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Muerte de un caniche |
Muerte de un canichepor Mila Oya•Ebook en pdf de 60 minutos aprox. •Lee aquí gratis 30 minutos aprox. •Sinopsis
Esta comedia de enredo se desarrolla en el domicilio de una familia adinerada. El caniche de la señora ha aparecido muerto y esto conmociona a todos los que guardan relación con la casa. El detective primo de la familia ha acudido a investigar el crimen y todos parecen igualmente sospechosos, aunque unos sean más culpables que otros. Las risas y el misterio nos acompañarán hasta alcanzar la resolución del caso.
•Personajes: Flora: Asistenta cincuentona. Marta: Canguro universitaria. Don Adolfo de Heredia y Vargas- El señor de la casa. Doña Adelita- La señora de la casa. Detective- Gelasio. Primo de la señora. Don Feliz Dapena- Encargado de la funeraria. Julito Perro Flauta- Joven ayudante de la funeraria. por Mila Oya El escenario es la salita de una casa. Flora entra en escena vestida de limpiadora llevando un cubo y una fregona. Su rostro denota preocupación y malestar. Avanza arrastrando los pies y mirando por encima del hombro para asegurarse de que nadie puede verla. Cuando está segura de que no es observada, mete la mano en uno de los bolsillos de su bata de trabajo y saca una llave. La mira con atención, la acaricia nerviosa y sigilosamente se dirige hasta un rincón del escenario donde hay una puerta. Con la llave en la mano y todavía evidentemente inquieta por no ser descubierta, a punto está de introducirla en la cerradura cuando Marta irrumpe en escena, corriendo y con un bebé en brazos. Flora, al verse descubierta, retrocede de inmediato y oculta rápidamente la llave de nuevo en el bolsillo de la bata. Intenta disimular alejándose de la puerta y yendo al encuentro de la joven canguro. Marta- ¡Flora! ¡Flora! ¡Por fin has llegado! No sabes las ganas que tenía de contártelo todo. ¡Esta casa es una locura! (Se ríe) Flora- (Con cierto hastío) ¿Qué ha pasado ahora? ¡No me lo digas! A la señora se le ha roto una uña nada más despertar y ha llamado a los bomberos. Marta- ¡Cerca! ¡Has estado tan cerca que casi te quemas! ¡Ha llamado a la policía! Flora- (Se sobresalta de verdad) ¿A la policía? ¡Dios mío, Marta! ¡Esto es terrible! Marta- (Observa sorprendida el pánico que le ha entrado a su compañera de trabajo) ¡Tranquila, mujer! No tiene nada que ver contigo. ¿Por qué te preocupa tanto la policía? Ni que pertenecieras a una banda de delincuentes. Flora- (Más asustada y más pálida por momentos, titubea intentando encontrar una respuesta convincente a la pregunta de Marta. Tarda unos segundos en articular una contestación coherente.) Soy, soy soy… Soy una trabajadora sin contrato. Si te parece poco motivo para asustarse de la policía… Marta- ¡Bueno, mujer, no te lo tomes tan en serio! Son los señores los que deberían haberte contratado como asistenta. A ellos les obliga la ley. ¡Ni que fueras una inmigrante ilegal! Flora- Muchos dicen que los emigrantes tienen más derechos que nosotros. Marta- Sí, es verdad. Tienen derecho a que los paren constantemente por la calle para pedirles la documentación y así amedrentarlos antes de expulsarlos y también tienen derecho a que se les mire mal y se les acuse de todos los males del país. ¡No te apures! Afortunadamente tú no tienes tantos derechos. Nada de esto puede pasarte a ti. Todo lo contario, serían los señores los que tendrían que enfrentarse a una multa en caso de que un verdadero policía se interesase por el caso, cosa que no sucederá porque en la casa no hay ningún agente de verdad. Flora- ¿Pero no me has dicho que la señora ha llamado a la policía? Marta- Al primo Gelasio de Arana. Ha llegado a primera hora con su cara de borrachín y su apetito voraz. La cocinera aún no está en la casa, así que me las he visto y deseado para conseguir aplacar el hambre del primito detective. Y cuando devoró el último huevo de la despensa se levantó con gesto de investigador de novela negra, decidido a resolver el caso antes de abandonar “ las dependencias de esta santa casa”, en sus propias palabras. (Sonríe divertida) Flora-(Sigue nerviosa) ¿De qué caso me estás hablando? ¿Qué es lo que ha sucedido? Parece que no se trata de las uñas de la señora. Marta- Podían haber sido las uñas, en eso tienes razón. Pero el caso que investigará el inspector Gelasio de Arana es el del pobre y “queridísimo Pity”. (Con ironía) Flora-(Parece relajarse al fin) ¿Qué ha hecho el chucho ahora, comerse las mejores zapatillas de la señora? Está claro que el inspector no tardará en detenerlo. Lo hará sin compasión y lo encerrará de por vida. Para mí será un alivio, se acabaron las cacas y los pises por todas partes. Desde luego, mi trabajo mejorará mucho. Marta- Siento llevarte la contraria, pero ni detendrá al “queridísimo y cagón Pity” ni resolverá rápidamente el caso. Creo que lo tendremos metiendo las narices en todo durante bastante tiempo. El asunto que tiene entre manos no parece sencillo. Flora-(La angustia regresa al rostro de la limpiadora) No comprendo. (Musita preocupada) Marta- Es lo que quería contarte. Cuando esta mañana se levantó la señora “Adelita” (Dijo bajando el tono de voz y asegurándose de que nadie podía oírlas) se topó en el primer descansillo de la escalera con el cuerpo de Pity. Estaba frío como el hielo. El pobre de Pity no volverá a sembrar sus cosillas por la casa. Un alivio para todos, menos para (Vuelve a susurrar) “Adelita”. Flora-¡Maldita sea! ¿Alguien ha matado al perro? ¿Qué va a ser de nosotras? La señora pondrá la casa patas arriba y su primo buscará una cabeza de turco para agradar. Y por si eso no fuera lo suficientemente malo, meterá sus narices por todas partes con el pretexto de investigar la muerte del maldito perro. (De nuevo está muy nerviosa. Ha dejado a un lado la fregona y pasea inquieta por la sala estrujándose las manos.) Marta-¡Cálmate, Flora! Ya ves que el primito detective no va a denunciar a su parentela por no contratar legalmente a sus trabajadores domésticos. ¡Faltaría más! (Sarcástica) Hay cosas mucho más graves que explotar a los trabajadores y arrebatarles sus derechos. Como por ejemplo matar a Pity, que no era un cualquiera como nosotras. Él era el perro de la casa, el caniche de la señora y eso es más importante que una limpiadora a jornada completa con 200 euros al mes y que una canguro universitaria que alcanza los 300 cuando tiene suerte y ha limpiado más cacas de las reglamentarias. Flora- (Mira de soslayo todavía preocupada) ¡Ten cuidado, Marta, con lo que dices, alguien podría escucharte! Y yo no quiero que piensen que me quejo. Estoy contenta con este trabajo. Los señores han sido muy generosos al contratarnos a mi marido y a mí después del cierre de la obra. Si no fuera por ellos estaríamos viviendo debajo de un puente. No pudimos hacer frente a la hipoteca y nos echaron a la calle. ¿Dónde hubiésemos encontrado a nuestra edad un trabajo decente? Marta- Un trabajo decente no creo que hayas