cuidar a mi mujer y a acudir al trabajo. Soy recepcionista nocturno de hotel. He escogido el turno de noche para poder atenderla durante el día. Durante la noche mis hijas están en casa. Ellas saben, incluso mejor que yo, como tratar a su madre. Al menos a ellas todavía no las odia. Me preocupa tanto que llegue a hacerlo. No quiero que sufran la terrible sensación de sentirse rechazado por una de las personas a las que más quieres. A veces pienso que nuestra familia naufragará. Es normal. Esto no hay quien lo aguante durante tanto tiempo. Me han aconsejado que la interne, pero ¿dónde? No hay suficientes plazas públicas y con mi sueldo de recepcionista no alcanzo ni siquiera la ilusión de ser un mileurista. ¿Cómo puedo ni siquiera pensar en ingresarla en un hospital privado? No hay luz al final del túnel para mí. La oscuridad ha sido y será mi compañera hasta el final. A veces intento recordarla antes de que se le declarara la enfermedad. Éramos tan jóvenes. Y ella era tan bella. Su sonrisa rivalizaba con la luz del sol e iluminaba mi vida, inundándola de felicidad. Nuestras dos niñas jugaban en su regazo a la hora de la siesta. Por entonces no me daba cuenta de que todo era demasiado perfecto. Todos éramos demasiado felices. En ocasiones pienso que la vida nos ha castigado por vivir inmersos en la alegría y no haber sabido reconocerla. A veces pienso que... Pienso demasiadas cosas absurdas. Temo por Carmen y Elena, temo porque no consigan una vida feliz y temo también porque la consigan demasiado pronto y nos dejen. No sé entonces cómo podré soportar la casa vacía. Por que estará vacía, sin vida. Porque ni Ana ni yo tenemos vida con la que llenar la casa. Me dicen que estas reuniones me ayudarán a combatir la depresión. Pero, ¿realmente sufro de depresión? Creo que lo que padezco es el dolor de convivir con la enfermedad mental cada día. Si Ana mejorara mis padecimientos desaparecerían. Sé que eso no va a suceder. Así me lo han dicho todos los médicos consultados. He hecho todo lo que he podido, todo lo que me han aconsejado, hasta he acudido a esta reunión. Intentarlo todo. ¿Qué otra cosa puedo hacer?

Jonás baja la cabeza y lentamente se vuelve por donde ha venido.
La luz de la jaula se enciende. Los personajes se ponen en pie todavía de espaldas. Jonás se reincorpora en el vértice 4, ya cubierto con la túnica. Suena la música. Todos se vuelven para iniciar la vuelta en dirección a las agujas del reloj y rítmicamente comienzan el ritual de completar la jaula. Cuando cada uno recobra su posición, Inés, que se halla en el vértice 1 y Pedro, que se halla en el vértice 3, se miran de frente y caminan acompasadamente hasta encontrarse en el punto medio del lado del cuadrado que les corresponde. Cuando se descubren levantan las manos con las palmas hacia fuera a punto de tocarse, y como si se hallaran ante un espejo, trazan en el aire un amplio círculo con las cuatro manos que nunca se rozan. Después cada uno regresa a su vértice. Se vuelven de espaldas, permanecen inmóviles e Inés se retira la capucha se abre la túnica y avanza hacia el público. Ahora tiene unas gafas de sol. La luz se apaga Inés saca un sobre del bolso mientras camina por el escenario. Se detiene se quita las gafas de sol y es evidente el ojo amoratado. Abre el sobre, saca la carta y lee en bajo con muestras de dolor. Se oyen varias frases que lee en alto.

Inés-¡No puede ser! ¡Otra vez no! “Le aconsejamos una nueva intervención” “El porcentaje de éxito es bajo” (Inés intenta contener el llanto) ¡Es horrible! ¡Soy un verdadero fracaso! ¡Cualquier mujer puede, menos yo! ¿Qué es lo que he hecho mal? (Hace una pausa angustiada) ¿Cómo se lo voy a contar a Mario? (Saca un móvil y se piensa un momento si llamar) ¡No! ¡No puedo decírselo! ¡No puedo!

Pedro abandona la jaula en ese instante y camina hasta Inés.