encontrado. Flora- No lo será para ti que estudias en la universidad y cuando termines tus estudios podrás aspirar a algo mejor que limpiar la casa de otros. Pero para mí este es un buen empleo. No quiero que piensen que soy una desagradecida. Hemos alquilado una habitación y necesitamos tanto mis 200 euros como los que le dan mi marido por vigilar durante la noche la obra parada. Y ya sabes cómo va lo de las hipotecas del banco. Hemos tenido que entregar la casa, quedarnos sin un lugar donde vivir y aún por encima tenemos una deuda con el banco que jamás podremos pagar. Marta- He oído muchas cosas sobre las hipotecas. Parece ser que en un momento todo el mundo se lanzó a ser propietario de una casa, incluso familias cuyos ingresos no eran suficientes. ¡Fue una locura! Flora- ¿Eso has oído? Yo no lo recuerdo así. Mi marido ganaba un buen dinerito trabajando en la construcción. Nosotros vivíamos alquilados. Fue el hombre de nuestro banco, con el que siempre hablaba mi Pepe, el que nos aconsejó comprar la casa. Nos explicó que tal y como estaban los créditos nos salía más barato pagar la hipoteca que pagar el alquiler. Así, después de unos años de pagar algo menos que nuestro alquiler habitual terminaríamos siendo los dueños de la vivienda. No fue una locura, fue un sueño hermoso. Marta- (Acunando al niño que lleva en brazos) No sabes cuánto siento que hayáis perdido la casa y tu marido el empleo. Pero aún así, decir que los señores son generosos, suena un poco raro cuando ni siquiera han accedido a contratar a una sola de las personas que trabajan en el servicio doméstico en esta mansión. A nadie le importan los problemas de las asistentas, ya lo ves, hasta la muerte de un caniche se presenta más trascendental. Flora-(Retoma sus paseos nerviosos por la sala y habla ensimismada por sus preocupaciones) Todo iba muy bien hasta ahora sin nadie metiendo las narices en la casa. Pero esto de Pity es terrible. El inspector Gelasio se entrometerá en todo con el pretexto de la investigación y no cejará hasta que encuentre un culpable. ¡Me temo lo peor! Cuando las cosas se tuerces nosotros somos los que siempre salimos mal parados. ¡La cosa pinta mal! (Murmuró angustiada) Marta- ¡Vaya! Yo que quería contarte el asunto de Pity para que nos riésemos un poco, antes de que el inspector Geli de Arana, para los amigos, comience con los interrogatorios y la señora nos ponga la cabeza como un bombo con sus gimoteos. Pero veo que me he equivocado. No pensaba que te lo ibas a tomar así. No creo que nadie quiera culparte ni perjudicar tu trabajo. Flora- ¿Cómo puedes estar segura? ¿Acaso hay alguna posibilidad de que el perro haya fallecido de muerte natural? Marta- Eso parece quedar descartado. Estaba sano y era joven. Alguien lo ha sacado de en medio y yo ya tengo mi propio sospechoso. (Dice divertida) Flora- ¡Ya! Tú crees que ha sido el señor harto de la pesadilla del perrito, de sus carísimos filetes, de sus babas, de sus pelos por todas partes y de sus molestos ladridos que hasta al bebé le impedían conciliar el sueño. Marta-¡Exacto! Ese es mi principal sospechoso. Veo que tienes cualidades para la investigación. Flora- Las cualidades que realmente importan son las del señor primo de la señora e inspector de policía. Dicen que estas son más bien escasas y que si no fuera porque su importante parentela seguiría de agente mondo y lirondo. Ya verás que pronto pone los ojos sobre mi persona en busca de la primera sospechosa: la limpiadora asesina de caniches. ¡No quiero ni imaginarlo! Marta- Sigo pensando que exageras, Flora. Te aseguro que no debes inquietarte. Cuando el súper agente descubra que fue el “don” de la casa el que sacó al cucho de en medio se largará por donde ha venido sin decir ni una sola palabra. ¡Ya lo verás! Obviamente Flora no está de acuerdo. Su nerviosismo y preocupación se incrementan por momentos. Marta continúa en su tono jovial y divertido acunando de vez en cuando al bebé que lleva en brazos. Se oye a lo lejos la voz del señor de la casa que llama a Marta y que se va aproximando a la sala. Marta- ¡Es el don! (Corre hasta el centro de la sala y aguarda por la aparición del hombre) Flora- (Se aleja precipitadamente de Marta, toma la fregona y se afana en limpiar el rincón más alejado de la puerta que anteriormente había estado a punto de abrir) Será mejor que nos pongamos a lo nuestro si no queremos que nos caiga una buena bronca. El don suena enfadado. Al fin, el señor, Don Adolfo de Heredia y Vargas, irrumpe en escena llamando a gritos a la canguro. El señor-¡Marta! ¡Marta! ¿Dónde demonios se ha metido esta chica? ¿Es que en esta casa todo el mundo ha perdido la cabeza? Marta- (Corre al encuentro del hombre cuando entra en la salita) ¿Qué desea, don Adolfo? El señor- El señor: “¿Qué desea el señor?” ¿Cuántas veces voy a tener que repetírtelo? Mucha universidad, mucho ahorrar para el Expasmus ese, pero a la hora de la verdad no podemos recordar ni un simple tratamiento de respeto para “El Señor” de la casa. Marta- Es Erasmus, “El señor” (dice con retintín). No Expasmus. El señor- (La fulmina con la mirada) ¡No me cambies de tema y dime de una puñetera vez por qué demonios has llamado a la policía! ¿No te he dicho en multitud de ocasiones que debes preguntarme a mí antes de obedecer ninguna orden? Marta- Muchas, “El señor”. Por eso yo no he llamado a nadie. Ha sido la señora Adelita la que ha contactado con su primo a primera hora de la mañana, cuando descubrió…. El señor- ¡Ya! Cuando descubrió el cadáver del chucho. ¡Maldita sea! Para una vez que se levanta antes de las doce… ¿Ya ha llegado el idiota del primo? Marta- Está con la señora Adelita en su cuarto intentando calmarla. A lo lejos se escucha un terrible sollozo seguido de un profundo lamento. El señor- Pues parece que tampoco tiene cualidades para eso. ¡Menuda una sorpresa! (A Marta) ¡Anda! Ve a atender a tu señora, a ver si consigues que se calle un poco que me está destrozando los nervios. Y encárgate de que el idiota del primo no meta las narices donde no le llaman. Marta- (Todavía acunando al niño en sus brazos) Como usted diga, “El señor”. (Abandona precipitadamente la escena) El señor- ¡Malditos jóvenes impertinentes! ¡Malditos primos y demás parientes! ¡Malditos chuchos y malditos los gritos de Adelita! (Se oyen sollozos a lo lejos) El señor maldice entre susurros y sin percatarse de la presencia de Flora que se halla en el rincón del escenario más alejado de la puerta, se aproxima sigilosamente precisamente hacia esa puerta. Se detiene ante ella y mete la mano en el bolsillo para sacar la llave. Cuando la tiene entre las manos, mira hacia donde suenan los gemidos de su mujer y a punto está de abrir la puerta cuando descubre a Flora limpiando, o haciendo que limpia en la sala. Sus miradas se cruzan y el señor estalla. El señor- (Sobresaltado guarda de inmediato la llave de nuevo en el bolsillo y se encara con la mujer) ¿Qué demonios hace usted aquí, Flora? (Flora lo observa aterrada sin emitir palabra) Le estoy haciendo una pregunta clara y sencilla. ¿Qué cojones está haciendo en la sala? (Iracundo) ¿Acaso me espía? Flora- (Muerta de miedo titubea) Yo, yo, yo, señor, yo solo limpio. Limpio donde me mandan. El señor- ¿Y qué se le ha perdido en este cuarto? Flora- (Aterrorizada) Nada, señor, nada. El señor- ¿Y por qué estaba usted mirando hacia aquí? ¿No le han dejado claro que esta puerta no debe ser abierta jamás? Flora-¡Sí, señor! ¡Por supuesto, señor! ¡Jamás abriría esa puerta, usted lo sabe! ¡Nunca le desobedecería! El señor- ¡Ya! ¡A otro perro con ese hueso! Si no fuera porque me he tomado la molestia de poner a buen recaudo todas las llaves de la puerta, ya veríamos lo que pasaba. ¡No se puede uno fiar de nadie! ¡Y menos del servicio! Flora permanece en silencio atendiendo la perorata del señor. En un momento se toca ligeramente el bolsillo de la bata de trabajo y continúa atenta a la bronca del hombre. El señor, frente a la puerta en cuestión, duda entre abrir o marcharse. Un nuevo sollozo desesperado llega a la sala desde la casa. El señor- ¿Será posible que esa chiquilla del Expasmus no sea capaz de controlar la histeria de una mujer? ¡Estos jóvenes es que no valen para nada! Aquí si no hace uno mismo las cosas, todo resulta un verdadero desastre. ¡Maldito día! (Abandona precipitadamente la sala) Flora se queda sola en el escenario. Espera nerviosa a que el señor desaparezca y cuando está segura de que no puede ser descubierta, deja el cubo y la fregona a un lado y se abalanza sobre el teléfono que está sobre una mesita. Marca precipitadamente sin dejar de mirar de soslayo temiendo que alguien pudiese sorprenderla. Flora- (Espera hasta que alguien le responde al otro lado del teléfono) ¡Por fin! Soy yo, doña Cloti, Flora. ¿Puede despertar a mi marido que ya habrá llegado de la obra y estará durmiendo? ¡Es que es muy urgente! ¡Mucho! (Aguarda mirando preocupada hacia donde suenan los sollozos de la dueña de la casa que cada vez son más frecuentes) ¡Ya era hora! ¡No podré estar mucho más rato al teléfono sin que me pillen! Ya sé que estabas durmiendo, qué te crees, ¿qué soy idiota? Pero tenía que llamarte. ¡Ha pasado lo peor! ¡La policía está en la casa! ¿Qué vamos hacer? ¿Qué voy a hacer? ¡Nos van a pillar! Creo que debería largarme y desaparecer para siempre. (Le hablan al otro lado del teléfono) Es el policía primo de la señora. -------- ¡Claro que no viene de visita! ¡Es un asunto profesional! ¡Estoy muerta de miedo! --------------- No. No me han descubierto, todavía. Es por Pity. ¡Ha muerto! ----------------- ¡No, hombre, no! Pity es el perro. La señora es Adelita. ¡Ha muerto el caniche!-------------- ¡Yo que sé quiénes son sospechosos! Imagino que todos los que frecuentamos la casa. Pero la policía está aquí. Y el mismo señor ha dicho que meterán sus narices por todas partes. ¡Me temo lo peor! Creo que voy a escabullirme ahora que nadie me vigila y desaparecer. No me echarán en falta en mucho rato. Nadie presta atención a una limpiadora.----------------Es tarde para eso. Hace rato que ha cundido el pánico y no pienso quedarme quieta para que me detengan. --------------------- ¡Me largo! Da igual lo que digas. Haz las maletas que nos cambiamos de habitación y de ciudad. ------------------- Al menos tenemos lo justo para un billete de autobús. Ya encontraremos un comedor social en otro lugar, si es que todavía no los han desmontado todos. Los gemidos y sollozos de la señora se oyen cada vez con mayor claridad. Ahora también se escuchan voces que acompañan la pena de la mujer. Flora- ¡Mierda! ¡Ya están de vuelta! Tengo que colgar para desparecer antes de que entren.-------------- Pues porque van a pensar que soy la culpable de la muerte del caniche -------------- ¡No puede ser! ¡Si me quedo nos descubrirán! Entra en escena una mujer mucho más joven que el señor, destrozada por el dolor y ataviada con un sofisticado salto de cama. La acompaña el primo policía que intenta calmarla y le ayuda a avanzar paso a paso hasta la sala, seguido de Marta que continúa acunando al chiquillo que lleva en brazos y un poco más rezagado está el señor, que contempla a su mujer y al detective con el gesto adusto. Flora- (Justo antes de que la descubran hablando por teléfono) ¡Tengo que colgar! ¡Buscaré un momento adecuado para huir! (Cuelga precipitadamente y recula para alejarse del teléfono y de la puerta del rincón del escenario. Toma una bayeta y comienza a limpiar el polvo aquí y allá.) El primo detective ayuda a la quejosa señora a recostarse en el sofá. El señor se mantiene algo alejado de ellos, observándolos desde un lugar cerca de la puerta del rincón, con cara de pocos amigos. Marta se halla próxima al sillón donde descansa ya la señora sin dejar de gemir ni un segundo. Detective-¡Cálmate, prima, por favor! (Se sienta junto a ella en el sofá, le acaricia las mejillas y le seca las lágrimas con un pañuelito.) Ya estoy aquí y descubriré al culpable de tan luctuoso hecho. Ese animal sin conciencia no se saldrá con la suya. Te lo prometo. El señor- ¿Cómo no se va a salir con la suya si está ya más tieso que la mojama? Detective-Me refiero, por supuesto, al delincuente, al criminal, a la mano ejecutora de esta criatura inocente que ha sido arrancada a la fuerza de nuestras vidas. (Los gemidos de la señora se incrementan tras esta declaración) El señor- ¡Ya! Detective- (Con cariño a su prima) Siento tener que mostrarme tan crudo, querida mía. Pero nos hallamos ante unos hechos viles y repugnantes que no pueden quedar sin castigo. La señora- (Gimoteando) ¡Es horrible, espantoso, horripilante! ¡Una verdadera crueldad! (Solloza con mayor intensidad presa del dolor) Detective- (Se vuelve hacia Marta) ¡Ve a preparar una tila para Adelita! La señora- (Por un instante abandona por completo su actitud dolorosa para puntualizar) La señora Adel, por favor. Detective- ¡Ya lo has oído! Una tila para la señora Adel. (Esta recupera de inmediato sus anteriores sollozos) Marta- Como ustedes digan. Flora- (Se apresura a acercarse a la escena para ofrecer sus servicios) Puedo ir yo a preparar la tila. (Ya se dispone a salir del salón cuando la señora se lo impide) La señora- (Suspende momentáneamente los exagerados sollozos) ¡No, Flora! Que vaya Marta. Tú acércame esa mesita para que pueda apoyar los pies y un cojín para la cabeza. A Flora no le queda más opción que retroceder y atender al mandato de la señora. Marta se queda inmóvil con el niño en brazos observando como Flora atiende las peticiones de la señora. El señor- (De pie y aliviado por el cese del llanto) Aprovechemos que la bocina del barco se toma unos segundos de descanso y apuremos una copa. (Dice dirigiéndose al mueble bar y sirviéndose un coñac) La señora- (Acomodándose en el sofá con cojín y mesita para los pies) ¡Que falta de delicadeza por tu parte! (A su marido) Pareces no sentir en absoluto la pérdida de un miembro tan destacado de nuestra familia. (Gimotea con rabia para molestar al señor) El