Pedro- ¿Es usted Inés? (La mujer se vuelve sorprendida, se seca las lágrimas, se pone las gafas y esconde la carta) He estado en su oficina y me han dicho que había salido un momento. Es muy importante para mí que me diga si hay algún trabajo. Ya sabe. Me llamo Pedro Negros. He dejado mis datos hace tiempo y no me han llamado. Aquí tiene el impreso (Le entrega un papel que Inés toma. Se saca las gafas para leerlo) ¿Se encuentra usted bien? ¿Qué le ha ocurrido en el ojo?
Inés- Una caída en casa (Responde secamente mientras lee)
Pedro- ¡Ah, ya! Una caída en casa. Permita que me meta en lo que no me importa, pero no debería consentir esas “caídas”. No debería.
Inés- (Lo ignora y lee el papel sacudiendo la cabeza) Si no le hemos llamado es que no tenemos nada para usted. A su edad, supongo que ya le habrán dicho que no es fácil encontrar empleo. Usted aceptó la jubilación anticipada. (Secamente)
Pedro- Lo sé, pero mi mujer y yo necesitamos comer. Ya se lo he explicado a todas sus compañeras. He trabajado durante más de 20 años como vigilante en un almacén de libros. Yo hubiese preferido trabajar hasta pasados los 65. Me siento bien físicamente. Mi salud es buena. Pero mi mujer siempre ha estado delicada. En la empresa empezaron a presionarme para que lo dejara y aguanté lo que pude. Al final, no me quedó más remedio que aceptar. No solo me acosaba mi jefe, todos mis compañeros se afanaron en recordarme que era un viejo y que estaba impidiendo que una persona más joven tuviese un puesto de trabajo, aunque fuera tan en precario como el mío. Parecía que me había convertido en el culpable del paro de la juventud de todo el país. La hostilidad creció día a día. Cuando me despistaba hasta me escondían el bocadillo antes de marcharse. Por si no me daba cuenta de que querían que desapareciera de sus vidas. Por lo que pude oír, el hijo de uno de los empleados estaba ansioso por ocupar mi puesto. Ya ve, al llegar a una edad todos piensan que somos un estorbo y que no necesitamos nada para vivir. A lo mejor saben que necesitamos a veces más , pero sencillamente no le importa a nadie.
Inés -(Lo corta y de mal humor le contesta) ¿Qué se cree que puedo hacer yo? Todos tenemos problemas, señor, que no le importan a nadie.
Pedro- Como usted (Señalando el ojo)
Inés- (Cortante) Y está bien que no le importen a nadie. Cada uno debe meter las narices en sus asuntos, sobre todo si son tan imposibles de solucionar como los suyos. Si quiere sinceridad, le diré que no tiene la más mínima oportunidad de encontrar un empleo en estas oficinas y en ninguna otra, creo yo. Está usted atrapado en la jubilación anticipada.
Pedro- Todos estamos siempre atrapados por algo, pero eso no impide que luchemos por salir. Usted también debería intentarlo.
Inés- ¿Intentar lo qué?
Pedro- Intentar liberarse. Salir de su jaula.
Inés- (Lo interrumpe y habla furiosa) No sé cómo se atreve. Yo no estoy en ninguna jaula. Mi vida es tan perfecta como la de cualquiera. Mi matrimonio es feliz como el que más. Ahora mismo estamos intentando tener niños y los tendremos ¿entiende? ¡Seré madre! Eso es lo más importante. Es lo único que importa. Pedro- (En un murmullo) Eso está bien. (En alto) Me es igual lo improbable que le parezca que me salga un empleo. Volveré todos los días y les llamaré. No me dejaré vencer. Soy viejo, pero no estoy muerto todavía.
Inés- (Desabrida) Usted verá.
Pedro- Le deseo suerte con lo suyo. Con su familia feliz y con sus futuros hijos.

Pedro vuelve sobre sus pasos. Se enciende la jaula. Se cubre y se incorpora al vértice número 3. Permanece de espalda e inmóvil como el resto. Inés saca de nuevo la carta, la relee en silencio y retorna a la jaula. Se cubre y ocupa el vértice 1. Suena la música que marca los pasos. Ahora el ritmo se acelera. Caminan en dirección contraria a las agujas del reloj. Completan una vuelta. Mati se gira desde el vértice 2 hacia el 4. Mati y Jonás se ven de frente. Caminan rápidamente al ritmo de la música para encontrarse en el punto medio del lado del cuadrado que les corresponde. Una vez se han encontrado frente a frente giran inmediatamente y regresan a su vértice. Realizan esta operación dos veces bastante rápido. Inés y Mati repiten esta operación desde el vértice 1 y 2 respectivamente. Al final, una vez más, todos se vuelven de espaldas al público. La música cesa.
Mati se libra de la túnica y se contonea avanzando hacia el público. A los pocos segundos Jonás hace lo propio. La luz de la jaula se apaga.
Jonás aborda a Mati.