señor- (Sarcástico, se vuelve hacia al detective con gesto de simulada sorpresa) ¿Es que piensa usted dejar esta familia? ¿Tiene acaso planes para morirse en las próximas horas? La señora- (Lanza un estridente alarido que estremece a todos los presentes) ¡Hacer chistes en estas terribles circunstancias! ¡No me lo esperaba de ti! ¡Eres un mal padre! ¡Lo eres! El señor- ¡Has perdido hasta el último tornillo! (Da un gran sorbo a la copa de coñac y la deposita en la mesa. Se vuelve hacia Marta que no ha salido aún de la sala) ¡Venga aquí y deme a mi hijo! Mientras usted se dedica a la tila y mi mujer a llorar la muerte de UN ASQUEROSO CHUCHO (Grita) yo cuidaré de mi HIJO. El de verdad, no el que mordía mis calcetines, mis zapatillas y se meaba en mis zapatos. ¡Cuánto lo vamos a echar de menos! ¿Verdad, pequeñín? (Le dice al bebé que ya tiene entre sus brazos) Marta abandona la sala en busca de la tila y Flora comienza a retroceder lentamente alejándose de la acción, tratando de pasar desapercibida y salir de escena sin que nadie se percate de ello. La señora- (Solloza histéricamente) ¿Cómo puedes burlarte así? ¿Cómo? ¡Esto es terrible, horrible, espantoso! ¡Pagarás por esto, te lo juro! Detective- (Se afana en tranquilizar a la prima sentado a su vera tomándole con afecto las manos) ¡Tranquilízate, Adelita! ¡Resolveré este caso! ¡Se hará justicia, te lo prometo! La señora- (Furiosa) ¡Señora Adel! Ya lo he dicho treinta veces. ¡Señora Adel, señora Adel, señora Adel! ¡Espero que os quede a todos claro! Detective- (Se sobresalta por la furia de su prima y de un brinco se pone en pie. Disimulando se vuelve hacia el señor y camina hacia el lugar donde están las bebidas) Creo también me vendría bien una copa. (Toma la botella de Coñac e intenta servirse, pero el señor se lo impide) El señor- ¡No! ¿Qué haces? Detective- Me sirvo una copa. Me relajará para comenzar la investigación del caso. El señor- ¡No! Deja esa botella. No es coñac para ti. (Busca a Flora que ya se hallaba muy retirada a punto de esfumarse) ¿Qué hace ahí, Flora, media escondida? Venga aquí y tome al bebé. Yo mismo iré a buscar una bebida adecuada para nuestro invitado. A Flora no le queda más opción que aproximarse al señor, tomar el niño y esperar en pie en mitad de la sala. Detective- No te molestes, primo. Puedo tomar del tuyo. El señor- No, no puedes. Y ni es molestia ni eres mi primo. La señora- ¡Déjalo que vaya! Qué se moleste un poco por su familia. Que se vea que aún le queda algún resto de sentimientos en alguna parte de ese decrépito cuerpo. El señor- (Sarcástico) ¡Qué cariñosa mi mujercita! (Sale rápidamente de escena) Detective- Querida mía, no deberías hablarle así a tu marido y no solo por el bien de vuestro matrimonio. Es un empresario muy poderoso, acaudalado y muy bien situado en la escala social. No sería inteligente contrariarlo demasiado. (Se sienta de nuevo a su lado) La señora- ¿Acaso le tienes miedo? ¿Tú también? ¿Es que no hay nadie en este mundo que se atreva con estos prohombres de pacotilla? Detective- ¿Miedo? ¡No! Yo no diría tanto. La señora- ¡Ya veo! Todavía esperas de él que te eche una mano para ascender en la policía. ¡Qué iluso! No moverá un dedo por ti, eso te lo aseguro. Todos le tienen miedo a causa de su ejército de amiguitos del alma tan poderosos a los que agasaja y que tanto le agasajan. ¡Estoy harta de tanto amiguismo! A mí no me impresiona. ¡Ya no! Si solicito ahora el divorcio, me quedo con la mitad de todo y lo dejo con el culo al aire. No creas que no me atrevería. Detective- ¿Es que acaso la fortuna que te dejó el tío ha sufrido importantes mermas por la crisis? La señora- ¡Qué dices! Nada de eso. No necesito su dinero para seguir siendo rica, asquerosamente rica; bueno solo para darle su merecido: para quitárselo. El dinero es lo único que puede afectar a sus sentimientos. Cuando no le quede ni un euro, sufrirá del mismo modo que yo lo estoy haciendo ahora por el cruel asesinato de mi amadísimo Pity. ¡Pagará por ello ese miserable! Detective- Son acusaciones muy gordas las que estás haciendo, querida prima. La señora- (Lo escruta con atención) No te estarás echando atrás, ¿no? Te he llamado porque tengo fe en tus grandes cualidades detectivescas. Detective- (Sonríe ruborizándose) Eres muy amable, querida prima. La señora- Y generosa. He sido amable y muy generosa contigo y no me gustaría tener que cambiar el estado de las cosas. Aunque lo haré si veo que te desvías un ápice de la búsqueda de la justicia. Detective- (Se incorpora ufano) ¡Eso jamás sucederá! La justicia es el motor de mi vida. Mi único motivo para seguir adelante cada día. Ese y ascender en el cuerpo de policía, por supuesto. La señora- Pues si me ayudas con el primer motivo, yo te ayudaré con el segundo. La muerte de mi amado Pity no debe quedar impune. El asesino tendrá que pagar un precio muy alto y cuento contigo para ello. Detective- Investigaré minuciosamente los hechos, entrevistaré a los sospechosos y al final desenmascararé…. La señora- Al final detendrás a mi marido por el asesinato de Pity. Eso es exactamente lo que espero de ti. Detective- (Se sienta de nuevo en el sofá) Bueno, querida prima, desenmascararé al culpable, pero detener a alguien será harina de otro costal. No quiero herir tus sentimientos, pero Pity no era más que un perro. No puedo acusar a nadie de asesinato por la muerte de un caniche. La señora- ¿Te crees que soy una estúpida? Ya sé que mi querido Pity era un caniche, aunque no un caniche normal, desde luego. Un caniche por raza, pero un león de corazón y ahora me lo ha arrebatado y eso no va a quedar así. Con las pruebas de este acto tan vil y rastrero me presento ante mi abogado con una demanda de divorcio y me hincho a contar dinero. ¿Me sigues? Detective- ¿De verdad crees que Adolfo, Don Adolfo de Heredia y Vargas, el gran empresario de la construcción, de más de un centenar de negocios y poderoso e influyente financiero se iba a tomar la molestia de eliminar con sus propias manos al perro de la casa? La señora- (Burlándose del primo) ¿De verdad crees, de verdad crees? ¡Pues claro, idiota! ¿Quién sino? Detective- (Casi musitando) Es que yo no lo veo tan claro y enemistarme con un hombre tan poderoso por sospechas infundadas me parece demasiado peligroso. La señora- ¿No eres investigador? Pues investiga. Sigue las pistas, revuelve la casa, busca indicios, encuentra huellas, realiza la autopsia, interroga a quién te de la gana y desenmascara a mi marido. Yo sabré recompensarte. (Se cubre el rostro con las manos y solloza) Mi pobre y amadísimo Pity, mi compañero. (Furiosa) ¡Me lo ha arrebatado! ¡Esto no va a quedar así! (Llora ahora con fuerza) Detective-(Se vuelve hacia Flora que se halla inmóvil sosteniendo al bebé) ¿Se puede saber dónde está esa tila? La señora la necesita con urgencia. Flora- (Se apresura a entregarle el bebé al detective) Si se queda un momento con el niño, yo puedo ir a ver por qué tarda tanto esa infusión. El detective toma al niño en brazos. Flora aprovecha para marcharse de la sala rápidamente, pero la señora la detiene antes de lograrlo. La señora- ¡Espera, Flora! ¡Tú no vas a ninguna parte! (Flora se ve obligada a retroceder otra vez) No necesito una tila. Sírveme una copa del coñac del señor. Flora- (Va hasta la mesita, toma la botella y sirve la copa con manos temblorosas.) Como mande la señora. Se hallaba Flora concentrada en controlar su angustia para no derramar ni una gota del licor, cuando el señor regresa a la sala con otra botella de coñac en las manos. El señor- ¡Deténgase! (Brama enfurecido) ¡Ni se le ocurra tocar mi coñac! Aquí traigo la botella adecuada para el primo Gelasio, respetado detective. Por supuesto Flora se detiene. La señora- ¡Obedece, estúpida, y sírveme la copa que le he pedido! (A su marido) ¿No pretenderás que me tome ese matarratas que guardas para las visitas? ¡Miserable tacaño, roñoso y vulgar asesino de perros! El señor- Se te está yendo la cabeza, querida. Estás perdiendo el poco sentido que tenías. (Deposita la botella que traía en la mesa y toma su copa para beber un sorbo del delicioso coñac) ¿Por qué iba a tomarme la molestia de liquidar a un maldito chucho? Con ordenarte que te deshicieses de él hubiese sido suficiente. La señora- ¡Ja! (Ríe sarcástica) Tienes gracia, sí. Cuando te pones con tu fina ironía es que me troncho. Así que pretendías ordenarme no se qué. ¡Lo que hay que oír! Es que si no fuera un momento tan triste me moriría de la risa. (A Flora) ¿Y a ti que es lo que te pasa? ¿Es que ya te has quedado sorda, o es que eres demasiado vieja para cumplir con tus obligaciones? Si es así, no tienes más que decirlo y nos buscamos a otra muerta de hambre para limpiar la casa. Flora- No, yo… La señora- ¡Cierra el pico y sírveme de una vez la copa que hace un año que te he pedido! Flora permanece inmóvil muy cerca de la mesa donde están las bebidas. Mira hacia la señora, mira hacia el señor y no sabe qué hacer. Afortunadamente aparece Marta en el escenario cargada por fin con la bandeja de la tila y todos le prestan atención. Penetra hasta el centro de la sala y deposita la bandeja en una mesita. Marta- Los señores de La Paz Eterna acaban de llegar. ¿Los hago pasar? La señora- ¿Ya han llegado? ¡Qué eficacia y rapidez! Y yo aún no estoy presentable. El señor- (Sarcástico) ¿Y qué demonios hace La Paz Eterna en esta casa? ¡Ja! Si aquí no hemos tenido jamás ni un solo segundo de paz. ¡Qué ironía! (Le da un sorbo al coñac) La señora- (Fulmina al marido con la mirada y le da la espalda. Se levanta y se dirige a su primo). Tengo que arreglarme para recibir a los señores de La Paz Eterna. (El detective se levanta cortésmente) Tú quédate aquí mientras me pongo algo adecuado para esta situación tan terrible y comienza con tu trabajo: el de investigar. Detective- ¡Por supuesto, querida prima! No debes preocuparte por nada. (Dice puesto en pie y con el bebé en brazos todavía) El señor- (Mofándose) Eso, “querida prima” tú, como siempre, no te preocupes por nada más que por vestirte esos trapos carísimos, por tus cremas, pinturas y peluquerías. La señora- (Dirigiéndose al marido. Yergue la cabeza altiva) Mira como te ignoro. (Gira ufana y se encamina a la salida) ¡Necesito la ropa que a primera hora mandé a la tintorería! Flora que permanecía inmóvil en medio de la sala, muy cerca de la mesa de las bebidas, interviene. Flora- Yo la voy a buscar, señora. Está en el vestíbulo. La han traído hace un rato. (Y se apresura a encaminarse hacia la salida, aunque tampoco en esta ocasión lo consigue.) La señora- ¡Nada de eso! Tú te quedas aquí con el niño. (Al detective) Será mejor que te concentres de una vez en tu labor y te dejes de hacerle cucamonas al chiquillo, que te recuerdo que tu visita no es de cortesía. Detective- (Nervioso busca a Flora para entregarle al bebé) ¡Por supuesto! Comenzaré de inmediato. La señora- Y tú, (A Marta) regresa al vestíbulo, recoge la ropa que han traído de la tintorería y de paso acompañas a los de La Paz eterna junto con mi amado Pity, todavía de cuerpo presente. Ellos se encargarán de todo. Marta- Como diga. La señora- (Se vuelve furiosa hacia ella) ¡Cómo diga la señora! ¿Es que jamás vamos a poder disfrutar de un servicio como es debido? Marta- Pues cuando pague como es debido- (Musita) La señora- (Indignada) ¿Cómo has dicho? Marta- (Eleva ahora el tono de voz) ¡Cómo diga la señora! La señora- Así me gusta. ¡Venga, mueve el culo y haz lo que se te ordena con cierta diligencia para variar! Marta- ¡Con permiso! (dice antes de abandonar precipitadamente la sala, justo detrás de su señora) En la sala permanecen: Don Adolfo de Heredia y Vargas, en pie bebiendo coñac, el primo Gelasio sentado en el sofá y Flora, de pie con el bebé en brazos. Detective- (Mira hacia Flora)- Creo que ahora me vendría bien esa copa. El señor- (Se apresura a servirle el coñac de segunda que ha traído para la ocasión y se lo acerca al sofá) Aquí tienes, Gelasio. Detective- Muy amable, don Adolfo. El señor- ¡Menos mal que ahora ya no soy tu primo! Detective- Le he apeado el tratamiento familiar porque en algún momento tendré que comenzar las pesquisas y no es correcto mezclar el trabajo con los asuntos familiares. El señor- (Se ríe) ¿De verdad sigues con eso? ¿No me digas que te has tomado en serio el asunto del cucho? Detective- Pity era muy importante para Adelita y ahora está muerto. Yo diría que envenenado. El señor- ¿En serio? ¿Ha sido envenenado? ¿Tantas son tus cualidades como detective que lo sabes así, solo por echarle un vistazo al fiambre? Detective- (Orgulloso) Es la experiencia. Solo con ver el color de la lengua se puede afirmar sin temor a equivocarse demasiado que ha sido envenenado. Y creo que no hay duda de que ese es el caso que nos ocupa. El señor- ¡El caso que nos ocupa! ¡No me hagas reír! El caso del caniche asesinado. Suena ridículo. ¡Ja! Detective- Alguien ha manipulado un veneno en vuestra casa y ha envenenado al pequeño Pity. Imagino que estarás tan interesado como Adelita en descubrir al culpable. El señor- ¡Pues claro! ¡Hasta compartiría con él mi mejor coñac! ¡Se lo merece! (Da un nuevo sorbo) Detective- (Se incorpora y se aproxima a don Adolfo) Lo más común en este tipo de casos, es que el culpable haya utilizado algún producto de limpieza de la casa. Eso lo complica todo un poco, porque cualquiera podría haberse acercado a la cocina y apoderarse de algún detergente sin llamar la atención. Tal vez tú te hayas acercado a la cocina últimamente…. El señor- (Suelta una sonora carcajada) Espero que no estés intentando interrogarme. Lo espero realmente por tu bien, desde luego. Porque, en todo caso, en el caso que estuviese interesado en desenmascarar a esa alma caritativa que ha tenido a bien librarnos a todos de las babas, los orines y las cacas de ese maldito chucho, me hubiese dirigido a mi buen e íntimo amigo el comisario Sanchez Mota, que creo recordar es tu jefe directo. ¿Estoy acaso equivocado? Detective- (Palidece) No, no, claro