Jonás- (Mostrando unos billetes) ¿Es esto suficiente?
Mati- (Con desprecio) Ni de coña. Con eso no te da ni para que escuche tus problemas.
Jonás- No quiero contar mis problemas. Eso ya lo he hecho. Solo quiero follar.
Mati- Pues para follar hay que tener más dinero. Qué te piensas qué trabajo por amor al arte. (Se ríe estruendosamente)
Jonás- Necesito follar.
Mati – Necesito, necesito. ¡Harta estoy con tantas necesidades! Si traes más dinero follarás. Si no, por favor, circula que me estás espantando a la clientela y esta es una buena hora.
Jonás- Mi mujer está enferma, ¿sabes?
Mati – Te he dicho que circules. Si quieres contar tus problemas te vas a terapia. Ahí ya te dirán que por ese dinero nadie te escuchará. Y si tienes muchas ganas, pues te haces una paja y andando. Es gratis, agradable y no le das la paliza a nadie.
Jonás- Es que llevo mucho tiempo sin...
Mati – (Furiosa) ¡Qué te largues! Busca a otra chica por la calle. Hay cientos. Todas como yo, inmigrantes y todas pobres como las ratas. Seguro que encuentras alguna que acceda incluso solo por un bocadillo. No es mi caso, papito. Yo necesito cuartos y muchos rápidamente. Paso de muertos de hambre como tu.
Jonás- Si traigo más dinero, ¿querrías?
Mati - ¿Tienes más dinero? (Pregunta dubitativa examinando con detenimiento al hombre. Al final niega con la cabeza) No me lo creo. Tienes pinta de estar sin blanca Y este es un negocio, papito, no un crucero de placer. Cuando una está de vacaciones se aleja de los hombres todo lo que puede. Y estamos en horario laboral. Así que si me ofreces el doble de eso (Señalando el dinero), te puedo hacer un servicio rápido. Rapidísimo. Si traes algo más podemos negociar. Pero ahora no me molestes.
Jonás- Iba en dirección al trabajo y me pareciste preciosa. Pensé que tu y yo...
Mati – (De nuevo furiosa) Tu y yo ¿qué? Soy una puta. ¡A ver si te enteras! Solo aguanto piropos, si me pagan. Solo simulo placer, si me pagas. Solo te miro con deseo, si me pagas. Solo te digo cuánto me gustas, si me pagas.
Jonás- ¿Solo sientes si te pagan?
Mati – Si me pagas, siento lo que tu quieras. Si no me pagas, solo siento asco todo el tiempo, como ahora. Y si me dejas en paz, creo que aprovecharé que me has ahuyentado a los clientes para tomarme el bocadillo. (Saca el bocadillo envuelto en papel de aluminio y comienza a mordisquearlo)
Jonás rebusca en los bolsillos hasta que reúne más dinero.
Jonás- Es todo lo que tengo. ¿Te vale?
Mati – (Sin dejar de comer lo revisa detenidamente) Bueno, aunque es mi hora de comer y no me gusta mezclar el placer con el trabajo, te puedo ofrecer un servicio rápido. Casi fulminante.
Jonás- Por mí está bien.
Mati – Pues ahí mismo podemos empezar. Venga el dinero. (Lo guarda en el escote) Tendrás que ponerte un condón. Por ese dinero no corro riesgos.
Jonás- Ah, claro, un condón.
Mati – Pues sí. ¿Qué te creías?
Jonás- Es que hace tanto...
Mati – No digas más. Toma (Le tiende uno) Debería de cobrártelo.

Se apartan hacia un rincón del escenario. En pie, mientras Inés toma el bocadillo, Jonás da la espalda al público e intenta realizar el acto sexual. Inés sigue comiendo el bocadillo mientras Jonás gime.

Mati – Cómo me gusta. Eres fantástico (Dice mecánicamente sin dejar de comer) Me pones loca. Qué bien. Sigue, sigue. (Con la boca llena) Hmmm. Bueno, bueno. Buenísimo. Qué sabrosón (Mirando el bocadillo)

Jonás se separa y se saca el condón. Inés se sacude las migas del escote.

Jonás- Ha estado bien. ¿verdad?
Mati- (Concentrada en el bocadillo y sin muchas ganas) Oh, sí. Genial. Como hacía tiempo.
Jonás- Tal vez otro día...
Mati- Ya sabes, si traes platita fresquita hablamos. Ahora será mejor que circules, que la noche es larga.
Jonás- Pues, bueno, eso, que... ¡Hasta otro día!

Jonás cabizbajo regresa a la jaula que permanece apagada.
Mati termina el bocadillo y continúa en la esquina esperando clientes.