que no. El comisario Sanchez Mota es mi comisario. El señor- (Divertido) ¡Ja ja! ¡Qué encantadora y pertinente casualidad! Y ahora que ya tienes clara tu situación y la mía, espero que me disculpes, pero soy un hombre muy ocupado y tengo que atender mis negocios. (Apura el coñac y deja la copa sobre una mesa) Tú entretente con lo que te venga bien, estás en tu casa. Aunque espero que no olvides lo que hemos hablado. (El señor abandona la sala) El detective regresa al sofá y acaba de un golpe la copa de coñac. Después resopla, recostándose aliviado. Flora permanece en la sala en silencio y con el bebé en brazos. Flora- Si me disculpa, señor, llevaré al niño a su cuna. Se dispone por fin a salir de la sala, aunque tampoco en esta ocasión lo conseguirá. Antes de que desaparezca el detective la detiene. Detective- ¡Aguarde un momento! Flora-(Se para en seco fastidiada) El señor dirá. Detective- (Recupera el aplomo y se pone en pie acercándose a la mujer) Ya ha escuchado a su señora. Mi misión es resolver este intrincado caso del asesinato de nuestro adorado Pity. Flora- Sí, señor. Estoy a su disposición para todo lo que desee. Detective- (Satisfecho) ¡Me alegra su actitud colaboradora! Y siendo así, lo mejor será comenzar los interrogatorios por usted misma. Flora-(Abre los ojos aterrada) ¿Por mí, señor? ¡Pero si yo soy inocente, señor! ¡Totalmente inocente! ¿Cómo puede sospechar ni siquiera de mí? ¡Es terrible! ¡Es terriblemente injusto! ¡El pobre Pity! ¿Yo la asesina, la envenenadora? ¿Yo? ¡No puede usted decirlo en serio! Detective- ¡Tranquilícese, mujer! No la he acusado de nada, todavía. Solo es el procedimiento. Debo interrogar a todos los habitantes de la casa. Flora- Pero es que yo no vivo aquí, señor. Vivo en una habitación en las afueras con mi marido, que es el guarda nocturno de una de las obras paradas del señor. Los dos trabajamos para él. Se lo debemos todo. ¡Cómo íbamos a asesinar al queridísimo Pity! ¡Nosotros estamos muy agradecidos a la generosidad del señor! Si no fuese por él ahora estaríamos en la calle, viviendo debajo de un puente. Detective- Así que su marido y usted lo harían todo por el señor Adolfo. ¿No es así? Flora- ¡Claro! Imagínese usted, si el señor nos despidiera no podríamos pagar el alquiler de la habitación y nos echarían a la calle. Con el sueldo de mi marido y el mío llegamos justos a final de mes, gracias al comedor social, claro. Si ni siquiera podemos hacer frente a ningún gasto extraordinario. Ni se imagina lo terrible que fue cuando el mes pasado mi Pepe rompió las gafas durante su ronda por la obra. Es que está muy mayor, sabe usted, y en la obra no hay ni luz y claro se tropezó, se vino abajo y casi se parte una pierna. El dolor del esguince y los hematomas fueron lo de menos, pero lo de las gafas nos destrozó la economía. Y claro, sin gafas no ve ya un burro a cuatro patas. ¿Cómo iba a vigilar en la obra sin ellas? Sin estos dos sueldos estaríamos perdidos. Jamás nos atreveríamos a incomodar al señor. ¡Jamás! Detective- Y en cambio si se portan bien y obedecen todas las indicaciones del señor, tal vez él se mostraría más generoso aún de lo habitual y eso podría contribuir a mejorar su situación económica, llegando incluso a pagar las gafas. ¿No es verdad? Flora-(Mira al hombre confundida) No sé a lo que se refiere usted. Detective- Supongo que cobrará usted el sueldo mínimo. Flora- Sí, señor. El más mínimo. Dos cientos euros al mes por la limpieza de esta casa. Detective- (Se sorprende) Sí que es mínimo, sí. ¿Y su marido? Flora- Mi Pepe es un buen vigilante. No tiene un sueldo mínimo, desde luego. Trescientos euros cobra, nada menos. Detective- ¿Nada más? Flora- Ya le he dicho. Nada menos. Detective- ¡Ya! Tal vez por eso, por sus sueldos mínimos y su evidente carencia de contrato, era necesario que agradaran a su jefe a causa de ese “gasto extraordinario” que aparentemente y sin ningún incremento de sueldo, al final han podido afrontar. Todo muy conveniente. Flora- Nosotros siempre intentamos agradar al señor por su generosidad con estos dos viejos a los que ya nadie daría trabajo. Detective- (Pensativo) ¡Hmm! Entiendo. Me hago cargo de que con los emolumentos recibidos es imposible pagar los gastos de vivienda y alimentación y a la vez hacerse cargo de la compra de unas nuevas gafas. No salen las cuentas. Flora- Es que es dura la vida del trabajador, usted sabe. Detective- Pero entiendo que al final su marido continúa trabajando como vigilante nocturno en la obra. Flora- Claro, señor detective, no tenemos otro modo de vida. Ya se lo he dicho. Detective- Empiezo a comprender. Y por lo que he me ha comentado mi amada prima, la señora Adel, el señor no era el “padre amantísimo” que ella aguardaba. Flora- (Acuna al bebé como si acabase de recordarlo) ¡El señor quiere mucho al chiquillo, como no podía ser de otra manera! ¡Para eso es su padre! Y es un buen padre. Detective- Pero no mantenía buenas relaciones con la víctima. Flora- ¿Con la víctima? ¿Cómo puede decir eso? Ya le he dicho que era muy generoso conmigo. Yo jamás he tenido problema alguno con el señor. Detective- No, no, claro. Me refería al perro, al caniche, a Pity. Flora- ¡Ah! Ahora le comprendo. (Se lo piensa un instante) Pues debe usted tener razón. Al señor no le divertía mucho ni que Pity le mordisqueara los tobillos ni encontrarse con sus cacas en cualquier rincón de la casa. Eso que le puedo asegurar que yo me afanaba en cazar las cagarrutas al vuelo, allí donde aterrizaran. Soy muy trabajadora y muy limpia, no en vano me pagan doscientos euros al mes por mis habilidades con la fregona y la bayeta. Detective- Ha sido usted muy amable. Me ha aclarado muchos puntos oscuros en este caso. Pues ahora tengo muy claro que usted y su marido son empleados fieles y leales al señor Adolfo y que jamás desobedecerían una orden directa, sobre todo si un “gasto extraordinario” hubiese echado por tierra su delicada economía y él, por ejemplo, les ofreciera alguna jugosa gratificación que les ayudase con sus problemillas de oculista. Flora- ¡No, por Dios! ¡No diga eso! Espero que lo de las gafas no vuelva a pasar más. No creo que pudiésemos soportar otro imprevisto. Detective- Lo comprendo. Flora- ¿Ya ha terminado? ¿No va a preguntarme nada más? Detective- No, por el momento. Puede usted, si lo desea, regresar a sus ocupaciones habituales. Flora- (Al fin sonríe aliviada) ¡Muchas gracias, señor detective! ¡Qué tenga un buen día! Flora, evidentemente aliviada, se precipita, con el niño en brazos, hacia la salida de la sala, mientras el detective se aproxima a la mesita de las bebidas y recarga su copa con coñac esta vez con el coñac bueno que el señor ha dejado a la vista. A punto está Flora de abandonar la sala cuando aparece en escena la señora y su intento de huida se ve de nuevo frustrado. Ataviada con elegantes ropas de luto, la señora abre la marcha del grupo que la sigue. La señora- ¡Pasen por aquí por favor! Don Feliz Dapena entra en el escenario