Mati-¡Menuda una nochecita! Con este frío no hay ni un alma. ¡Menuda mierda! Hoy no voy a hacer un euro más. ¡Con lo que los necesitamos!

Inés abandona la jaula apagada. Deambula en la noche nerviosa y preocupada.
Mati la ve y se aproxima a ella enfadada.

Mati- Aire, guapita. Esta es mi zona, ya te puedes ir largando. La noche está húmeda, pero yo estoy más seca que una mojama (Haciendo el gesto del dinero con los dedos). No está la cosa como para compartir clientela. Así que ya sabes, carretera, monina.

Inés la mira con sorpresa

Inés- No. Yo no...
Mati- Yo no ¿qué?
Inés- No tengo intención de sacarte clientela. Yo no soy... Bueno, quiero decir que no me dedico... que no hago... Bueno, solo paseo.
Mati- ¡Ya! Ya entiendo (Con desprecio) Que no eres puta. Es lo que quieres decir ¿verdad? (Inés asiente) Eso es lo que dicen todas ( Suelta una gran carcajada) Como comprenderás nadie se declara puta abiertamente. No es como declararse doctora en filosofía. No viste lo mismo (Se carcajea). Lo de: yo soy una mujer decente, suena mucho mejor. ¡Dónde va a parar! (Con ironía)
Inés- (Entre dientes) Solo paseaba.
Mati- ¡Ya! Eso también me suena. (Con sorna) Soy Mati, la mujer decente, no la puta. Yo solo paseaba, agente. Soy totalmente inocente. Me encantan las noches negras y frías, sobre todo si amenaza tormenta. Es magnífico caminar bajo la lluvia, tiritando de frío, con el pelo pegado por la humedad, soportando los insultos y los comentarios groseros de los coches que pasan. Y la furia de los vecinos que en una hora oscura nos buscan para echar un polvo y a la luz del sol nos gritan por que les ofendemos con nuestra presencia. ¡Música para mis oídos! Y este ojo morado, agente, solo es cuestión de moda. Se lleva mucho en esta calle. (Se ríe). Todas las chicas lo llevan: moratones en los ojos, en la cara, entre las piernas. ¡Hay que estar a la última! Golpes de clientes y golpes de chulo. En la variación está el buen gusto. ¡Ja!

Inés baja a toda prisa la cabeza e intenta ocultar el ojo amoratado.

Inés-Ha sido un accidente en la oficina (Musita)
Mati- ¡Claro, claro! Me olvidaba del rollito del accidente. Lo tienes bien aprendido. Será mejor que te largues si no quieres problemas, mamita. A mi no me va el rollo del chulo. No quiero tener nada que ver con ellos. Con los golpes y los insultos de mis encantadores y decentes clientes, tengo más que suficiente.
Inés hace el amago de irse. Pero se detiene dubitativa y de nuevo regresa al mismo punto.
Inés- ¡Es que no tengo a donde ir! No me atrevo a regresar a casa. ¡No sé que decirle a mi marido!
Mati- (Sarcástica)¡Anda! Así que es verdad que no eres una lumi. ¡Con casa y marido! ¡Ya veo! Eres una de esas señoras respetables agobiada por los “tremendos problemas” de la vida ; que tienen un techo de lujo sobre sus cabezas, comida caliente, un trabajo decente de ocho horas, pagas extraordinarias, seguro de desempleo, seguro médico y una familia modélica: mamá, papá y la preciosa parejita. Y, claro está, la vida se hace tan dura...entonces nos invade la depre. Qué penita, mamita. Se me rompe el corazón. (Irónicamente)
Inés- No tengo hijos.
Mati- Pues mejor. Así se evitan una madre con tanta tendencia a los accidentes.
Inés- (Intenta de nuevo ocultar con el pelo el hematoma y murmura) Los tendré. Haré lo que sea preciso para ser madre.
Mati- Has venido entonces al lugar adecuado. Yo te puedo explicar qué es lo que tienes que hacer para quedarte preñada. Soy una profesional. Profesional de no quedarme claro.(Se carcajea) Pero te puedo enseñar cómo hacer padre a ese maestro tuyo de los moratones. En ese tipo de hombres también soy experta. Aunque al menos a mí me pagan por encajar las hostias y aguantar los insultos. A esos los reconozco enseguida. Lo llevan escrito en la cara. Así que de entrada ya les pido más dinero. ¡Qué una es puta, pero no jilipollas!
Inés- Nadie puede ayudarme. Tendré que someterme a una nueva intervención quirúrgica y lo haré. Entonces tendré hijos y todo pasará. Volverán los buenos tiempos y yo seré tan mujer como cualquier otra.
Mati- (Se burla) ¿Tan mujer cómo yo?
Inés-Quiero decir que seré madre y me sentiré mujer de nuevo.
Mati-¡Ahora entiendo! (Riéndose) Ese debe ser uno de los pocos pretextos para pegarme unas hostias que nadie ha utilizado nunca. Ya se ve que hay clases hasta en esto.
Inés- ¡Todas las mujeres quieren ser madres! ¡Y lo son con facilidad!
Mati- Eso de la facilidad no te lo pongo en duda. Pero lo demás, es una chorrada. Yo, desde luego, no pienso ser madre jamás. ¿Para qué? ¿Para traer a este mundo a una niña que cuando sea adulta soporte las hostias de su marido por la ilusión de una buena posición y de una familia de postal, o para que haga la calle bajo el frío de la noche?
Inés- No me comprendes. Tu eres...
Mati- Ya lo sabemos. Yo soy una puta y tu una mujer respetable a la que su marido le zurra la badana un día sí y otro también y lo permite sin protestar. No sé lo qué es más asqueroso. Yo prefiero mi situación. Al menos no tengo que soportar un chulo como tú. Ya te dije que no me va el rollo de los chulos.
Inés- ¡Mi marido no es un chulo!
Mati- Bueno, perdona, mujer. Qué susceptible. Un proxeneta, que es más fino.
Inés- Mi marido no es nada de eso. Es un hombre como tantos.
Mati- ¿Cómo los tantos que pasan por aquí cada noche para follar, o para cobrar la pasta de las chicas?
Inés- No. Un hombre decente.
Mati- Jua- ¡Eso sí que tiene gracia! ¿A pesar de todo, aún lo defiendes?
Inés- Es el nerviosismo, el estrés. Él solo está tan ansioso como yo por ser padre. Esto provoca mucha tensión en la pareja.
Mati- Ya veo. Y la tensión de ambos explota y él sigue en perfecto estado y a ti te sale un curioso hematoma en el ojo. ¡La monda! ¡Es una presión bien obediente! Siempre explotando en la dirección que al hombre le conviene. ¡Genial!