vistiendo un luto riguroso y luciendo una expresión facial propia de un trabajador de pompas fúnebres. Le sigue el muchacho, Julito Perro Flauta, cargando con un diminuto ataúd del tamaño de un caniche. Cierra la marcha Marta que observa curiosa al cortejo fúnebre que toma el escenario. Flora que vio impedida su salida de la sala a causa del grupo de recién llegados, intenta escabullirse. Feliz Dapena- No sabe cuánto lamentamos la defunción de su amado caniche. La señora- (Emocionada) ¡Gracias! Ha sido una terrible pérdida para toda la familia. (Se lo piensa un instante y rectifica algo enfadada) Bueno, no para todos, para casi todos. Era muy querido nuestro Pity, ¿sabe usted? (Es entonces cuando ve a Flora sorteando al señor Dapena, al ataúd y al mismo Julito Perro Flauta, para salir de escena.) ¡Flora! (Flora se sobresalta con el niño en brazos) ¿Adónde se supone que vas ahora? ¿Intentas desaparecer justo cuando llegan las visitas? ¡Cómo está el servicio! (Exclama mirando al cielo) Flora- Quería acostar al pequeño. (Musita temerosa) La señora- ¡El niño está aquí perfectamente con los suyos, viviendo este momento doloroso de la familia en solidaridad con los demás! Haz el favor de entregarle el niño a Marta y de servirle de inmediato una copa de coñac al señor don Feliz Dapena que ha tenido la amabilidad de abandonar sus importantes asuntos en la funeraria “La Paz Eterna” y acudir en persona a atender esta terrible defunción que nos ha conmovido tanto a todos, bueno, a casi todos. (Solloza elegantemente) Flora abatida se resigna. Entrega el niño a Marta que se observa divertida la escena. Flora regresa a la mesita para servir la copa de coñac. Feliz Dapena- No se moleste por mí, por favor. Y menos en la terrible situación en la que se encuentra. La acompaño en el sentimiento. (Dice acercándose a la mujer y besándole delicadamente la mano) La señora-(Encantada por el gesto) Es usted todo un caballero amable y sensible. No sabe cuánto me alegro de haber encontrado en el buzón el folleto de su funeraria y de sus servicios especiales para animales domésticos. Denota tal delicadeza de espíritu que no dudé ni un instante en llamarlo. Feliz Dapena- ¡Me halaga! La señora- Señor Feliz Dapena, permítame que le presente a mi querido primo, Don Gelasio de Arana, detective de policía. Un investigador con mucho futuro en el cuerpo, se lo digo yo. Feliz Dapena- No se lo niego, no. Tiene usted aspecto de ser muy inteligente. (Le dice al detective que ya empieza estar un poco acalorado gracias al coñac. Se dan la mano) Detective-¡Un placer, señor Dapena! Mientras tanto, Flora observa las copas y las botellas de coñac sin saber cuál debe elegir. Marta permanece un poco retirada con el niño en brazos observando en silencio la escena. Julito Perro Flauta, vestido de un modo bastante harapiento con los pelos de punta y aspecto de no ser muy brillante, se halla en medio de la sala cargando con el pequeño pero incómodo ataúd, aguardando a que alguien se fije en él y le indique dónde depositar el cuerpo del fallecido caniche. Cuando se cruza la mirada con Marta le guiña un ojo y le sonríe abiertamente para congraciarse con la joven que sonríe divertida. Feliz Dapena- (Ambos en pie tras darse la mano) Está usted aquí como parte afectada de la familia para apoyar a su prima en momentos tan duros, supongo. Detective- (Se vuelve a sentar en el sofá y le da un nuevo sorbo al coñac) ¡Por supuesto! No podía abandonar a mi querida prima en un trance como este. Aunque también estoy aquí por motivos profesionales, desde luego. Feliz Dapena- (Se queda perplejo y preocupado) ¿Y cómo es eso? ¡Dígame! Detective- He venido a ponerme a disposición de mi prima, tanto para proporcionarle el apoyo sentimental que requieren estos duros instantes, como para ofrecerle mis habilidades como detective para desentrañar el misterio que se oculta tras esta terrible muerte de, como usted bien ha dicho, de un miembro más de esta familia: el finado ya y no menos querido por ello, Pity. La señora solloza al escuchar el nombre del caniche. Tanto Don Feliz como el detective se apresuran a atenderla y ambos la conducen al sofá. Feliz Dapena- ¡Descanse un poco, por favor! Se ve que lo necesita. La señora- Es usted tan amable. Feliz Dapena- Solo un hombre sensible. La señora- ¡Ah! Lo dice usted como si fuera poca cosa. Ya no se encuentran hombres con la delicadeza y la prestancia que demuestra en este espantoso trance con el que un mal hombre ha querido castigarme. Feliz Dapena- (Se hace un hueco en el sofá apartando al detective hasta un rincón y ocupando el lugar más cercano a la mujer) ¿Pero qué me dice? ¿A qué se refiere? Detective- Todavía no son más que sospechas, querida prima. La señora- (Solloza en un primer momento como si se hallase destrozada por el dolor. Aunque de inmediato cambia el tono de voz y brota la rabia y el deseo de venganza) Para esto estás tú aquí, para convertir las sospechas en pruebas contundentes. ¡Qué no se te olvide! Detective- (Sumiso) No, claro. Lo tengo muy presente, querida prima. (Dándole otro sorbo a la copa) Feliz Dapena- (Perplejo) ¿Así que está usted investigando la muerte del chucho? (Se corrige de inmediato) Quiero decir, el fallecimiento del entrañable y amado Pity. Detective- Y no le quepa duda de que antes de que termine este día, el culpable habrá sido desenmascarado. Las pesquisas avanzan por el buen camino. Feliz Dapena- (Observa nervioso al detective, a la señora y por fin su mirada se detiene sobre el joven que sigue cargando el molesto ataúd sin que nadie le indique qué hacer con él.) A ver, Perro Flauta, ¿se puede saber qué estás haciendo con el ataúd en el medio de la sala? (Enfadado) Julito Perro Flauta- (Titubeante y musitando) Es que no sé donde dejar la caja del chucho. Feliz Dapena- (Se vuelve hacia la señora y el detective para disculparse de la torpe actitud de su ayudante) Este Julito no tiene dos dedos de frente. ¡Qué se le va a hacer! La señora- ¡Qué me va a decir a mí del servicio que ya no sepa! ¡Un verdadero desastre, claro está! ¿Acaso no he solicitado, hace una hora, que le sirvieran una copa de coñac? ¡Pues ya ve, cómo anda el servicio! (Fulmina a Flora con la mirada, mientras esta, frente a las botellas de coñac, duda por cuál decidirse) Feliz Dapena- No se preocupe por mí, por favor. No quisiera causarle ninguna molestia. La señora- ¡Por supuesto que no es molestia! (Se vuelve hacia Flora) ¡Venga, estúpida, decídase de una vez y sirva la copa que le han ordenado! Feliz Dapena- (A su ayudante también con malos modos) ¡Vamos, Perro Flauta! Haz el favor de depositar el ataúd en el suelo, de una vez, hombre. ¡Qué pareces un pasmarote! Julito Perro Flauta-(Titubeante) Sí, sí, sí, señor, como diga. (Marta le dedica una sonrisa amable y se aparta para dejar un espacio en el escenario con el fin de que el ayudante deposite el ataúd) Marta- Puedes dejarlo ahí mismo. Julito- ¡Qué amable, qué guapa y que lista pareces! (Le guiña un ojo) Marta-¡Y tú qué descarado! (Se ríe coqueta con el niño en brazos) Flora todavía paralizada ante la mesita de las bebidas, se decide al fin por una de las botellas. Toma la copa de coñac y se dispone a llenarla. En ese instante aparece el señor en el escenario. El señor- (Avanza rápidamente hacia Flora) ¡Deténgase! ¿Es que no hay manera de qué comprenda cuál es la botella apropiada para nuestro “adorado detective”? (Con sorna) Flora- (Deja la botella de coñac de inmediato) ¡Lo siento, señor! Es que esta copa era para el señor Feliz Dapena. El señor- (Se queda perplejo ante la respuesta y por primera vez se vuelve hacia el sofá en el que, además de la señora y el detective, descubre por primera vez la presencia del hombre de la funeraria.) ¡Feliz Dapena! ¡Feliz Dapena! ¿Cómo no se me ocurrió antes? (Los dos hombres se mantienen la mirada con dureza, pero guardan silencio) Detective- (Sorprendido por la reacción de ambos) ¿Es que ustedes se conocían con anterioridad? El señor-(Ignorando la pregunta se vuelve a Flora y murmura) ¿No tiene usted por ahí un poco de legía, tal vez? Flora- (Niega con la cabeza y otra vez adopta posición para salir de la sala) Si lo desea, el señor, voy enseguida en busca de una botella. El señor- ¡No! Quédese donde está y sírvale de “Esta botella” (Se la señala con insistencia). Es “esta” la botella de las visitas. ¡A ver si le queda claro de una vez! Flora- Como diga el señor. (Al fin sirve la copa y se la entrega al hombre de la funeraria) Feliz Dapena- (Sin apartar la mirada del señor, toma la copa, la mira y duda en probarla) ¡Qué generosidad de su parte, señor Adolfo! (Irónicamente) Flora- Si no me necesitan para nada más, me gustaría regresar a mis tareas. (Ansiosa por salir) El señor- ¡Usted no se mueva de aquí y sírvame otra copa! Espero que ahora acierte a la primera con la botella. Flora obedece, sirve otra copa, se la entrega al señor y permanece inmóvil próxima a la mesa de las bebidas. La señora-(Al hombre de la funeraria) Por favor, disculpe a mi marido. (Sarcástica) Usted comprenderá. Es que está muy afectado por la muerte de nuestro Pity. Feliz Dapena- (Con la mirada fija en el señor) No se preocupe, madame. Yo a su marido le puedo disculpar muchas cosas… (Entre dientes) Aunque no todas, claro está. La señora- Le comprendo muy bien. La grosería y la falta de generosidad es un defecto grave que no deberíamos tolerar. El señor- (Con la copa de coñac en la mano comienza a pasear por la sala. Feliz Dapena no le saca el ojo de encima) Así que el señor Feliz es el dueño de la funeraria, ¿cómo la han llamado? ¡Ah, sí, espere! La Paz Eterna. ¡Muy sugerente! Feliz Dapena- A punto estuve de llamarla: Descanse en paz. Pues descanso y paz es lo que todos buscamos en esta dura y cruel vida. ¿No es verdad? La señora- ¡Desde luego! Habla usted que embelesa. El señor- El descanso es para los vagos. Para nadie más. Y la paz, eso sí que ni me suena. Feliz Dapena- En eso le doy la razón. Por eso al final deseché ese nombre. Lo que es yo no pienso descansar. ¿Entiende? No descansaré hasta que…. (Aparta la mirada del señor para volverse hacia la señora) No descansaré hasta que usted quede satisfecha. La señora- ¡Qué atento y diligente! Lástima que hayamos tenido que conocernos en circunstancias tan dolorosas para la familia, bueno, para parte de la familia. Feliz Dapena- Lamento de corazón la terrible pérdida que han sufrido. (Se vuelve hacia el señor) Pero era una ocasión perfecta para vernos las caras. (Mira a la mujer) Quiero decir para solidarizarnos con su dolor. (Vuelve al señor) Y dejar claro que no cejaré hasta que todo, todo, quede completamente resuelto entre nosotros. El señor- (Bebe coñac y pasea nervioso por la sala, aunque ahora disimula su inquietud) ¡Ja! Ahora comprendo. Por lo que a mí respecta puede coger el ataúd del chucho, su friki perro flauta, sus ilusas pretensiones y su “solidaridad con nuestro dolor” y largarse por donde ha venido. De esta casa no se llevará nada más. La señora- (Escandalizada) ¡Es intolerable tanta grosería! Le ruego que no tenga en cuenta a mi marido. Ya sabe como son los hombres ante los sentimientos. No les agrada tener testigos de sus momentos de debilidad. (Irónicamente) Además, la policía siempre pone nerviosa a la gente. ¿No es verdad, cariñín, que las autoridades incomodan un pelín? El señor- (Aparentando tranquilidad) Pues no lo sé. Esa es una pregunta que nuestro amble funerario podría responder. ¿No le incomoda a usted la policía? Nuestro eficiente primo Gelasio se halla aquí para desentrañar la terrible muerte del “amadísimo” Pity. Dicen que lo han envenenado. ¿Usted qué opina? Feliz Dapena- (A la mujer y al detective ambos sentados en el sofá a su lado) Es una verdadera lástima que las leyes no permitan detener a nadie por el fallecimiento violento de una mascota. (Se vuelve al señor) ¿No lo cree usted? En este extraño mundo en el que vivimos, resulta mucho más grave no pagar a los acreedores cuando se ocultan fondos que sacarse del medio a un caniche. ¿Verdad, señor detective, que resultaría mucho más beneficioso para su carrera en la policía desenmascarar a un pez gordo del mundo financiero gran amante de la corrupción que a un misterioso asesino de caniches? Detective- (Apura la copa de coñac) No piense que he venido a esta casa por ambiciones laborales. Estoy aquí como parte de la familia para proporcionar el apoyo sentimental que precisa mi querida y sensible prima. La señora- (Crudamente) Y también para señalar al asesino. ¡Espero que no te hayas olvidado ya! Aunque con tanto coñac no me extrañaría nada. Detective- Hablando de coñac. (Exhibe su copa vacía hacia Flora con el fin de que se le sirva una nueva) La señora- Será mejor que comas algo o no tardarás en caer redondo. Flora- (Se apresura ansiosa a ofrecer sus servicios) Puedo traer unos canapés de la cocina, si la señora lo desea. La señora- ¡No! Usted quédese y sírvale un poco de coñac al señor detective. (Se vuelve hacia Marta que permanece en pie en un rincón con el niño en brazos al lado del joven ayudante de la funeraria) ¡Tú! Déjale el niño a ese joven tan… tan… joven y ve a traer un tentempié a nuestros invitados. Marta- (Entrega el niño al joven con una sonrisa) Enseguida. (Y se dispone a salir) La señora- ¡Enseguida, señora! (Mirando a los hombres del sofá con desesperación) Es que no hacemos carrera de ella. Marta- Como diga, “la señora”. (Sale) La señora- Esta juventud está echada a perder. Aquí le estamos dando, totalmente desinteresadamente, una oportunidad para aprender cómo es la vida laboral y no hay manera. Es lo malo de los universitarios que se creen que como tienen estudios, tienen derecho a conseguir buenos trabajos con salarios dignos. ¡Habrase visto semejante desfachatez! ¡Así va el país! Feliz Dapena- ¡Qué me va a decir a mí! Estoy en la misma situación con este ayudante perro flauta que me he echado. www.librototal.net Muerte de un caniche Por Mila Oya |
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