Mati, de repente, se abre la túnica para mostrarse obscenamente a un coche que pasa en ese momento por delante de ellas.

Mati- ¡Mierda! Ha pasado de largo. ¡Esta noche la voy a pasar a palo seco! (A Inés) Ya me he hartado de esta conversación absurda. Tengo trabajo. No pienses que estoy aquí por gusto. Necesito dinero. Es el único motivo. Deberías de largarte. A lo mejor es culpa tuya que no se pare ningún cliente. Y esta conversación me está dejando mal cuerpo y lo necesito para trabajar. Yo que pensaba que en España las mujeres se habían rebelado contra lo de toda la vida. Que aquí las cosas eran diferentes. Que aunque desde el inicio de los tiempos las cosas de hombres y mujeres iban así, era posible cambiarlas. Y no me refiero a la prostitución, que aunque también es de toda la vida, nadie le aplica este criterio. Todos dan por bueno que las putas existamos para siempre. Pero, al menos, no piensan lo mismo en los casos de malos tratos. ¡Hasta la policía te ayuda! Si estuvieras en mi país y te quejaras porque tu marido te da unas hostias, las carcajadas de los agentes se podrían oír en esta calle. A lo mejor, aún te daban algunas más para que volvieras caliente a casa. Aquí es diferente. Se tiene una oportunidad. Pero hay que lucharla, claro. Siempre hay que luchar. Nunca nada es gratis. Te lo digo yo.
Inés- Yo no quiero que me peguen. Solo deseo ser madre.
Mati- ¡Lárgate a tu casa caliente y déjame en paz! No me interesan tus problemas. Tengo los míos y no se solucionan tan rápidamente como los tuyos. ¡Fuera! ¡Vete! (La empuja con violencia)

Inés recibe los empujones sin oponer resistencia. Se encamina en silencio hacia la jaula que está apagada y se reincorpora al vértice 1 de espaldas al público.

Mati saca el dinero que esconde entre los pechos. Lo cuenta varias veces.

Mati- No te preocupes, Tinín. Aún queda mucha noche por delante. Todavía se pueden dejar caer por aquí muchos cerdos. Dios lo quiera.

Mira al cielo y se protege de la lluvia.

Mati- ¡Éramos pocos y parió la abuelita! ¡Ahora lluvia! ¡Y cómo cae! ¡A la mierda la noche! ¡Tendré que cerrar la tienda! ¡Maldita sea! No ganaré ni un duro. Siempre hay una cagada en el peor momento preparada para fastidiame.

Se escucha un trueno.

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